Memoriones y reflexivos
Apoteósicamente celebrado por su cadena televisiva y por unos cuantos miles de televidentes, esa semana pasada fue un jovencísimo muchacho con la cabeza llena de ... palabras hasta superar inclusive a Don Julio Casares y a su Diccionario Ideológico, quien se llevó unos dos millones de euros, dejando en claro en los últimos momentos de su brillantísima y larga actuación que se sabía todas las palabras y con especial sabor dramático, como así fueron pronunciadas las dos últimas tan esencialmente vestidas de su pathos sublime, una de ellas 'quién era el Dux' y la otra de mucha menor cobertura como resulta ser 'vilano' es decir, el nombre de 'la flor del cardo', de la que es posible que de los pocos que algo supieran de ella fuera aquel poeta cubano José Martí (1853-1895), que nos dejó escrito que 'cultivaba una rosa blanca, en junio como en enero, para el amigo sincero, que le daba su mano blanca y que, para el cruel que le arrancaba el corazón con el que vivía, ni cardo ni ortiga cultivaba, cultivaba la rosa blanca', un gesto de generosidad nada ambiguo sino directamente proporcional a la esencia de sus versos tan sencillos como humanos, su esquife navegando por entre olas atlánticas sin temor aún menos que el capitan pirata de Espronceda pero en gama mucho menos altisonante, nada embaidor su verbo y verso espejeantes sino muy al contrario sino de claridad meridiana para darnos el electrocardiograma de un corazón asistido de los mejores deseos mientras que, refiriéndonos al tiempo actual nos señaliza espectros varios, digamos que nada más que una gloriosa anécdota, pero que, al mismo tiempo, resulta ser una profunda incisión para quien así quisiéralo ver en la dicotomía de si sirve, o para qué o para nada, nuestra buena o mala memoria, cuya esencia y apariencia ha sido cotejada desde nuestros estudios primarios y según quién los contemple dentro de esa realidad como su utilitarismo, la solución, aún ahora, pudiera contemplarse como si se mantuviera en tablas.
Pasando pues de la anécdota aquí al principio referida al visor de lo que los memoriones han sido considerados hasta ahora, el verdadero problema de las consideraciones que se han tenido sobre la memoria pudiera colocarse como a manera de una especie de ley de acción-reacción más conocida que se presenta como el dividir de la mera sociedad en esos dos ejércitos hostiles tan encarnizadamente agresivos: el de los memoriones exclusivamente encargados de, como en el entrevero de su actividad más común plagiar descubrimientos sensacionales y clavarlos entre las neuronas hasta que la mera senilidad nos los despoje de toda alternancia o venga el inquisidor mayor de la cosa, ese fantasmal diablo que en vez de Satán hácese llamar Alzheimer. Así mejor para descalabrar a sus enemigos se quisiera y entablarse ya la guerra, por una parte la de la del adscribirse al pelotón de los reflexivos y que proclaman a los vientos que la memoria es una actividad psíquica tan nefasta que no sirve para otra cosa que para remasticar una y otra vez los alimentos terrestres más adulterados y que ya han sido depositados o en la basura o en el pudridero, semillero de palabras adocenadas que el disolvente más eficaz es este de su período en el calendario con guedejas de terciopelo undoso sobre el color cobarde que nunca jamás se hubiera inventado que hace que se viertan sobre nuestros cangilones humanos o sobre sus escarcelas si mejor preferidas hayan sido, que, puestos a recordar viejos tiempos también los grandes memoriones, no se sabe bien si por envidia aunque parece que en efecto así fuera, tuvimos que sufrir la insidia de tantos enemigos, que ahora, al evocar aquellos, ahora ya viejísimos tiempos, me veo sentado en uno de aquellos pupitres de una de las muchas clases del internado esperando el comienzo de las famosas 'batallas' que de vez en vez allí se celebraban. En el aire las congojas de qué bala y de que calibre nos viniera a considerarnos aunque los memoriones, por justo trabajo estábamos exentos de esas gabelas de derrotas lo que acrecentaba el odio de los ya vencidos yendo a sentarse ya del todo en sus escabeles es decir asientos sin respaldo como a personas vencidas corresponde que pasada que ya fuera la edad niña en la que tanto se nos vituperó por ser memoriones y no de los que sesudamente daban en estudiar los problemas, ahora, desde la larga distancia enfocamos los catalejos, nos sentimos suficientemente calafateados, bien revestidos cada despertar mañanero con trozos poéticos de toda índole, una especie de ritornelo de esquejes de la buena memoria que nos pareciere como vuelo glorioso de copia tambien del Clavileño quijotesco pese a que a muchos parecerles pudiera cosa de burla sin que hasta eso mismo nos fuera coraza ante adversidades posibles que puede que hasta triunfo nos fuera dentro de esa guerra de siempre entablada entre las dos facciones como siempre así ha sido.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión