Pedro Sánchez no ceja en su empeño ni renuncia a su planteamiento de construir un Gobierno monocolor, a pesar de que con sus 123 escaños ... no logra amarrar la estabilidad que todo gobernante aspira a contar para evitar sudores fríos en las votaciones del Congreso. El líder socialista explicó ayer con detalle a la comisión permanente de la ejecutiva federal su estrategia y, como no podía ser menos, el aparato de Ferraz cerró filas con su líder, aunque la jugada no deje de entrañar sus riesgos, como sería una repetición electoral que todos los partidos rechazan. Precisamente por este motivo, porque nadie quiere volver a las urnas -según el CIS de Tezanos, unas nuevas elecciones favorecerían a PSOE y PP-, Sánchez mantiene sin pestañear su pulso a Pablo Iglesias, que según transcurren los días va moldeando sus posiciones para intentar acercarse a los postulados de Sánchez. La última modificación de sus exigencias es que ahora Iglesias está dispuesto a no discrepar con Sánchez en la siempre estratégica cuestión catalana y olvidarse del derecho de autodeterminación. Casi nada. El líder podemita, que busca con ahínco un sillón en el Consejo de Ministros, está observando que la decisión de Sánchez es tan granítica como inamovible. El presidente en funciones, que hoy presentará a Iglesias una propuesta basada en el programa electoral del PSOE, no quiere ni oír hablar de un gobierno de coalición y coloca a Iglesias en el disparadero, ya que un portazo podemita a la investidura de Sánchez tendría un alto coste político para Iglesias. Sería letal. Toda una papeleta para el jefe de filas de Podemos que deberá resolver antes del 25 de julio -segunda votación de la investidura-, porque la opción de volverlo a intentar en septiembre solo está en la mente de Iglesias.
El PNV está expectante en cómo se desarrollan las conversaciones Sánchez-Iglesias para que haya mus. Los jeltzales apremian desde hace semanas a los principales actores a que resuelvan un bloqueo que está inquietando a Europa. Mientras, Rivera da esquinazo al presidente y se niega a dialogar en una cuestión de Estado. Una decisión difícil de entender.
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