1970 | Más leyenda que realidad en los rodríguez
Las aventuras de los maridos trabajadores que se quedaban solos en verano eran un mito. «Por algo las esposas de los Rodríguez se marchan tan tranquilas de veraneo sin que dudasen acerca de la fidelidad»
Hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de veraneo». Así define el diccionario de la Real Academia al rodríguez.
La ... figura, al que inevitablemente le ponemos cara de José Luis López Vázquez, la asociamos al pasado, cuando las familias veraneaban en el pueblo, las relaciones matrimoniales eran otras y había cierta desconfianza hacia el machito que se quedaba solo en casa, con la posibilidad de, así se decía, echar una cana al aire.
Cuando el mito del rodríguez aún estaba presente, en la última página de EL DIARIO VASCO del 25 de julio de 1970, leemos un curioso artículo de Pedro Cuesta titulado 'Leyenda y odisea del 'Rodríguez'». En él situaba la figura como un producto del capitalismo...
«La época industrial y la burocracia como manía dieron a luz al Rodríguez. 'Algunos se tienen que quedar, el negocio no puede cerrarse'. Y el que se quedaba era, y es, el Rodríguez. La mujer y los niños cogían el dengue y se iban al pueblo con los abuelos. Ahora se van donde el 'boom' turístico. Y el Rodríguez es el hombre que se queda».
Señalaba Pedro Cuesta que antaño las esposas mandaban a los hijos al pueblo y permanecían en la ciudad con sus maridos. Ya no. «Tú te tienes que quedar... pues te quedas. Yo me voy, porque este calor no hay quien lo aguante».
El rodríguez cogía cada sábado el coche para reunirse con su familia. El lío, o el mito, estaba en los días de labor...
Coqueteos y piropos
Recuerden que esto lo escribían hace 55 años, en 1970, cuando ya detectaban que las aventuras sexuales de los rodríguez no eran reales...
«Pero aventuras, lo que se dice aventuras... no van con el Rodríguez, que suele ser un hombre de ingresos terciados y con una moralidad a prueba de soledad. Lo que pasa es que la leyenda es la leyenda. Por algo las esposas de los Rodríguez se marchan tan tranquilas de veraneo sin que les asalte la menor duda acerca de la fidelidad de sus maridos».
Cuesta animaba a los Rodríguez a aprovechar la oportunidad para hacer cosas que siempre se postergan en una casa con niños: «Buena parte del tiempo se puede dedicar a dormir, a leer los libros que esperan en la estantería (...), a pasear solitario por los parques de la ciudad, a escuchar la música que le gusta a uno, etc. Si el Rodríguez trabaja sólo por la mañana, muy bien puede dedicar un rato a visitar un museo o hacer alguna excursión por los alrededores».
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