Del suceso al proceso
La capacidad de responder a los cambios sobrevenidos se basa en la disposición de anticiparse y crear condiciones para afrontar los sucesos que puedan aparecer
José Luis Larrea
Economista y doctor en Competitividad Empresarial y Territorial, Innovación y Sostenibilidad
Domingo, 13 de julio 2025, 00:00
Estamos inmersos en una cultura del suceso, de lo inmediato, que necesita evolucionar hacia una cultura del proceso, en donde prime la sostenibilidad. Esto afecta ... de lleno a las estrategias de innovación, que deberían basarse en una lógica de proceso, garantizando su sostenibilidad en el tiempo al servicio del progreso.
Cuando nuestros antepasados prehistóricos vieron que una luz cegadora, con un estruendoso ruido, caía del cielo a la tierra y hacía que un árbol se quemase, no tenían mucha idea de lo que era un rayo. Seguramente sintieron que aquel fuego, producido por el cielo, les resultaba acogedor y les daba calor en los fríos días y noches del invierno. Aquel suceso, caído del cielo, convenientemente aprovechado y alimentado por más ramas de árboles, les permitió una suerte de progreso. Un progreso que dependía de su capacidad para cuidar y mantener el fuego. El fuego, fruto del suceso fortuito y meteorológico, produjo cambios, innovaciones en la vida de nuestros antecesores.
No hay que hacer muchos esfuerzos para pensar en la horrible desgracia que se cernía sobre la tribu cuando el fuego se acababa. Seguramente, mirarían al cielo esperando que se repitiese el fenómeno, el suceso producido por la naturaleza, en una especie de suerte de azar. Así, la amenaza de las tormentas, que tanto les intimidaba, escondía el regalo del posible rayo que encendía un nuevo fuego. Pasarán cientos de miles de años para que el fuego, como tecnología, como proceso gobernado por los humanos, se socializase. Pasamos, así, a dominar el fuego, convirtiéndolo en el resultado de un proceso sostenible en el tiempo.
En esta vida se producen muchos sucesos que cambian las cosas. Así que la innovación entendida como un suceso aparece como algo sobrevenido, que sorprende y provoca. Y eso es también innovación. Si el suceso, la chispa de genialidad, se produce no hay que desdeñarlo. Sin embargo, la innovación como un suceso, algo sobrevenido, tiene mucho de operativo, algo que ocurre y nos lleva a actuar, y se relaciona con la suerte y el azar. Pone por encima de todo el resultado, sin tener en cuenta que los resultados se producen en la medida en que los procesos de innovación los hacen posibles. Porque la innovación es un concepto que se refiere, al mismo tiempo, a un proceso y al resultado del mismo.
La innovación como proceso pone el énfasis en el carácter estratégico de la misma, en la medida en que se compromete con crear las condiciones para que las cosas pasen. Responde a una cultura anticipativa, que intenta prever el futuro y poner en marcha las fuerzas necesarias para afrontar los desafíos que se van a presentar. Se trata de anticipar, en la medida de lo posible, lo que va a pasar. Es verdad que la capacidad de responder a sucesos sobrevenidos es fundamental, y que, en ese sentido, ser una organización resiliente es capital. Pero no podemos olvidar que, en realidad, la capacidad de responder a los cambios sobrevenidos está basada en la capacidad de anticiparse y crear las condiciones necesarias para hacer frente a los sucesos que puedan aparecer. Así, somos resilientes en la medida en que hemos sido capaces de anticiparnos. Anticiparnos creando una estrategia, construyendo una cultura de innovación. Pasar del suceso al proceso.
La innovación entendida como un proceso es lo que garantiza su sostenibilidad en el tiempo. Pone en valor su aportación a las estrategias de competitividad y se convierte en un elemento capital para garantizar el progreso. Y esto es así porque en la medida en que es anticipada, al menos en sus condiciones de partida, se convierte en un instrumento de primer orden para ganar independencia frente a las incertidumbres que nos rodean. Por otra parte, su carácter sostenible es una buena solución frente a estrategias basadas en innovaciones discontinuas que, por encima de todo, buscan un objetivo especulativo.
Esta forma de entender la innovación proyecta en las organizaciones una cultura del largo plazo, que no busca el suceso especulativo, que piensa que debemos gobernar las organizaciones no dejándonos llevar por los 'cantos de cigarra'. Apostar por la sostenibilidad es desterrar la especulación, pensar en el día después. Y esto genera una verdadera cultura organizativa. Así, una organización que afronta la innovación como algo estratégico se posicionará de manera diferente frente al entorno, intentará trascender de la moda del momento; eso sí, integrándola, dándole proyección y sentido.
Pues bien, esta percepción de la innovación como proceso nos lleva a una innovación abierta, frente a un concepto de innovación cerrada. Determina, además, un perfil de liderazgo y de gestión de las organizaciones marcadamente diferenciado con respecto a las que apuestan por el corto plazo y el carácter especulativo. Supone un verdadero cambio de paradigma a la hora de entender la innovación.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión