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Esta versión original del 'Timeless' de Chanel es uno de los modelos más imitados. AFP
Gipuzkoa de Moda

El «quiero y no puedo» de la moda

Los denominados 'superfakes' se han convertido en los grandes lastres de una industria del lujo incapaz de parar el creciente mercado de las falsificaciones

Laura Chamorro

San Sebastián

Sábado, 2 de diciembre 2023, 01:00

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Sofisticados y tremendamente complicados de distinguir. Y no nos referimos precisamente a piezas de inspiración que nos recuerdan al producto original. El mercado de las falsificaciones ha abandonado las calles instalándose en las redes sociales con una impunidad pasmosa. Los denominados 'superfakes' se han propagado por las plataformas sin límite alguno, llegando incluso a engañar a los ojos más experimentados. ¿Quién no se ha sorprendido al observar a algunos creadores de contenidos con varios bolsos de piel de cordero y metal dorado de Chanel (el denominado 'Timeless'), actualmente con un valor de mercado que asciende a los 9.700 euros? ¿Y el 'Lady Dior' de 5.900 euros copando sus vestidores en diferentes tejidos y colores? Por no hablar de las archiconocidas falsificaciones del 'Monogram' de Louis Vuitton, las 'Speed' de Balenciaga o los capazos de Loewe.

En un mundo en el que la imagen parece primar por encima de cualquier atisbo moral, se ha vuelto una ardua tarea la diferenciación entre una creación original y una falsa. Y aunque no son pocas las marcas que invierten parte de su presupuesto anual en combatir esta invasión a su propiedad intelectual, parece que las acciones del «estafador» o del «tramposo» siguen impidiendo a las compañías dar con la tecla. Ni 'chips', ni números de serie, ni pieles súper trabajadas, ni metalizados imposibles de clonar: la sangría continúa.

«Cuando una persona opta por una falsificación, está claro que tiene el foco en el exterior. Tiene su centro vital en la apariencia»

Maialen Majarenas

Psicóloga

Más allá del debate ético de la compra-venta de producto falso y de las voces que se escudan en la antigüedad de esa práctica fraudulenta, sorprende la creciente necesidad de mostrar un poder adquisitivo ficticio entre una comunidad, sobre todo la digital, que exhibe sin reparo alguno una supuesta vida de lujo. «Cuando una persona opta por una falsificación tiene el foco en el exterior. En proyectar la imagen que representa ese bolso, esa marca. Tiene su centro vital en la apariencia», recalca la psicóloga, Maialen Majarenas. «Aspira a que su entorno o seguidores le identifiquen con un nivel de vida y de ingresos mayor del que realmente posee. Y como no puede permitirse pagar el precio original, opta por el 'fake', cuando además sabemos que estas prácticas se generan en condiciones laborales nefastas por parte de las empresas que las ejecutan».

La adquisición de un producto de lujo siempre ha estado ligada a una experiencia de compra singular, atemporal, primando la calidad a la cantidad. Un esfuerzo económico excepcional, convirtiéndose en una inversión a largo plazo. Pero, ¿qué placer aporta lucir una pieza que vulnera el derecho de autor? «Las redes sociales invitan a crear un mundo ficticio, pero en formato foto o 'reel' da el pego. Eso aporta la sensación de control sobre la imagen que se proyecta. El problema reside en que muchas de esas personas se terminan creyendo ese personaje y he aquí el peligro psicológico, ya que caen en la disociación y en la falta de distinción entre la realidad y la mera construcción artificial», subraya Majarenas.

Los 'superfakes' han pasado a ser, por lo tanto, la rémora de un sector que lucha por una sostenibilidad y ética real alejado de un ruido mediático desestabilizador e imaginario. «Si quieres un Loewe, ahorra. Y si no es posible, sé coherente con tu realidad y asúmela», concluye.

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