Regreso al futuro
«Somos quienes utilizamos la luz del arte para enfrentarnos a la oscuridad de la ignorancia y el extremismo. Somos quienes abrazamos la doctrina de la vida, para que la vida se extienda en este mundo», Samiha Ayoub
Pilar López
Lunes, 27 de marzo 2023, 07:03
En el Día Mundial del Teatro, miles de voces de artistas, técnicos y espectadores entablamos en decenas de idiomas un mismo diálogo. Somos cómplices de ... un ritual milenario, el de las artes escénicas (AAEE), que comenzó tejiendo historias de dioses y mitos y permanece inherente a lo humano y a su empeño por comprender y transformar. «El medio humano por definición», refirió Camus. Esta cita está protagonizada por el mensaje a través del que una figura de talla mundial comparte sus reflexiones sobre la relación entre teatro y sociedad. Este año es la actriz egipcia Samiha Ayoub, con un alegato sobre la cultura de la paz.
Es también un buen momento para renovar la conciencia sobre el valor de este arte, su dimensión como actividad profesional y su papel en el mundo de nuestros días. Este año podemos abordarlo con una rotunda afirmación en palabras de Juan Mayorga: «El teatro es el arte del futuro». Las máquinas y la inteligencia artificial suplantan los actos, las palabras e incluso la inspiración, hasta ahora atributos de lo humano. Es un momento de máxima sospecha sobre la autenticidad de lo que experimentamos; pero cuanto más avanza lo virtual, más sentido adquiere la verdad del encuentro escénico para compartir algunas de las cosas que merecen la pena: el ingenio, el cuerpo a cuerpo y el brillo de la inteligencia que nos destaca en la naturaleza y que nos cohesiona como ciudadanía libre.
Como creadoras de sentido y conocimiento, las AAEE contribuyen a la calidad de las sociedades democráticas. Ninguna organización pública cuestiona el valor social de la actividad escénica y desde hace décadas está inserta en los diferentes corpus legislativos como uno de los asuntos que les corresponde proteger. Esto requiere coherencia entre el discurso, la acción política y los recursos necesarios. Por ello, es preocupante comprobar cómo el gasto público en teatro y danza en Euskadi mantiene su tendencia a la baja: si en 2010 era de 15,8 € por habitante, en 2020 se sitúa en 11,9 €, un 25% menos; mientras, el IPC crecía un 14,6% (Eustat). A falta de estadística actualizada, podemos temer aún más el impacto de esta desatención creciente si añadimos los datos de la pandemia: en el trienio 2019-2021 las representaciones cayeron el 33%; los y las espectadoras, un 62% y las recaudaciones de taquilla, un 55% (SGAE 2022). Esta evolución no fue homogénea: la reducción se centra en el nivel foral y el municipal, los más relacionados con la exhibición, pues 9 de cada 10 teatros son públicos.
Tras estas cifras se esconde una lucha titánica de las compañías por mantenerse y completar giras que den sentido al desafío artístico y empresarial de producir espectáculos. Las empresas históricas se reducen a lo imprescindible, estresando como nunca hasta ahora su día a día; las compañías emergentes se desesperan buscando hueco.
Se cumplen cuarenta años desde la aprobación de la LTH que distribuyó las competencias entre los diferentes niveles de la Administración vasca. En lo relativo a AAEE, todo quedó por concretar, aunque alguna voz antigua fuera del texto repartió tres eslabones de la actividad escénica: la formación, la producción y la exhibición. Hoy es imprescindible reformular estos y atender otros que en 1983 eran impensables, como la fiscalidad, las estructuras de producción independiente, la educación, la distribución, el modelo de giras, la internacionalización o el desarrollo de los públicos en el centro de todo. El conjunto debe ofrecer un propósito compartido por todas las instituciones.
El Plan Estratégico Cultura 2028 recién presentado por el Gobierno vasco detecta, otra vez, esta exigencia, situándola en relación con Hakoba Kultura: «(…) en las artes escénicas, en su amplitud y variedad, resultaría muy eficaz la unidad y estructuración». Pasemos, pues, del futuro hipotético 'resultaría' al modelado entre todos los agentes de un sistema que nos permita adaptarnos a la realidad de la sociedad digital del siglo XXI. Esta intervención sobre el modelo reducirá la incertidumbre y los costes sociales a los que, como el Estatuto del Artista pretende, debe responder la Administración cuando todas las puertas se cierran.
Curiosamente, en este Día del Teatro de 2023 estamos de cine. Necesitamos un DeLorean que nos vuelva a 2010 para actualizar los recursos perdidos para la exhibición escénica. Una vez allí, regresar al futuro con lo aprendido y reformular una estrategia que lidere el talento y el buen contexto de nuestra sociedad en pleno cambio de época. Porque, como dijo Carlota Ferrer: «No sobrevive el animal más fuerte sino el que mejor se adapta. El teatro es ese animal».
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