Contaminación y salud
El aire, los alimentos y los cosméticos son vehículos de toxinas
La piel y los aparatos respiratorio y digestivo son la principal puerta de entrada de toxinas al organismo. Así, un equipo identificó 14.402 sustancias ... con potencial nocivo usadas por la industria alimentaria y encontró 3.601 de ellas en muestras humanas. Los niveles observados no superan el umbral de seguridad, pero se insta a las autoridades sanitarias a extremar la vigilancia, en especial sobre los tóxicos conocidos. No obstante, el aire es el vehículo más preocupante por su ubicuidad. Además de transmitir virus y bacterias, el aire es vector de contaminantes silenciosos, como la luz, bullosos, como el ruido, y toxinas muy dañinas. El caso del plomo, un metal neurotóxico, es ilustrativo.
Sus altos niveles en el aire perjudican el desarrollo del cerebro del recién nacido y provoca trastornos de conducta, como una mayor impulsividad. Su efecto se realza en personas afectadas por problemas derivados de la pobreza (malnutrición, abandono emocional, violencia, adicciones, no escolarización..). Es la gota que colma el vaso. En la década de 1990 se produjo un brusco descenso del crimen en Estados Unidos que se vinculó a la promulgación de la Ley del Aire Limpio que exigía que los coches pasaran de la gasolina con plomo a la sin plomo. La reducción de la criminalidad se produjo a los 23 años de la entrada en vigor de la ley, justo una generación después. La relación entre delincuencia y plomo parece ser causal y no una mera asociación casual y se observó el mismo patrón en otros países. No obstante, sigue siendo una hipótesis en estudio, aunque el mensaje es claro: eliminar una toxina del ambiente puede ejercer efectos notables en el cerebro y la conducta de las personas y aliviar un problema social.
A partir de entonces, se eliminó el plomo de materiales de uso cotidiano, como las pinturas, para evitar su contacto con cerebros infantiles, muy sensibles y vulnerables. En la escuela se utilizaba el ejemplo del pintor Goya que murió sordo y demente. A pesar de la evidencia, es triste leer que más de la mitad de las pinturas vendidas en Harare (Zimbabue) presentan niveles de plomo hasta mil veces superiores a los recomendados por la OMS. Parece que el ejemplo de Goya no llega a todos los confines de la tierra.
La concentración de microplásticos en el cerebro va en aumento
Pero lo más desolador es que hay quien no quiere aprender. En 2014 la ciudad de Flint (Michigan, Estados Unidos) cambió la fuente de suministro de agua potable del lago Hurón al río Flint. La mayoría de los residentes de los barrios más afectados eran negros. Se quejaron del cambio porque el agua de la nueva fuente era corrosiva, contaminada por el plomo desprendido de las viejas tuberías de la red de abastecimiento. El nivel de plomo en la sangre de los niños que vivían en ese distrito se triplicó. Lo dicho, desolador.
La Comisión para la demencia del Lancet incluye a la polución ambiental entre los 14 factores de riesgo para desarrollar alzhéimer y también podría contribuir a sufrir párkinson, ictus, depresión durante el parto o brotes psicóticos. Además de plomo y otros metales, el aire contaminado contiene disolventes, como el tolueno, la acetona, el xileno o el acetato de etilo de las pinturas y compuestos de limpieza o el dióxido de azufre presente en combustibles industriales. También contiene nanopartículas y microplásticos que penetran en el sistema nervioso a través de la barrera hematoencefálica protectora. Su presencia en el cerebro va en aumento, tal y como muestran recientes estudios en autopsias humanas: su concentración en la corteza frontal se multiplicó por 10 entre 2016 y 2024.
Los más predispuestos por razones genéticas o porque la polución se añada a otros factores, acabarán desarrollando síntomas neurológicos. En su cruzada contra el ecologismo, Trump afirmó que no creía que los tiburones se molestaran por tragárselos, pero lo cierto es que los humanos podríamos padecer demencia por respirarlos. Vistas sus últimas actuaciones, uno se pregunta si tendrá plásticos en su lóbulo frontal que le privan del freno racional y agudizan su maligno narcisismo psicopático.
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