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El tiempo es lo que transcurre entre lo que pasó y lo que sucederá. Usamos conceptos y categorías para colocarnos en el mundo y una ... vez allí saber de nuestra situación. Qué somos, de dónde venimos, a dónde vamos. No importa tanto si existe otro lugar más allá, porque el aquí y el ahora ocupan todos nuestros pensamientos. Estamos aquí, en una casa, una calle, un barrio, una ciudad, una provincia, una nación, un espacio que ocupamos y que se distingue de otros, porque en aquellos no estamos. Nadie habita dos espacios a la vez; quiero decir que nadie está en dos lugares simultáneamente, porque sería anómalo: algo extraño y difícil de entender.
Pero en el mundo, no solo lo intuimos, también lo sabemos, existe una dimensión que se nos escapa. Suceden cosas que se colocan fuera del campo bastante extenso de nuestra inteligencia, o se escinden del núcleo de nuestro entendimiento. No llegamos a comprender todo lo que alrededor sucede y se desarrolla, aunque lo intentamos con las armas de las que disponemos, la razón, y, cuando esta se muestra insuficiente, el corazón, que bombea sangre al cerebro y a los demás órganos del cuerpo.
Con el tiempo sucede algo similar. Podemos decir que «yo estuve allí, cuando pasó aquello», y luego afirmar «también estuve cuando pasó lo otro», pero nadie vive dos veces el mismo tiempo, como nadie se moja dos veces bajo la misma lluvia. El agua cae, empapa la tierra, sigue su camino, a veces por debajo del suelo que pisamos, a veces sobre la superficie húmeda. Vemos el fluir del agua, el irse del tiempo, el marchar de las personas: fueron, estuvieron, compartieron vivencias, sentimientos, afectos vivos, experiencias únicas, porque transcurrieron como transcurren los hechos memorables, sin repetición alguna.
Existe, lo notamos, sin embargo, una continuidad no decidida en el transcurrir de la existencia, entre el antes y el después. Antes estábamos allí, ahora estamos, acá. Luego, quién sabe. No sabemos tampoco qué es luego; un quizás, porque lo que sucederá no está previsto. ¿Hemos sido felices? Cómo saberlo; los demás son en general la vara que mide la felicidad propia. ¿Hemos hecho feliz a alguien? Si la respuesta es positiva, es que también hemos sido felices nosotros. Lo que, al final, nos define es el lugar que hemos ido ocupando, el tiempo que hemos ido absorbiendo, el agua que nos ha mojado, la tierra que hemos pisado, pequeñas cosas, porque lo importante permanece en el recuerdo de los demás.
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