Doble crimen de Beizama: ¿Quién mató a Bibiana y a su hija María?
El 14 de noviembre de 1926 se descubrió el asesinato de una madre y su hija en un caserío de Beizama. Hubo una treintena de detenciones, desde la familiar más cercana a las víctimas a vecinos y conocidos. Todos quedaron en libertad tras una tortuosa investigación y el escabroso caso sigue abierto, dando pábulo a todo tipo de especulaciones
Hay pueblos que son conocidos y reconocidos, por lo que perviven en la memoria popular, gracias a sus monumentos, hazañas de hijos ilustres o, lamentablemente, ... tragedias naturales o no. Un doble crimen descubierto el 14 de noviembre de 1926 tiene estigmatizada a la pequeña localidad de Beizama desde hace casi cien años. Una mujer y su hija fueron asesinadas en un remoto caserío. Una tortuosa investigación judicial provocó una treintena de detenciones, desde la familiar más cercana a las vícitmas. Al final todos los procesados quedaron en libertad, y aunque no faltaron autores confesos el escabroso caso sigue abierto, dando pábulo a todo tipo de especulaciones que todavía hoy están vigentes y alimentan uno de los principales casos de la lista negra de crímenes en Gipuzkoa.
El pueblo de Beizama en 1926
Un municipio de más de medio millar de habitantes situado en el centro de Gipuzkoa
La localidad de Beizama se encuentra enclavada en el centro de Gipuzkoa, entre los valles del Urola y Goierri. En la falda del monte Illaun, dentro del macizo de Murumendi. En 1926 su casco urbano constituía la antigua encrucijada de los caminos que permitían llegar a Azpeitia, situada a unos 11 kilómetros, desde dos localidades muy importantes de la comarca del Goierri, Beasain y Tolosa. A la antigua capital foral hay 15 kilómetros y a la actual 39. En los años 20 del pasado siglo contaba con más de medio millar de habitantes, lo que contrasta con los 200 vecinos en la actualidad.
Gorosagasti
Un aislado caserío que no ha vuelto a ser habitado
El caserío Gorosagasti -también conocido como Korosagasti y Cosagasti-, sigue abandonado desde que ocurrió el doble crimen de Beizama, y solo quedan unas pocas ruinas, se encuentra en una aislada zona montañosa, a unos seis kilómetros del casco urbano de la localidad. Por tanto, alejado de la mano de Dios, o 'kasa kriston', como se dice coloquialmente en euskera. En el caserío vivían Bibiana Azkardi, de 66 años y que había quedado viuda hacia muchos años, y sus hijas Jacinta Odriozola, de 34, y María, de 27. Al parecer, dos de sus hermanos, de un anterior matrimonio, emigraron a América. Eran demasiadas bocas para un caserío con unos medios con los que apenas se podía subsistir económicamente, algo que ocurría en casi todas las diseminadas propiedades rurales del territorio.
El hallazgo de los cadáveres
La hija y hermana de las víctimas descubre los cadáveres y tiene una extraña reacción
Jacinta, que trabajaba como criada en una casa y en una fonda de Tolosa llamada Zoru Txiki, acudió el domingo 13 de noviembre de 1926 a su caserío aparentemente para visitar a su familia. Se encontró con los cadáveres de su madre y de su hermana. Informó del macabro hallazgo a unos vecinos. Curiosamente no eran los más próximos al lugar, los del caserío Garagartza. Acudió a otros que supuestamente eran más de confianza de la familia, los de Txapartegi. Otro dato desconcertante es, según testigos, que tras dar la primera alarma, como si nada hubiera ocurrido, volvió a su caserío para dar de comer a los animales, dos vacas, tres cerdos y 24 gallinas. Todo con una tranquilidad estoica.
A las cinco de la tarde del lunes fueron enterradas en el cementerio de Beizama Bibiana y su hija María, tras serles practicada la autopsia.
El doble crimen
Asesinadas con unas tijeras para esquilar ovejas y la escena de un supuesto robo
Se cree que el doble crimen se cometió el 13 de noviembre. Era ya noche cerrada, alrededor de las nueve de la noche, y alguien llamó a la puerta del caserío Gorosagasti. La joven María bajó de su habitación -se había acostado después de cenar- para ver quién era. Todo apunta a que nada más abrir la puerta fue atacada. Su cadáver fue hallado en la entrada de la casa. Presentaba una certera puñalada en el cuello asestada por la espalda. Junto a ella se encontraba nervioso su fiel perro Kanel. Curioamente, según informaciones de la época, semanas después unos turistas ingleses que visitaban el santuario de San Ignacio de Loyola y se enteraron del crimen y de lo fiel que era el can, quisieron comprarlo a Jacinta por 20 duros, pero al final no se realizó la venta.
Su madre, Bibiana, murió de una puñalada en el costado derecho y que le dañó un pulmón. Su cuerpo se localizó a unos 300 metros de la casa. Todo apuntaba a que la mujer oyó los gritos de espanto de su hija a la entrada del caserío e intentó escapar del asesino y pedir ayuda. Lo hizo descalza e iluminando con un farolillo el oscuro y embarrado camino hacia el caserío Garagartza.
Según la mayoría de las informaciones periodísticas de la época, el arma homicida utilizado fue «unas grandes tijeras para esquilar ovejas, empleadas sin abrirlas». Otras versiones menos verosímiles, en principio, aventuraban que se trataba de un cuchillo-bayoneta de fusil. En todas las estancias de la casa los muebles y las ropas estaban revueltas. El escenario apuntaba a que el móvil del espeluznante doble crimen había sido el robo. Lo corroboraba que luego se vio que faltaban objetos y dinero y que todas las estancias de la casa se encontraban revueltas. Posteriores inforamciones periodísticas aseguraban que en la casa había 1.500 pesetas y que nunca aparecieron.
Los primeros sospechosos
Las pesquisas se inician en el entorno más cercano a las víctimas
Nada más tener conocimiento del doble crimen el juez titular de, Azpeitia Pedro María Marroquín, se hizo cargo del caso. Acudió a Gorosagasti junto a los miqueletes de Bidania, que ya habían estado antes en el escenario del doble crimen, al igual que miembros de la Guardia Civil. Cómo suele ocurrir habitualmente cuando se investiga un crimen, las primeras pesquisas se centraron en el entorno más cercano a las víctimas. Comenzaron con dos pastores amigos de Jacinta, los hermanos Francisco y José Ignacio Aranburu, de Beasain. Rápidamente fueron descartados al contar con una sólida coartada. Lo mismo ocurrió con otros jóvenes baserritarras y tratantes de ganado, tanto de Beizama como de localidades cercanas.
Desde el inicio la principal sospechosa fue Jacinta. En Beizama no era ningún secreto que no mantenía una buena relación con su madre y su hermana. Incluso había rumores de que había intentado matarlas durante una cena poniendo arsénico en unas manzanas asadas. Algunos vecinos indicaron que tras ese incidente, que desembocó presuntamente en una fuerte discusión familiar, Jacinta decidió abandonar el caserío familiar y buscar trabajo en Tolosa. La sospechosa negó ante el juez ese incidente con un veneno que se utilizaba en el caserío para combatir plagas en el campo. Sí reconoció que la relación con los de su casa era muy mala. Afirmó que una vez puso una vela a los santos para conseguir que murieran su madre y su hermana. Según una información publicada a los pocos días la joven era muy fuerte, «espantando a algún galán, más que un tanto atrevido, a puñetazos».
Oída su declaración, y en vista de lo recabado hasta entonces, el juez decidió el día 20 procesarla y ordenar su encarcelamiento, primero en Azpeitia, incomunicada, y luego en la prisión donostiarra de Ondarreta.
Una tortuosa investigación
Una treintena de detenidos por orden del juez instructor
El juez tuvo conocimiento de que Jacinta había sido vista hacia las 23 horas de la noche anterior al doble crimen conversando en la puerta de su lugar de trabajo en Tolosa con un joven que vestía una blusa negra. Primero se pensó en un joven de Bergara, Antonio Iraustabarrena, quién lo negó tajante y convincentemente en su declaración judicial. Finalmente, la principal sospechosa no tuvo más remedio que desvelar al instructor del caso que se trataba de José Joaquín Aranzegi, que moraba en el caserio Lizardi, en Itsasondo. Allí se dirigió el instructor el día 25. Ordenó la detención de este sospechoso, sobre el que los periodistas terminarían asegurando que llegó a mantener una relación sentimental tanto con ella como con María. También el arresto de su padre, Miguel, y sus hermanos José Antonio, Martin y Fermina.
Tras varios interrogatorios, José Joaquín terminó admitiendo ante el magistrado el nocturno encuentro con Jacinta en Tolosa. Todos los Aranzegi quedaron incomunicados en el juzgado de Azpeitia. También se detuvo a la familia de otro caserío más cercano a Gorosagasti y del barrio Lizardi, compuesta por Ramón Mujika, su esposa María Josefa y la madre de ésta. Sus vecinos no daban crédito a lo sucedido. Los sospechosos fueron apoyados por unas 2.000 personas cuando fueron trasladados al juzgado de Azpeitia.
En las dos primeras semanas de la que ya se aventuraba una compleja investigación se produjeron una treina de detenciones. Uno de los arrestados, que supuestamente luego se vería que no tenía nada que ver con el doble crimen, se suicidó días después de su arresto. No solo vecinos de Beizama, también una familia de gitanos que había sido vista en el municipio pocos días antes. El juez declaró el secreto de sumario durante todo el tiempo de instrucción. Los diarios locales y estatales se hicieron rápidamente eco del doble crimen, y le dedicaron un amplio espacio en sus páginas. No era habitual que aparecieran brutalmente asesinadas un madre y su hija, y menos sin un motivo claro. Los medios pedían una condena dura y ejemplarizante para el autor o autores del macabro suceso que provocó una honda conmoción en todas las comarcas de Gipuzkoa.
Ante la falta de datos oficiales, muchos periodistas intentaron sonsacar información al propio juez, incluso cuando estaba comiendo en un restaurante, pero nunca tuvieron éxito. Al final se vieron obligados a escribir sus crónicas en base a rumores, testimonios de dudosa veracidad, declaraciones de vecinos de las víctimas que a veces no contrastaban, y lo que desvelaban los atemorizados sospechosos que entraban y salían del juzgado de Azpeitia por orden del juez.
Las impresiones de los periodistas
Desde un padre peligroso a las amenazas tras un infanticidio
Entre las impresiones de los periodistas que se ocuparon del doble crimen, después de que el juez asegurara que «el móvil del hecho no es el robo ni pasional. Cuando se haga pública la verdad la opinión ha de quedar profundamente horrorizada», estas son algunas de las más llamativas: «Aun cuando algunas personas han querido presentar a la familia Aranzegi como honorable y prototipo de las virtudes de la raza, lo cierto es que José Miguel es un sujeto peligroso y libre de todo escrúpulo».
«El móvil del crimen es el siguiente: José Joaquín Aranzegi tuvo dos hijos con María Odriozola, la cual mató a las dos criaturas. Jacinta, que tenía un odio a muerte a su hermana y a su madre, amenazó a José Joaquín con denunciarlo al Juzgado como infanticida si no mataba a las dos citadas mujeres. José Joaquín, que iba a casarse en fecha próxima, habló a su padre del asunto y entre los dos resolvieron cometer el crimen» .
«A pesar de los abrumadores cargos acumulados contra José Joaquín, éste no ha confesado su delito. En cambio, Jacinta ha confesado con tal claridad, que el juez dice que es una de las personas a quienes ha oído hablar con más claridad».
Los periodistas se hicieron eco de rumores tan escabrosos como que el caserío Gorosagasti era una casa de lenocinio donde se tenían hijos y luego se mataban. El profesor ordiziarra Agustin Linazasoro ha llegado a señalar que se encontraron huesos de una veintena de cadáveres de bebés. También informaron de que Jacinta se había vuelto loca durante su estancia en la prisión de Ondarreta.
Como en 'Fuenteovejuna'
Los vecinos de Beizama recelan de un juez «de fuera»
Además, el juez sospechó en todo momento que muchos vecinos de Beizama y de localidades cercanas actuaban como en 'Fuenteovejuna', la obra teatral del Siglo de Oro escrita por Lope de Vega. Nadie había visto nada, ni sabía nada. Incluso entre ellos se revelaban lo que habían declarado en dependencias judiciales. Tampoco ayudaban de cara a la investigación los recelos de los beizamatarras ante una autoridad judicial «de fuera» y que ni siquiera hablaba euskera. Y muchos de los testigos y sospechosos apenas hablaban castellano. Podía no ser el caso de Jacinta, que ya llevaba tres años como criada en una casa de Tolosa en la que no se hablaba euskera. El instructor contaba con un funcionario que le traducía lo que declaraban los arrestados
La reacción del magistrado era simple y contundente, no se creía la argucia del idioma, y al que no colaboraba lo metía en el calabozo. Lo dejaba en libertad si le convencía su exculpación. Hasta llegó a ordenar la detención del secretario del Ayuntamiento de Itsasondo, ya que sabía que se había puesto en contacto con uno de los principales procesados para informarle de que su mujer había sido llamada a declarar. El instructor también recibía muchas presiones, tanto de las autoridades municipales como de los abogados de los procesados, sobre todo los de la familia Aranzegi, e incluso de miembros de la Iglesia. Incluso recibió amenazas anónimas, dos de ellas desde Madrid, para que pusiera en libertad a los principales sospechosos, en especial de los Aranzegi. El juez consideró que las cartas sólo pretendían desviar la atención. Como medida de presión, dispuso que a los detenidos no les fuera servida de una fonda, sino que utilizaran la cantina de la cárcel. Según la prensa de la época, José Joaquin «estaba abatido y comía muy poco, y se proporcionó a los arrestados colchones de la Casa de Misericordia de Azpeitia para que estuvieran más cómodos en las celdas».
Muchas preguntas sin respuesta
¿Llevó a cabo Jacinta el doble asesinato por amor y para heredar el caserío?
La investigación del juez iba dando tumbos y eran muchas las preguntas que se hacía el instructor, sin hallar una respuesta. También los periodistas y sus ávidos lectores. Estas son algunas de las incógnitas más sobresalientes: ¿Por qué había acudido Jacinta al caserío ese domingo? ¿Sabía que su madre y su hermana, con las que tan mala relación tenía, estaban muertas? ¿Qué explicación tenía que tras hallar los cadáveres se pusiera a dar de comer a los animales y no expresara ningún síntoma de pesar? ¿Cómo podía ser un extraño de la familia el autor del doble crimen si el perro de la casa era tan fiero con los forasteros? ¿Llevó a cabo Jacinta el doble asesinato para heredar la propiedad? ¿Cómo era posible que José Joaquín Aranzegi, llamado a ser el heredero del caserío paterno, además de un joven apuesto y de una familia mucho más pudiente que la de Gorosagasti, estuviera enamorado de una mujer de 34 años y poco agraciada? ¿Cometió el doble crimen porque las víctimas no aprobaban su relación con Jacinta? ¿Qué papel jugaban los Aranzegi o los Mujika en todo este embrollo? ¿Confesó José Joaquín el doble asesinato a su padre y éste le encubre, e incluso al día siguiente del crimen acudieron ambos al caserío Gorosagasti para que todo pareciera un robo que había acabado mal, e intentar así desviar la atención de la Justicia?
El instructor sometió a Jacinta y a José Joaquín Aranzegi a varios careos. La primera le acusaba «de forma categórica y terminante, aunque sin dar más detalles», al igual que a su progenitor, de los asesinatos. Todos los Aranzegi reafirmaban su inocencia una y otra vez. Postura que repetían el resto de porcesados. Nadie confesaba la autoría del doble crimen.
Un testimonio incriminatorio sin consecuencias
Una hija de los principales sospechosos aportó las principales pistas
Una de las hermanas de Joaquín Aranzegi fue la única que supuestamente aportó algo de luz al caso durante sus declaraciones ante «las preguntas hábiles del señor juez». Según algunas informaciones periodisticas, Fermina dijo el 3 de diciembre «abiertamente» que su hermano José Joaquín habían perpetrado el doble crimen, «inducido por Jacinta», y había simulado luego el robo junto a su progenitor. Señaló que ese día no habían dormido en el caserío. Incluso que ella había lavado las camisas ensangrentada de ambos. No solo eso, y que las pertenencias de las asesinadas habían sido escondidas en un molino de Tolosa propiedad de la familia y en el monte Murumendi, al igual que el arma homicida. Llegó a ofrecerse al juez a mostrarle los lugares, pero luego se arrepintió y se desdijo de sus palabras. También aseguró, siempre según diarios de Madrid, que en las proximidades del caserío Gorosagasti «se encontraban enterrados dos niños, hijos de la difunta María Odriozola, y de los que se supone es padre losé Joaquín».
La prensa dedujo que, llevada por su odio hacia su madre y su hermana, Jacinta indujo a José Joaquín a cometer los asesinatos. Supuestamente le amenazó con airear el asunto en la comarca, algo que impediría su próxima boda con una joven de una adinerada familia de Itsasondo. Por eso la familia de Lizardi decidió tomar cartas en el asunto, cometiendo el doble crimen, mientras que la principal sospechosa preparara la escena del robo para que nadie pudiera involucrar a los tres con el caso. Al parecer, José Joaquín apuñaló a María nada más abrir esta la puerta del caserío y tras fingir que iba a abrazarla.
El juez, acompañado por miqueletes y guardias civiles acudieron a la zona y tras varias horas de búsqueda no se encontró ningún resto humano. En el molino sí se hallaron pertenecencias de las víctimas, entre ellas ropa blanca, pieles de corderos y quesos, entre otros efectos. Ese día también se detuvo en Tolosa a Francisco Lasa, socio de Martin Aranzegi en una serrería de la localidad.
A pesar de la ardua labor del juez nadie confesaba la autoría del doble crimen, tampoco existían pruebas concluyentes contra los sospechosos ni aparecía el arma utilizado.
Finaliza la instrucción del caso
Cierre de un sumario de 3.000 folios y un bastón de mando del Ayuntamiento de Azpeitia al juez
El 24 de diciembre de 1926 se consideraba que el juez había llevado a cabo una investigación rigurosa y completa. Lo muestra que el pleno del Ayuntamiento de Azpeitia aprobó ese día elevar al Ministerio de Gracia y Justicia un escrito ponderando «la laudatoria actuación del juez instructor del sumario». Además, se acordaba entregarle un bastón de mando.
El 2 de marzo de 1927 Marroquín dio por concluido el sumario de 3.000 folios y lo envió a la Audiencia Provincial de Gipuzkoa. Procesaba a José Joaquín Aranzegi como supuesto autor material del doble crimen, a su padre Miguel y a sus hermanos José Antonio, Martin, Fermina y Florencia. También a Jacinta como supuesta inductora y encubridora, además de al secretario del Ayuntamiento de Itsasondo, José Ángel Izuzquiza -quedó en libertad el 8 de diciembre-, a la familia Mujika, y a Francisco Lasa. Todos ellos como cómplices y/o encubridores del horrendo delito.
Antes, el juez había declarado a los periodistas que aun cuando algunas personas han «querido presentar a la familia Aroncegui como honorable y prototipo de las virtudes do la raza, lo cierto es que José Joaquín es un sujeto peligroso y libre de todo escrúpulo».
Quince días después, la Audiencia de Gipuzkoa decretaba la libertad de todos los arrestados menos de Jacinta como inductora, y de José Miguel y José Joaquín Aranzegi como coautores del crimen.
Una resolución sorprendente
El sorprendente fallo de la Audiencia de Gipuzkoa, todos en libertad
Para sorpresa general, el 19 de abril se devolvió el sumario a Azpeitia para que el juez titular practicase nuevas diligencias. Sin embargo, cuatro días después, cuando no había dado tiempo a practicar nuevas investigaciones o, algo poco probable, el instructor se había negado a ello, la Audiencia de Gipuzkoa acordó sobreseer la causa y poner en libertad a todos los detenidos . Consideró que no existían elementos suficientes para considerar culpables a los procesados y llevarlos a juicio oral, opinión compartida por el fiscal. Anunció, además, que se iba a llevar a cabo la reordenación judicial de Gipuzkoa, incluyendo la desaparición del Juzgado de Azpeitia, del que Marroquín era titular. Cuatro años después se dictó su traslado forzoso a la localidad alicantina de Dolores. Seguro que su despedida fue dolorosa a nivel personal y profesional porque no había podido resolver el crimen.
Se exculpó a Jacinta del doble crimen, pero se le abrió otro sumario por el supuesto intento de envenenamiento de su madre y de su hermana.
Tras su puesta en libertad, los Aranzegi -que abandonaron el juzgado de Azpeitia entre lágrimas- y los Mujika fueron recibidos en la plaza Itsasondo con una comida popular organizada por sus vecinos. Además, apenas una semana después los primeros presentaron una querella por calumnias e injurias contra varios periódicos locales que publicaron que eran los autores materiales del doble crimen.
La resolución de la Audiencia planteó nuevos interrogantes en relación con el doble crimen. ¿Validaba la tesis de que no había pruebas concluyentes contra los procesados y por eso ordenaba su puesta en libertad? Curiosamente, en esa época se llevaron a cabo en Gipuzkoa varios juicios con circunstancias similares. ¿Consideraba que la instrucción del juez no había sido correcta? ¿Era una evidencia de que el presidente de la Audiencia y la Fiscalía tenían una inquina personal hacia el magistrado por la popularidad que había adquirido en los medios y el apoyo que le prestaba el Ayuntamiento de Azpeitia? ¿O echaban por tierra sus conclusiones sobre lo ocurrido? ¿Presionó la Iglesia, tanto local como provincial, en las altas esferas judiciales del territorio para que nadie fuera condenado, y en especial la familia Aranzegi?
Supuestos autores confesos
Las confesiones de un preso, un huido de la Justicia y un tratante de ganado moribundo
Pero el caso no estaba cerrado para los periódicos. Cinco meses después del sobreseimiento del caso el diario madrileño 'El Sol' publicó esta noticia: «En la cárcel de Tolosa hay dos presos, uno de ellos de un pueblo cerca de Beizama, procesado por alteración del orden público, y otro llamado Francisco Basterrica, natural de Azcoitia, de cuarenta y dos años de edad. Parece que en las conversaciones mantenidas por estos dos presos…, Basterrica ha dicho a su compañero que él fue el autor del crimen de Beizama». El rotativo señaló luego que ueron interrogados por el juez, quien no se creyó la versión.
No fue la única confesión sorpresa. En marzo de 1928 fue detenido, cuando intentaba pasar la frontera por Behobia un individuo llamado Elías Aldama Echevarría. Estaba reclamado por el Juzgado de Vitoria y cuando declaró ante la Guardia Civil les aseguró era el autor del doble crimen de Beizama.
Como evidencia de que el doble crimen de Beizama supuso una honda conmoción en toda Gipuzkoa y siguió vivo en la memoria popular es que catorce años después de los hechos un tratante de ganado de Itziar que estaba en su lecho de muerte confesó presuntamente a su sacerdote que había sido el autor del doble crimen de Beizama. Así lo aseguró a sus feligreses el sacerdote desde el púlpito. No solo esto. Luxiano, conocido como 'Mekatxis' y del caserío Santuaran, también habría admitido que antes de las dos mujeres había matado a un tratante de ganado que pensaba emigrar a América. El cura no sabía si debía desvelar este dato a las autoridades civiles y pedió consejo al obispo y éste al Vaticano. Para cuando llegó la respuesta el hombre había fallecido.
La tesis de algunos vecinos de Beizama, y años después de investigadores del caso, era que Luxiano fue el autor del doble crimen y que el móvil había sido el robo. Una teoría señala que se hizo eco de los rumores que apuntaban que Bibiana y su hija María habían vendido recientemente un ternero y que guardaban el dinero obtenido en el caserío. Esto probaría que todas las dependencias del caserío estaban revueltas, como si todo fuera obra de un ladrón que en el último momento optó por no dejar testigos por medio del asesinato.
Tampoco han faltado versiones de que el cura de Itziar pudo haber mentido sobre la confesión del moribundo tratante de ganado a saber por qué razones.
El profesor ordiziarra Agustin Linazasoro sostiene una tercera versión de los hechos. A su juicio, Luxiano acudió al caserío Gorosagasti para matar a Bibiana y a su hija María por orden de los responsables de una trama de prostitución dirigida por 'jauntxos' de la zona. Aunque a principios del siglo XX se consideraba a la sociedad guipuzcoana, y sobre todo en el medio rural, como tradicional y de férreas convicciones cristinas, lo cierto es que también existían las prostitutas, las amantes e incluso se daban casos de criadas que se quedaban embarazadas de los amos del caserío.
Documentos perdidos en 1953
Unas históricas inundaciones se llevaron por delante todo el sumario
Por desgracia, el 13 de octubre de 1953 se produjeron una de las inundaciones más importantes sufridas en Gipuzkoa en el siglo XX. Por culpa de la riada se perdió todo el sumario del doble crimen que se custodiaba en el juzgado de Tolosa. Las aguas del río Oria llegaron a los tres metros. Ningún comercio se salvó, hasta el punto de que algunas piezas de una joyería aparecieron en Andoain.
La repercusión del doble crimen
Del libro de Pío Baroja a la polémica del cineasta Pedro Olea
El doble crimen de Beizama fue utilizado como base de inspiración para escritores, como Pío Baroja, y cineastas de la talla de Pedro Olea. El primero quedó impactado por el trágico y trasladó el suceso a sus libros Las mascaradas sangrientas y, más tarde a 'El cabo de las tormentas'. Llevó a cabo una minuciosa investigación sobre el suceso y aplicó algunos cambios ficticios adecuados para cada obra.
Realizó una contundente radiografía sobre la personalidad y circunstancias vitales de cada uno de los implicados en el caso. Responsabilizó a la Iglesia de que no se esclareciera el doble crimen. ¿Sería porqué entrañaba muchos pecados capitales y había implicadas familias conocidas y cristianas? Quién sabe.
También dentro del ámbito literario, hace tres años el chef Xabier Gutiérrez se ocupó del doble asesinato en su libro 'Sabor crítico'.
En 1988 el cineasta bilbaíno Pedro Olea quiso llevar al cine el doble crimen de Beizama, con el equipo de la película 'Akelarre', pero no pudo llevar a cabo su proyecto. Según denunció por un grave enfrentamiento con los responsables de Cultura del Gobierno Vasco, entre ellos el consejero Joseba Arregui. Al parecer, se negaron a subvencionar el filme, tras presentar el guión, «por ofrecer una mala imagen del País Vasco». El director decidió entonces abandonar Euskadi y regresar a Madrid.
El bertso más popular sobre el crimen
El bertsolari Patxi Erauskin dio su particular versión de los hechos
Durante décadas muchos bertsolaris extendieron los misterios del doble crimen de Beizama en tabernas y plazas de Gipuzkoa. En 1927 Patxi Erauskin Garmendia (nacido en Zaldibia en 1874 y fallecido en Ordizia en 1945), conocido como 'Errotaria' y 'Patxi errota', popularizó este singular 'bertsopapera', modalidad de versos escritos no improvisados, que contiene muchas claves:
Auxen da era etorri
bertso batzuek jartzeko,
kulparik gabe preso egon diran
itsasondotarrantzako;
letra bat ez da izango
inor ofenditutzeko,
eskerrak onak lege-gizonak
zeuzkatela libratzeko.
Millaz ondoren bederatzi eun da
ogei ta seigarren urtean,
Azaroaren amalaueanegun senalamentean,
negargarri bat gertatu zana
Guipuzkoa'ko partean,
Beizama erriko korosagasti
baserri etxe batean.
Etxe orretan bizi ziraden
ama ta alaba bakarrik,
lanean zintzo saiatzen ziran
egin gabetan oporrik;
egun orretan arkitu ziran
biak ill da otziturik,
Euskalerrian ez da gertatu
askotan orrelakorik.
Jazinta odriozola beste alaba
neskame zegona Tolosan,
egun orretako amaikaetan
etxe ortara igo zan;
bere ama ta aizpea illak
billatutzaille bera zan,
aditzerakin ala errira
destetxaetan joan zan.
Jazinta bera parte ote zan
jarririk errezoloso,
kulparik gabe egota're
izan zeikean akaso;
zerbaitegatik sartua zuten
bigarren aldian preso,
ez da gainera libratu ere
garbi jakin arte oso.
Agintariak saiatu ziran
nun billatuko usaiak,
ama-alaba il zituztenak
agertutzeko etsaiak;
lendabiziko artu zituzten
ijitano ta artzaiak,
kulparik gabe preso, etzeuden
aien biotzak lasaiak.
Andik urrena Itsasondoko
Lizarditara jo zuten
aurrean artu Azpeitia'ko
kartzelara zuzen-zuzen;
periodiko batzuek berriz
gezur aundiak zabaltzen,
oiek kulpante ornen zirala
baita«re askok sinisten.
Eriotz aiek bateonbatek
egin zituan serio,
esan lezake elkarrengana
asko zutela odio;
aizken orduan guztion aitak
kontuan artuko dio,
zenbait familik negar egin du
kaso ori zan medio.
Aita semeak, ama-alabak,
senar eta emaztiak,
izan dituzte oso garratzak
gau t'egun, jai ta astiak;
kulparik gabe eraman bear
oinbeste pena tristiak,
orain etxean libre daude ta
aztu bitzaie guztiak.
Ondo dakigu iltzaile oien
billa zorrotz dabiltzala,
denok nai degu gaizki eginak
arren argitu ditzala;
merezi du-tabizia kendu
edo betiko itzala,
kulpa gabe preso egotetikan
Jainkoak libra gaitzala.
Maiatz illaren ogei ta batean
ta larunbat arratsian
itzenekoak aita-semeak
erabat libratu zian;
poz-dardara bat sartu zitzaigun
askori bai biotzian,
lo-gurerikan inork etzeukan
oiek errian sartzian
aien biotzak lasaiak.
Orra azaldu kulparik gabe
nola egonduak diran,
inorentzako mesederik ez,
familientzat galeran;
onra emanaz bertsoak kanta
mundu guztien aurrian,
iltzaile krimen lapurrik ezta
Itsasondo'ko errian.
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