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Pasan pocos minutos de la una de la tarde y el timbre de la casa de Sandra González, situada en el casco antiguo de Lezo, ... no para de sonar. Esta colombiana que lleva ya 18 años en España se convierte en anfitriona de una de las comidas Bizilagunak, que organiza anualmente SOS Racismo para «hacer frente a prejuicios, estereotipos y discursos de odio presentes en nuestra sociedad». A ella, su hijo Aimar y su hermana Vicky, se suman sus compatriotas Alba Luz y Moraiva. Pronto llegan la hija y el nieto de esta última, Vanesa y Derek, de cuatro años, además de la familia errenteriarra Alfonso-Ibarguren, formada por Txuss y Olatz, con su hija Udane.
Los diez compartirán durante las próximas horas mesa e infinidad de historias escritas a uno y otro lado del Atlántico. «Nos hemos juntado mucha gente, pero no importa. Como decimos en mi país: ¡Échale más agua a la sopa!», bromea mientras prepara un menú típicamente colombiano.
Sanda González
Anfitriona
El plato estrella es una bandeja paisa, la receta insignia de Antioquia. «Es un plato fuerte que lleva frijoles, arroz, morcilla, chorizo, huevo frito, aguacate, chicharrón y plátano maduro en tajadas», explica Moraiva. La familia Alfonso-Ibarguren lleva a la cocina el bizcocho elaborado por Udane, queso y sidra que Olatz se apresura a servir para protagonizar el primer brindis de la jornada. «¡Por nosotros!», dicen Sandra y sus amigas. «Gora gu ta gutarrak!», exclama Txuss.
Roto el hielo, los comensales comienzan a conocerse. Es el momento de presentarse y compartir vivencias. Vanesa llegó hace ya seis años y en la actualidad trabaja en Errenteria, donde el pequeño Derek juega en euskera con otros niños; su madre, en cambio, dejó su trabajo como enfermera en un hospital y vino a Euskadi hace solo siete meses.
Txuss Alfonso
Invitado
Txuss escucha sus relatos con empatía. También su padre se vio obligado a emigrar décadas atrás. «Tenía 16 años cuando dejó su pueblo en Salamanca para venir a trabajar a Euskal Herria. Vosotras, como él, sois migrantes de primera generación, o sea, nómadas, porque os daría igual vivir en una región o en otra, pero Derek sentirá que es de aquí. Hablará euskera y hará amigos», argumenta. Vanesa asiente: «Derek ya dice que él es vasco».
Vascos y colombianos tienden puentes hablando de lo que les separa. «Somos muy diferentes», admite Sandra. «El choque cultural es fuerte. Los colombianos somos más zalameros. Ustedes, los vascos, son más directos. Es difícil llegarles, pero cuando abren la puerta, es para siempre», asegura. Txuss y Olatz prometen que la amistad que ha comenzado a nacer no se acabará cuando la comida concluya. Su anfitriona sonríe. «Estos espacios son muy importantes para que se dé el diálogo y la apertura», coinciden en señalar.
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