Las palabras no tienen dueño. Viven libres, indómitas, esperando que alguien las ubique en un poema o en un agravio. Las palabras no se compran, ... no pueden privatizarse, pero están cargadas de poder porque dan significado y sentido a lo que somos, defendemos, creemos o denunciamos. Las palabras nacen en libertad pero suelen caer prisioneras de poderosos que se sirven de ellas para construir su verdad. Para cimentar unos principios o hacerlos volar en mil pedazos.
Las palabras describen una realidad y ésta puede ser hermosa o aterradora. Hay palabras arrojadizas, palabras puñal o palabras amenaza que abren grietas sociales. Hay palabras caricia, consuelo, que nos hacen ser y sentirnos mejores. Eliges quién eres cuando escoges las palabras que quieres utilizar.
Estrenamos uso de razón cuando comenzamos a ordenar palabras en nuestra caja de herramientas y aprendemos a utilizarlas. Cuando pronuncias una palabra por primera vez millones de personas la han usado anteriormente a lo largo de los siglos. Es una gran responsabilidad conjugar con propiedad palabras como Libertad o Justicia cuando tanta gente ha sufrido por ellas.
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