Hemos pasado junio, el Rubicón del año. Rubicón es el río que cruzó Julio César al grito de 'Alea Jacta est'. También es el toque ... cultureta con el que intento lucirme cada lunes. Cuando yo era joven (más joven quiero decir) al Rubicón le llamábamos 'Paso del Ecuador', y en 'La Perla' se organizaba un baile de estudiantes para celebrar el final de curso y que lo habías aprobado todo. Bueno, quien lo hubiera aprobado, que no era mi caso. Eso sí, el guateque no me lo perdía. Lamento decepcionarte, nunca fui buena estudiante. Ni me arrepiento ni me quejo. Koldo, Ábalos y Cerdán tampoco, y ni puta falta que les ha hecho. A ver, no les defiendo: pedes ser mal estudiante y tener en el cerebro un par de neuronas para no acabar en el trullo.
Decepcionar, todos decepcionamos, porque siempre pedimos más de lo que damos. Y porque nuestras expectativas no son realistas. Una cosa es ilusionarse y otra ser un iluso. Pero hay un momento en la vida que es maravilloso. Cuando eres consciente que has cumplido etapas y las cosas te han salido razonablemente bien. Aunque no como esperabas ni como mereces. Y entonces, te cabreas y te lías la manta a la cabeza, lo dejas todo y te largas a los sanfermines. Por cierto, te pido perdón por haberte dado el coñazo cada 7 de julio, que si es una fiesta cutre, primaria, vulgar, soez y deprimente. Claro que lo es ¿Y qué? Recuerda que la suerte está echada y tienes todo el pescao vendido. Carpe Diem, tío.
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