Sin nadie que nadie los vea
En Palestina han muerto más de 140 periodistas y reporteros gráficos. Muchos eran oriundos de esa tierra, otros corresponsales concienciados de la necesidad de unos ... ojos que reproduzcan lo que no contará nunca Israel. Apenas quedan reporteros, la mayoría envían información aséptica desde el mismo país que protagoniza el exterminio. Las últimas fotos de uno de esos héroes era instantáneas hechas en la escombrera en que se ha convertido Gaza; una colección de retratos de niños con una malnutrición irreversible.
Las imágenes recordaban a las que los aliados hicieron cuando entraron en los campos de concentración nazis. Los mismos ojos enormes, apagados rozando la renuncia, la piel transparentando una estructura ósea que apenas les permitía permanecer en pie, la indiferencia adquirida, el ocaso y la desesperanza dibujada en las muecas de la muerte… También se parecían a aquel premio Pulitzer en el que un cuervo esperaba junto a un niño al que apenas le quedaba un halito de vida.
No creo que haya un espectáculo más lacerante que el que las televisiones ocultan para no indigestarnos al mediodía.
Sin embargo, los bombardeos prosiguen, los alimentos no llegan y el mundo, como si tuviera su propio muro de las lamentaciones, cabecea rogando un milagro a un Dios inútil que ni siquiera le susurra al pueblo elegido que han vencido, que ya están muertos y que los vivos no podrán respirar bajo el peso del dolor insoportable que les quedará. Y a los políticos del mundo, nuevamente la vergüenza.
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