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«No era como en la serie, a nosotras no nos dejaban hablar con el novio»

Encarna Martínez empezó a trabajar como telefonista en San Sebastián en 1942

Estrella Vallejo

San Sebastián

Lunes, 8 de marzo 2021, 06:40

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Encarna Martínez, o mejor dicho, Encarnita, como le siguen llamado a sus casi 96 años, es la viva imagen de lo que fueron 'Las chicas del cable', aquellas telefonistas que hacían la conmutación de forma manual y que se sentaban frente a las regletas para conectar llamadas. Ahora bien, dice que su trabajo difería del de la serie, «porque a nosotras no nos dejaban hablar con el novio. Hemos tenido mucha disciplina».

Empezó a trabajar para Telefónica junto a sus tres hermanas en el edificio de la Avenida de la Libertad 26 en Donostia. Tenía 17 años «y estábamos en plena posguerra, era 1942». Cuenta que había varios turnos, pero que siempre que podía, evitaba el de primera hora de la mañana, porque «me sentaba muy mal madrugar».

Cinco minutos antes de que empezara la jornada, debían estar todas las telefonistas preparadas y uniformadas en la puerta para que cuando sonara el tercer timbre, pudieran entrar en fila india a hacer el relevo a sus compañeras.

Esta mujer, que derrocha vitalidad por los cuatro costados, recuerda que los días de Navidad y sobre todo Nochevieja «eran horribles». «A las doce de la noche, todas las regletas estaban encendidas, y subían los mecánicos. '¡Apagad, apagad. Que se está fundiendo!', nos gritaban. Pero no se podía hacer nada porque todo el mundo quería felicitarse el año en ese momento».

En aquella época para hablar con Madrid o Barcelona había que armarse de paciencia. «Había gente que tardaba hasta cuatro días, porque había muy pocas líneas. Igual intentabas hacerte amiga de alguna telefonista de Madrid, para que te pasara pronto... Si la gente supiera todo lo que hemos luchado para que pudieran hablar. Ha sido un trabajo muy sacrificado, pero han sido los mejores años de mi vida», confiesa.

Y eso, pese a las impertinencias de algunos clientes. «Cuando tardábamos en contestar porque no llegábamos a todo, ya nos decía más de uno: 'Señorita, ¿que se está usted pintando las uñas o está leyendo una novela?'. A alguno ya le quité la clavija para que tuviera que volver a llamar, porque aquello no eran formas», dice con cierta sorna.

Reconoce que era un trabajo que «la que se quería escaquear lo hacía, pero yo trabajaba muchísimo, y tenía fama en Madrid. Llegaba al verano agotadísima y sin ganas de hablar».

Tras 22 años como telefonistas, dos de vigilanta, y el resto en puesto de jefa, Encarna pasó al edificio de Telefónica de Amara, donde se jubiló a los 60 años. «Allí estuve como una reina, una chica joven y guapa, como me decían que era, entre todos hombres. Lo pasé fenomenal». Eso sí, reconoce que de la telefonía de ahora «no entiendo absolutamente nada».

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