Humanos inhumanos
El primer mandamiento de su catecismo es: «no soncomo nosotros y ni siquiera se nos parecen». Admitido esto, el verdugo lo tiene fácil
Asesinar niños metidos en un agujero al abrigo de las bombas, a padres que buscan pan y agua para los suyos, a médicos que intentan ... salvar vidas arriesgando las suyas, a voluntarios afanados en el socorro de los desplazados, a funcionarios de organizaciones internacionales de ayuda humanitaria... Matar de hambre o con fuego de artillería a cualquiera que no sea 'de los nuestros'. Especialmente a los periodistas que pretenden testimoniar esas atrocidades. Rony Brauman, expresidente de Médicos Sin Fronteras, constata que «la idea de humanidad ha perecido, o al menos está gravemente herida, bajo los escombros de Gaza».
Nos consolamos despachando lo inhumano como una aberración de seres degenerados al estado de animalidad, aun cuando ningún animal obraría de modo semejante. Humano e inhumano, palabras antónimas, son dos caras de una misma realidad: la de nuestra especie. Inhumano es quien niega radicalmente la humanidad a su semejante. O que le reconoce solo la justa (por ejemplo, que necesita alimentarse) para de inmediato arrebatársela (con un disparo cuando viene a por comida).
El primer mandamiento de su catecismo es: «no son como nosotros y ni siquiera se nos parecen». Admitido esto, el verdugo lo tiene fácil. Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, lo explicó de manera conspicua: «Al comienzo me causaba una impresión penosa. Luego, poco a poco, fui perdiendo toda la sensibilidad. Era necesario. Empecé a observar a los judíos ya no en términos de seres humanos sino como unidades contables. Me concentraba en el aspecto técnico de mi tarea». Cuantos aún hoy se manifiestan comprensivos hacia el exterminio palestino prefieren fijarse solo en el 'aspecto técnico' de la operación.
Los monstruos existen, sí, pero no hay bastantes para que resulten verdaderamente peligrosos. La auténtica amenaza ha estado siempre en la gente ordinaria a la que se programa para creer fanáticamente y con ciega obediencia en la causa. Intentarán dar prueba de normalidad comportándose con ejemplar crueldad. Pues de otro modo, si no actuaran como lo esperan los suyos, merecerían su desprecio y entonces sí se sentirían abominables. La banalidad del mal.
Exactamente lo contrario es la humanidad: sentimiento de quien concibe la vida no como una propiedad inalienable, sino como un bien inmemorial y común que le conecta con sus congéneres. La humanidad consiste en tomar la vida de los otros como parte tuya, y en proyectar la propia como si, en alguna medida, perteneciera también a los demás.
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