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Una familia y un hogar para un border collie en Zarautz: «Nos elegimos mutuamente»
La historia de este collie es la de decenas de perros que cada año son abandonados en Gipuzkoa. Acabó en la protectora pero ahora tiene una familia en Zarautz. Otros, en cambio, no siguen la misma suerte
Naroa Ascunce
San Sebastián
Miércoles, 6 de agosto 2025
Hace apenas siete días que Iñigo Landa, vecino de Zarautz, adoptó a 'Bizkor', un border collie de cuatro años y medio que llevaba un mes en la Protectora de Animales de Gipuzkoa. La conexión fue instantánea. «Se ha convertido ya en uno más de la familia», asegura. El reencuentro con su antigua cuidadora en una visita a la clínica veterinaria es una muestra de ello: saltos, lametones y una alegría desbordante, como si el animal supiera que esa persona le había puesto en el camino hacia su nueva vida. El caso de 'Bizkor' es uno de tantos con final feliz. El programa 'Dog House', presentado por la cantante Chenoa, ha dado visibilidad a historias similares. Pero no siempre el destino es tan generoso. La protectora recibe cada año decenas de animales que han sido abandonados o maltratados, y no todos encuentran una familia.
En el caso de Iñigo, la decisión de adoptar fue meditada. Vive en un edificio familiar con jardín, junto a sus hijas de 9 y 11 años, su mujer, sus padres y su hermano. «Tenemos espacio, así que es perfecto para tenerlo», explica. Aunque pensaba que iba a suponer más trabajo, la experiencia está superando todas sus expectativas. «Es una gozada. Hay que enseñarle cosas, claro, pero pensar que por venir de una protectora va a ser un perro malo o loco es un error. Son muy buenos».
El proceso de adopción ha sido «rápido e inmediato. Nos elegimos mutuamente», resume Iñigo, recordando el momento en que conoció a 'Bizkor'. «Le metía la mano, me la chupaba, me mordía jugando… Vi que era él». Aunque no fue su primera opción –otro perro le había llamado la atención, pero no podía ser adoptado por estar inmerso en un proceso judicial–, el destino hizo su parte. «Vine con mi madre, era una sorpresa para mis hijas, y en cuanto lo vi, supe que nos íbamos juntos, aunque tuve que esperar 15 días». Para Cristina Mintegui, encargada del refugio en Usurbil, 'Bizkor' siempre fue un perro activo pero tranquilo. «Muy bueno, como todos. En el refugio, con tantos juntos, hay que tener cuidado sobre todo a la hora de la comida, pero es lo normal».
«Gracias a Bizkor paseamos más»
Adoptar no significa romper con la rutina, sino adaptarla. «Hacemos lo mismo, solo que ahora paseamos más. Pero es una buena excusa para pasar tiempo en familia», dice Iñigo. De día 'Bizkor' corretea por el jardín y de noche duerme en su caseta, justo al otro lado de una ventana que comunica con el salón. «A veces lo vemos tumbado y nos acostamos junto a él».
Iñigo ha convivido con perro toda la vida: dos pastores alemanes, un bóxer y un setter; cada uno en su momento, le han visto crecer. «Todos murieron de viejos, salvo uno, que fue envenenado durante un robo. «Desde mi último perro han pasado 25 años», cuenta. La motivación esta vez fue doble: «Por un lado, darles la ilusión a mis hijas. Pero también porque yo tenía ganas de un compañero». Las niñas no pueden estar más felices. «Es nuestro primer perro y estamos encantadas», comenta Maddi. Junta a ella está su hermana pequeña Maite, que llevaba «nueve años pidiéndolo» y ahora no se separa de él. «Cumple años el mismo día que yo, el 3 de enero. Es superguay», dice emocionada. Ya está intentando convencer a su padre para adoptar otro: «Quiero que tenga un hermanito, un compañero». Pero el zarauztarra lo tiene claro: «En esta casa está muy acompañado, con las niñas, con mis sobrinos… No se aburre como para meter otro ahora». Según explica la familia, «algunas cosas como peinarle cuestan», pero poco a poco lo están «trabajando con cariño».
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Muy diferente es la historia de Juan Manuel González y Joanna Casimiro, aunque el final –feliz– es similar. Su perra, 'Laida', no corre por jardines llenos de niños, pero vive desde hace un año en un hogar tranquilo y lleno de amor. Tiene ya una edad avanzada, aunque eso no les importa: de hecho, es justo lo que buscaban. «Cuando llegamos a la protectora preguntamos qué perro es el que más lo necesita… y nos lo llevamos», explica Juan Manuel. «Son los más difíciles de colocar y muchos han estado años aquí».
Tres perros adoptados
La pareja lleva tres perros adoptados de la protectora y cada uno llegó a su casa «en sus últimos años de vida», indica Joanna. «Cuando se muere uno, cogemos otro con la motivación de poder darle un final digno y lleno de cariño». Antes de 'Laida', tuvieron uno con problemas cardíacos degenerativos que murió tras un año y medio. También acogieron a una perra de 16 años que vivía en un caserío y quedó sola tras la muerte de su dueño. «La esperanza de vida no es la misma que la de un cachorro, lo sabemos. Pero tiene otras ventajas como que no rompen cosas, no se hacen pis en casa… Eso ya lo tienen aprendido». En palabras de Juan Manuel, «los que ya nadie quiere son los que más cariño necesitan y los que luego más amor dan. A mí me lo han devuelto con creces».
Cristina Mintegui valora mucho estas adopciones, ya que no todos son «tan comprensivos» como Iñigo o Juan Manuel. No todas las familias tienen esa sensibilidad. «A veces vienen padres con niños que quieren un cachorro, que no suelte pelo, que no ladre… Y eso no siempre existe. O personas que llegan sin saber muy bien qué buscan y se van con un compañero inesperado». Sin embargo, a veces, el sentido común debe imponerse al deseo. «Una vez vino un señor de 90 años acompañado de sus dos hijas. Vivía solo y quería una perrita malinois de siete meses. Les dije que no. Que un cachorro y más de esa raza necesita correr. No puedo condenarlo a un ritmo de vida que no le corresponde», asegura Mintegui.