Un equipo de físicos de la Universidad de Leicester ha demostrado que es imposible bailar con unos zapatos de cristal. Por muy grácil que fuera ... la figura de Cenicienta su peso corporal habría hecho añicos los célebres zapatitos.
Parece un exceso de celo juzgar, con mirada científica, un cuento en el que los ratones se transforman en caballos y una calabaza en lujosa carroza. Pero es preciso recordar que ha habido Cenicientas desde siempre y en todas partes, desde Egipto a China o India. En las más de 400 variaciones que se conocen del relato, la niña marginada ha calzado zapatos de piel, seda, oro, plata o pedrería. Nunca fueron de cristal, hasta que Perrault añadió este detalle en 1697. Ya en nuestra era, en 1950 la película de Disney popularizó esta versión entre nosotros.
Es difícil inventar unos zapatos de cristal. Incluso para la imaginación de Perrault. Argumenta Balzac, en 'La Comédie humaine', que el relato llegó hasta Perrault por tradición oral y éste confundió dos palabras que, en francés, se pronuncian exactamente igual. Así, el zapato que era de Vair, una piel de ardilla de gran calidad, pasó a ser de Verre, cristal.
Cenicienta nos enseña que no debemos demonizar nuestros errores y que pueden ser el comienzo de una historia mucho mejor. El relato ganó magia con este fallo pero aún me asalta una duda. Si, cuando dieron las 12 la carroza volvió a ser calabaza y cenicienta se vistió de harapos, ¿ por qué el zapato perdido en palacio se mantuvo de cristal?
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