Las tensiones entre países como los atómicos India y Pakistán siempre dejan beneficios golosos para ciertos estamentos. El enorme ejército pakistaní, por ejemplo, impone un ... oficial de enlace –y el pago de todos sus gastos– a las expediciones que se dirigen a la cordillera fronteriza del Karakórum. En teoría deben vigilar los movimientos de los alpinistas; en la práctica se limitan a bostezar en los campos base y a abroncar a los cocineros por la temperatura del té.
El que yo conocí era un risueño capitán de 28 años que acompañaba por primera vez a una expedición y pretendía escalar hasta los 6.000 metros porque así obtendría un diploma. Era de la ciudad subtropical de Lahore y nunca había pisado la nieve, pero había visto un montón de veces 'Límite vertical', una peli de aventuras ambientada en el K2. Tal y como predijeron los montañeros veteranos, a los tres días de aburrirse en aquel campamento en pleno glaciar, el capitán pidió una aspirina. Al cuarto día se quejó de que le seguía doliendo la cabeza. Los montañeros le dijeron que la altitud era muy peligrosa y que por ellos no había problema si prefería volver a la ciudad de Skardú. Era el teatrillo habitual: pronto no quedó ni un oficial de las seis expediciones que allí se concentraban. Se instalaron en el mejor hotel de Skardú, donde pasaron un mes jugando a las cartas y esperando a que los guiris regresaran de las montañas para firmarles, con la mejor sonrisa, su obligatorio visto bueno.
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