Tarta de queso
Donde nace el viento ·
Hay lugares donde comerse una porción es un goce de los sentidos, como los de antes, porque el sentido del placer se ha devaluado bastantePaseando por una calle céntrica, en uno de estos días de canícula y desierto, sorprendo a un lugareño que es inquirido por una pareja de ... forasteros. Oigo, de refilón y disimulando mi intromisión en cuestiones ajenas, que el forastero le pregunta dónde se puede comer la mejor tarta de queso en la ciudad. El vecino, educado y amable, como corresponde a un habitante de esta población un tanto afrancesada, le indica el nombre de un famoso restaurante y la dirección en la que se encuentra. Sigo mi camino pensando que, de haberme preguntado a mí, no le hubiera señalado el citado restaurante, sino otro, también famoso y de fácil acceso. Incluso, le hubiera rebatido su gusto por la tarta de queso, porque a mí lo que de verdad me gusta es la tarta de manzana. Y hay lugares donde comerse una porción es un auténtico goce de los sentidos, como los de antes, porque, en ese como en otros asuntos, el sentido del placer se ha devaluado bastante.
No todos tenemos idéntica percepción sobre la naturaleza de las cosas. Cuando un ministro de la nación habla de crisis, infravalora normalmente la situación y los términos de la realidad y deja abierto siempre un resquicio a la pronta recuperación, como si la sociedad fuese un paciente, enfermo o disminuido, pero con tendencia a la mejoría, cosa dudosa, a no ser que se tengan datos precisos sobre el tema. Si quien habla de crisis es una persona normal, trabajadora, ama de casa o jubilada, se referirá a la subida de precios de los productos básicos, al alquiler, al inicio de curso y sus vicisitudes. Hablará con el temor de un futuro concreto y familiar sombrío. La crisis se evidencia más en unos que en otros; se nota en el lenguaje.
Vuelvo y me encuentro con la pareja de forasteros. Ellos son los mismos de antes, pero el interlocutor, emisario de la identidad culinaria y gastronómica donostiarra, es otra persona diferente. Les está diciendo que el lugar recomendado por el anterior para comerse una tarta de queso no es el mejor ni el más idóneo, por razones que no acierto a entender, que él si conoce uno bueno y empieza a darles explicaciones de cómo llegar hasta allí y por quién tienen que preguntar. Y, como habla en un tono más alto de lo habitual, se van congregando hombres y mujeres. Una de ellas les invita a comer a su casa, con el argumento de que «como en casa en ningún otro lado se hace la verdadera tarta de queso», según receta de su bisabuela que fue cocinera en casa de los duques de...
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