Un profundo error
Kutxaespacio fue el sueño de muchas personas. Nos dejamos la piel tratando de que la ciencia llegara a los guipuzcoanos
El Diario Vasco me cuenta que cierran el Museo de la Ciencia de San Sebastián. Yo era su director cuando se inauguró y se llamaba ... Kutxaespacio. Me siento orgulloso de haber sido empleado de Kutxa y de haber desempeñado la dirección de Innovación Tecnológica cuando algunas revistas bancarias la consideraron como una de las entidades tecnológicamente más avanzadas del mundo. Sí, no éramos unos mindundis. Véase, por ejemplo, el IBM Journal. Kutxaespacio fue el sueño de muchas personas. Creíamos firmemente que un museo de la ciencia podía influir en las vocaciones. Y nos dejamos la piel tratando de que la ciencia llegara a la población de Gipuzkoa.
Nuestra furgoneta iba de pueblo en pueblo tratando de mostrar las maravillas científicas. Recuerdo con gran emoción un día en el que acudí a una multinacional informática y, al pasar, varias personas (no una, sino varias) se me acercaron para transmitirme que habían elegido su vocación científica tras estar en Kutxaespacio. Algo similar me ha contado Elena Rosales. Trabajamos duramente. Infinidad de horas no pagadas. Nos movía la ilusión. En este momento triste, tan solo quisiera recordar a los que hicieron posible mi sueño: Erik Stengler, hoy profesor de una importante universidad estadounidense; Elena Rosales, mi brazo derecho: genial; Begoña Arana -¿Cómo definirla? ¿Una mente pragmática entre soñadores?-; Txema Hernández, director de Cristina Enea; Cristina Hansen, también ahora en EE UU; Ana Arrieta, la joven y sumamente eficaz secretaria, consejera y muchas cosas más; José Luis Gómez, un genio del diseño de nuevos módulos científicos; María Jesús Lusarreta, mi secretaria personal, a la que debo multitud de consejos llenos de sentido común-Mariaje, ¿te acuerdas del frío que pasamos el primer año en aquellas instalaciones vacías? No teníamos calefacción y el frío se nos calaba en los huesos-; y no se me olvida tampoco el equipo de contenidos. Tengo que dar las gracias por su apoyo incondicional a Pedro Miguel Etxenique, premio Príncipe de Asturias; a Jenaro Guisasola, de la catedra de Divulgación Científica, por habernos proporcionado unas obras didácticas ejemplares; a todos los premios Nobel que nos visitaron…; y a muchos más que se me pierden en la bruma del tiempo.
La ciencia, en mi humilde opinión, es la clave de cualquier futuro. No hay futuro sin ciencia. Y por ello, cerrar el Museo de La Ciencia es un error. Un profundo error.
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