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El otro día fui a Suances y, como esas personas que se vacunan para emprender viajes a países exóticos, me tuvieron que poner la antitetánica ... justo antes de salir de Llodio: me había rozado con un contenedor de basura. La aventura, en fin, está al alcance de cualquiera, aunque no frecuentemos los aeropuertos ni nos entusiasmen los aviones. Los trenes, sin embargo, me gustan mucho. He recordado estos días la primera vez que me monté en un AVE. Iba a Málaga con mi madre desde Madrid. Al ocupar mi asiento sentía que en realidad viajaba a bordo de ese progreso que nos venden, del futuro. En un abrir y cerrar de ojos estaríamos en Andalucía. No habíamos llegado a Córdoba cuando el tren se detuvo porque habían robado el cable de esa línea. Fue decepcionante: un robo de cobre, como en los años cincuenta. La modernidad había embarrancado en ese punto del viaje. Me parece increíble que aún sigamos así.
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