«Perdimos mucho dinero, pero también se nos fue la salud»
Alaitz Alberdi, del restaurante Jai-Alai de Azpeitia, estudia la posibilidad de reclamar. «Fue muy duro», dice de aquella etapa de cierres
Alaitz Alberdi tiene muy frescos en su memoria todos los recuerdos de la pandemia. «Algunos dicen que se nos ha olvidado, a mí no, ... lo pasamos muy mal en la hostelería», cuenta. «Parecía que teníamos la culpa de todo». Es una de las tres socias del restaurante Jai-Alai de Azpeitia y ve «muy posible» que compañeros de profesión se animen a dar el paso para reclamar por los cierres a los que les obligó el Gobierno Vasco a causa del Covid. «Nosotros no sé qué haremos. Tenemos que hablarlo y sopesarlo», dice. «Reclamar está encima de la mesa. Tendremos que ver qué nos supone».
En su restaurante no han llegado a cuantificar cuánto llegaron a perder por los vaivenes de aperturas y cierres derivadas del 'semáforo' que se impuso como baremo para poder levantar la persiana y trabajar. «Perdimos mucho dinero», resume, a lo que añade que casi prefiere «no echar cálculos». A ella, además, le costó parte de su salud. «Las preocupaciones, el ver que no se podía trabajar, los problemas que eso acarreaba... Me pasaron factura y acabé siendo tratada por ansiedad», reconoce.
De aquella época recuerda estar «todos» los martes atenta al listado de localidades que publicaba semanalmente el departamento vasco de Salud con las tasas de incidencia. «Era de locos. Unos municipios sí y otros no. Y según lo que te decían trabajabas o no». Tiene la convicción de que «se cebaron con la hostelería» y que trataron a todos por igual. «Nos metieron a todos en el mismo saco. Daba igual si tenías terraza, si eras un establecimiento con mesas y ventilación que un pub nocturno. Para todos se empleaba el mismo rasero. Y eso era muy injusto».
En su restaurante se cumplieron «a rajatabla» todas las medidas que se iban adoptando, asegura. «Mesas de 6, mesas de 4, distancias, mascarillas que solo se quitan para ingerir... Perdimos alguna oportunidad de negocio por negarnos a cosas que otros aceptaban. Entiendo que lo hicieran, era muy difícil sobrevivir con lo poco que se trabajaba y cada uno hacía lo que podía. Pero se llegaron a vivir situaciones de tirantez entre nosotros», reconoce la hostelera.
En su restaurante trabajan un docena de personas. «Doce nóminas para cubrir mensualmente, cada uno con sus problemas y circunstancias en casa. El primer golpe fue el retraso en los pagos de los ERTE», dice emocionada cuando echa la vista atrás. «Fue largo y duro. A veces incluso hasta ilógico. Yo vivo encima del restaurante, bajaba y lo veía todo vacío, todo parado y se me caía el alma a los pies, hasta que enfermé. No podía más», manifiesta.
De entre los momentos de rabia que no puede olvidar rescata aquel en el que por un contagio en un gimnasio de la localidad subió la tasa de incidencia. «Un brote en un gimnasio. 27 positivos dentro. ¿Crees que tomaron medidas en las zonas de deporte? No. Se cerraban bares y restaurantes. No era de recibo. Además, veía cómo la gente se juntaba en casas o en locales porque no podía hacerlo con control en los bares. Y la exigencia solo era para hostelería. Se nos trató de manera muy injusta», incide. «Soy consciente de que tenían que hacer algo y estábamos en una pandemia, pero todo iba encaminado hacia nosotros».
En caso de que decidan reclamar no espera que la indemnización pueda ser «acorde a lo que sufrimos». Destaca que el ayuntamiento de Azpeitia les dio «una pequeña ayuda». Mientras que del Gobierno Vasco «solo recibimos 3.500 euros», lamenta. «Para doce trabajadores y meses cerrados. Ellos dirán que han ayudado pero nos hemos sentido muy solos en estos dos años de pandemia. Es muy fácil decir que no se puede abrir pero sin darte una solución para llegar a fin de mes».
Ahora el trabajo «afortunadamente» va bien. «Hemos vuelto a la situación prepandemia con los menús de lunes a viernes, y a la carta los sábado y domingos con las bodas y comuniones. A la gente se le ve con ganas de celebrar», se congratula. «Lo malo ha sido que después de la pandemia se implantó el Ticket Bai, y para poner todo en marcha hemos tenido que desembolsar cerca de 8.000 euros. Así nos ayudan», se lamenta.
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