Enigma. Icex. Sedao. Las paredes de mi ciudad están pobladas de 'tags', un estilo de grafitis que reproduce la firma de su autor. En diez ... años nuestras calles han cambiado las pintadas por los grafitis. De agitar el spray para reclamar un SOMOS colectivo a reivindicar un SOY.
La frontera entre el arte urbano y el vandalismo es muy difusa. No es igual pintar un muro viejo que herir el acero corten de Oteiza, en el Paseo Nuevo. El debate sobre el arte urbano está vivo desde su origen pero, aunque parezca increíble, los inicios se remontan mucho más atrás de lo que pensamos.
John Gordon fue un militar y político británico que realizó, en 1804, un gran viaje por el Nilo. Lo sabemos porque talló su nombre y el año en las columnas de Luxor, Karnak, Philae y otros templos. La cámara funeraria de la pirámide de Kefren luce un horrible grafiti: 'Descubierto por G. Belzon'. Como ellos, cientos de personajes ilustres, como el poeta Rimbaud, grabaron su nombre en los templos egipcios.
El impulso de pasar a la posteridad es tan viejo como nosotros. 25 siglos antes, los griegos ya habían dejado su impronta en las tumbas del Valle de los Reyes. En el 593 a.C. Psammetichos, hijo de Theokles, grabó su nombre en la pierna de Ramses II, en Abu Simbel. Tampoco el ansia por opinar comenzó con Tripadvisor. En la tumba del rey Ramsés VI hay varias reseñas de turistas talladas hace 2.000 años. Entre ellas, se puede leer '¡Lo visité y no me gustó nada, excepto el sarcófago!'.
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