Jornada de compras y largas colas al sol
Los días festivos de Semana Santa han motivado desde el lunes un aumento paulatino de la actividad comercial que se reavivó ayer, animando las calles y proporcionando cierta sensación de normalidad
Seis personas por delante en la frutería a las ocho y veinte de la mañana. Once en la pescadería media hora más tarde. Tal como ... se preveía, las primeras experiencias del día hacían presagiar una jornada marcada por las colas y las esperas.
Es habitual que en los días previos a tramos festivos largos como el que comienza hoy la afluencia de compradores sea significativamente mayor. No obstante, el hecho de que la situación que atravesamos no sea normal marcó la diferencia. Por una parte, estamos obligados a pasar en casa días para los que muchos ya tenían planeadas salidas y actividades especiales, y eso se notó en la composición de los carros de la compra. Por otra, las obligadas medidas de seguridad que están adoptando los establecimientos ralentizan y complican maniobras que antes ejecutábamos de manera automática, y eso se notó en las colas.
Pero, dado que después de tres semanas y cuatro días de estado de alarma nos hemos convertido en recolectores experimentados, y hemos desarrollado nuevas habilidades, ha predominado la previsión, lo que significa que las compras se han ido intensificando de manera escalonada desde el lunes. «Hay que agradecer a la ciudadanía que la venta se haya repartido estos días y, aunque las primeras horas de ayer fueron un poco más agobiantes, no ha habido especiales problemas», confirmaba Miguel Ángel Zamorano, director de Gestión de Tiendas y marketing del Grupo Uvesco.
Eso no impidió que las colas afectaran -sobre todo a la mañana, la tarde fue mucho más tranquila- a todo tipo de establecimientos. Desde los grandes hipermercados de los extrarradios a los comercios urbanos: supermercados, carnicerías, pescaderías, fruterías, estancos, tiendas de alimentación (incluso las que abren los festivos), cajeros... Mantenían las dimensiones habituales las de las farmacias -no, ayer tampoco había mascarillas- y las panaderías. Estas últimas, al igual que los puntos de venta de prensa, hoy abren con normalidad.
En la zona elegida para la batida de reconocimiento -el barrio donostiarra de Amara Berri, que puede ser representativo de bastantes entornos urbanos y humanos guipuzcoanos-, a eso de las 10.30 se disputaban el récord de longitud las colas de Super Amara, en Isabel II, y Eroski, en el centro comercial Arcco. La primera serpenteaba por la plaza de los Soldados y su extremo coleteaba a pocos metros de la avenida de Madrid. La segunda salía por la puerta de la plaza de Irun, discurría por Gregorio Ordoñez pegada a un lateral del edificio y terminaba en la puerta opuesta, en Corsarios Vascos. Quienes conozcan la zona captarán la magnitud de las colas. Quienes no estén familiarizados con el barrio pueden mirar en Google Maps.
Más reducidas eran las hileras de clientes en otros supermercados como Dia, Super BM o TodoTodo, pero como todo observador de colas sabe, su avance y el consiguiente tiempo de espera no solo depende de la longitud, sino del número de cajas en funcionamiento dentro del establecimiento.
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En cualquier caso, hacer cola no parecía resultar especialmente molesto para la mayoría. Pasar un rato al sol produciendo vitamina D y procesionando pausadamente permitía experimentar cierta sensación de normalidad a cámara lenta. «Ya sé que no se debe hacer, pero no te diría yo que no se me vaya a olvidar algo para volver a estar un ratillo al sol», decía frente a los juegos infantiles vacíos de la plaza de los Soldados Nieves Prieto (también podría ser Nieto, la mascarilla no facilita la comunicación).
Más producto fresco
Miguel Ángel Zamorano confirmaba la impresión derivada de espiar carros ajenos. «La fiebre por el papel higiénico o la lejía de los primeros días se ha frenado. Estos días se está comprando mucho producto fresco porque, ya que no se puede comer fuera de casa, le estamos cogiendo el gusto a cocinar». También era notorio el peso en la factura de lo que él, como profesional, llama «productos de indulgencia», que no son los más sanos pero reconfortan. «Me voy a permitir un capricho», decían algunos carros. «Me voy a dar un homenaje, y afortunadamente no voy a tener que coger el coche», proclamaban otros.
En cuanto al género, no había muchos problemas para completar la lista de la compra, aunque adquirir productos como pan de molde, huevos o harina -que les aproveche el bizcocho- podía requerir hacer más de una cola. Y hoy, destacaba Zamorano, muchos trabajadores se esforzarán para que los siguientes días críticos -el sábado, el martes y el miércoles- los lineales vuelvan a estar llenos.
La fiebre del bizcocho
Aiende S. Jiménez
Confiéselo. En estas más de tres semanas de cuarentena su casa ha olido al menos una vez a bizcocho o galletas recién hechas. De lo contrario, será de esos pocos ciudadanos que aún no han sido contagiados por la fiebre de la repostería casera. Tenga cuidado, porque el virus se expande sin medida y resulta ya imparable.
Los primeros días, cuando las previsiones de un confinamiento largo no eran certeras, surgió un fenómeno por el que miles de personas hicieron acopio de paquetes y paquetes de papel higiénico. Una vez asentado y asumido que el estado de alarma va para largo, la población se dio cuenta de que el verdadero Santo Grial de los productos de primera necesidad lo formaban la levadura, la esencia de vainilla y las pepitas de chocolate. Los más previsores llegaron a tiempo, pero ahora resulta más difícil encontrar alguno de estos artículos en los supermercados que buenas noticias en los telediarios.
La ventas de todos los ingredientes que se utilizan en repostería se han disparado. Así lo confirman desde los supermercados Super Amara. Las de la levadura en sobre y la esencia de vainilla han aumentado un 900% desde el 23 de marzo, aseguran sus responsables. También lo han hecho las de la gelatina, los fideos de cacao y de colores para decorar tartas, las diferentes coberturas, las almendras laminadas, el coco rallado, los sobres para hacer flan o natillas... Los supermercados tratan de reponer estos productos a diario, pero desde Super Amara reconocen que en algunos de sus establecimientos la harina de repostería y la levadura en polvo llevan días agotadas.
Pero a muchos también les ha dado fuerte con hacer su propio pan casero. La levadura fresca que se utiliza para ello, «un producto que apenas tiene salida», está totalmente agotada.
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