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Un hombre ha sido condenado a 16 años y 3 meses de cárcel por un delito continuado de agresión sexual contra su hija, menor de ... edad en el momento de los hechos. También deberá indemnizar a la víctima con 50.000 euros en concepto de responsabilidad civil por daño moral y se le ha impuesto una orden de alejamiento de 200 metros. El procesado negó los hechos durante el juicio celebrado en la Sección Tercera de la Audiencia de Gipuzkoa el pasado mes de diciembre, asegurando que la joven lo denunció «para ganar puntos con su madre». Sin embargo, el juez ha desestimado su versión imponiendo una condena de más de 16 años por un delito continuado de agresión sexual.
Los hechos se remontan al verano de 2017 cuando, hallándose ambos en su casa de Donostia, el condenado entró en la cama de la víctima –en ese momento tenía 12 años–, le realizó, contra su voluntad, tocamientos por la zona del pecho, llegando a cogerle fuertemente de la mano y a ponérsela en su pene, «tocándose la zona genital con la mano de la menor» al mismo tiempo que le decía 'mira cómo me pones, me gustas mucho'.
Al día siguiente, el procesado volvió a acceder a la habitación de su hija, se bajó los pantalones, le bajó a ella la ropa que llevaba puesta y, estando tumbados en la cama, «le introdujo su pene en la vagina sin su consentimiento». En ese mismo verano, cuando la menor se encontraba residiendo en Valladolid con sus abuelos paternos, el encausado le empezó a hacer, sin su consentimiento, tocamientos en la zona del pecho mientras se encontraban en el garaje del domicilio. Después, introdujo a la menor en la parte de atrás de un turismo y, en su interior, la penetró vaginal y analmente.
Casi un año después, en abril de 2018 y de nuevo en Donostia, durante una discusión el condenado le cogió del pelo y le agarró del cuello, ahogándola, sin llegar a causarle lesión objetivada alguna. Un mes más tarde, entró en la habitación de su hija, la puso en la cama boca abajo contra su voluntad, al tiempo en que la sujetaba fuertemente e introdujo su pene en la vagina de la menor.
Ese mismo mes de mayo el procesado, hallándose en la habitación de su hija, que se encontraba dormida, le bajó el pijama y empezó a lamerle la zona de la vulva, despertándose en ese instante. Acto seguido, el acusado condujo a su hija sin su consentimiento a la cocina y la penetró analmente. También en mayo, le dijo a la menor que fuera a la cocina y, al manifestarle ella que no, la cogió del brazo y la llevó hasta allí. Una vez en la cocina, el procesado le bajó el pijama a la menor, la puso de espaldas a él e introdujo su pene en el ano de su hija contra su voluntad.
Durante estos episodios, el condenado manifestaba que ella «era solo de él y de nadie más, que no podía tener otro novio, que su novio era él, que se sentía celoso de ella, que no era capaz de ver a su pareja como mujer, que la quería a ella y no quería separarse de ella». Los hechos se repetían «casi todos los días», cuando encausado y víctima se quedaban a solas en la vivienda de Donostia o el resto de familiares dormía. También aprovechaba cuando la menor se estaba duchando para acceder a la ducha y mantener tales relaciones sexuales con ella.
Amedrentaba y atemorizaba a la menor, manifestándole que «si relataba lo ocurrido a alguna persona la sacaría del centro escolar al que acudía, de la actividad de judo que hacía la menor o denunciaría a su madre», haciéndole, en más de una ocasión, un gesto «como de apretarle el cuello y ahogarla». La víctima padeció de una afectación psicológica, en forma de daño emocional, potenciando la sintomatología previa que presentaba, cronificándola.
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