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Pasaban 67 días desde que en Eibar se había proclamado la Segunda República Española. En Ezkioga -Ezquioga en la época y Ezkio en la actualidad-, ... la niña Antonia Bereziartua, de 11 años, bajaba del caserío Igarzabal-Erdi hacia su casa, llevando consigo una marmita de leche. En el camino se cruza con su hermano Andrés, que con una jarra se dirige hacia la fuente. En ese momento, la pequeña se para y en unos robles cercanos ve a la Virgen. Avisa a su hermano que se gira y ambos se quedan frente a la aparición. La Virgen, según confirman los niños, viste de blanco y va cubierta con un manto negro; con una corona semicircular luminosa y lleva en el brazo izquierdo al Niño Jesús. Los hermanos Bereziartua se arrodillan y rezan ante la figura. A su vuelta a casa nadie les cree. En plena efervescencia republicana, la aparición de una virgen en una localidad del centro de Gipuzkoa abrió la puerta a uno de los eventos religiosos más importantes de la historia en Euskadi y uno de los episodios de apariciones marianas que más incógnitas presentan en el último siglo.
Ahora, concretamente, la Asociación de Amigos de la Virgen de Ezkioga quiere que la Santa Sede del Vaticano vuelva a reabrir el caso con el fin de «que se reconozca que allí hubo un hecho sobrenatural». En definitiva, que la zona en la que se proyectó la figura que fue vista por los hermanos Bereziartua se considere un espacio similar a Lourdes o Fátima. Para ello, el Papa Francisco deberá revocar el juicio confirmatorio de la condena de las visiones realizada por el Obispado de Vitoria en 1933. La Santa Sede confirmó la versión del Ordinario de Vitoria y cerró el caso en 1934. Pero la apertura del Archivo Secreto del Vaticano hace ya una década y las publicaciones derivadas de importantes investigaciones por parte del padre Antonio María Artola y el historiador estadounidense William A. Christian insuflan fuerza a esta solicitud que ya ha sido remitida a Roma.
El segundo domingo de cada mes, el santuario de la Virgen de Ezkio sigue acogiendo la visita de varias decenas de fieles, una cifra importante pero que en nada se asemeja a las mareas de creyentes que se acercaron a la localidad en los meses posteriores a aquella primera aparición del 30 de abril de 1931. Hasta finales de ese año, según recoge la obra de Christian, miles de personas acudían a la colina de las apariciones. Algunos estiman que entre esos meses llegaron a la zona alrededor de un millón de personas. Pero la Iglesia prohibió los actos en los últimos días de diciembre de ese año.
Aunque en un principio el Obispado de Vitoria -la de Donostia no se creó hasta 1952- clasificó la aparición como un hecho local, la rápida difusión de los acontecimientos y sobre todo, el impacto que ese episodio podría tener en la relación de la Iglesia con el Gobierno de la República empezó a ensombrecer un capítulo que presumiblemente «traía la paz».
La llegada de la República desató ataques anticlericales en distintas ciudades de España en los meses centrales de ese 1931. Se multiplicaron los visionarios y algunos de los mensajes que estos trasladaban tras entrar en contacto con la Virgen comenzaron a ser algo más delicados. Incluso se llegó a describir la proximidad de una Guerra Civil.
El mentor espiritual de cuanto sucedía en Ezkioga era el párroco de Zumarraga, don Antonio Amundarain que vigiló con atención la secuencia de los hechos en esos primeros meses y aunque anotó que muchas cosas no le gustaban, nunca puso en duda las apariciones. Sí que manifestó algunas «desviaciones», pero sostuvo la veracidad de las mismas. Pero los informes de Amundarain fueron desechados, el Vicario General de Vitoria, don Justo Antonino Echeguren, señaló que no había ninguna comisión oficial de seguimiento y comenzó a distanciarse de los acontecimientos, prohibiendo, en diciembre de ese 1931 los actos en Ezkioga.
La prohibición de acercarse al lugar de las apariciones provocó que las manifestaciones se sucedieran por otras partes de Euskadi y también en Cataluña. Pero en ese camino escogido de desinflar el fenómeno, el Obispado de Vitoria destinó a la zona a un profesor para que mentalizara a los fieles de las «deformaciones» de Ezkioga. Una labor clave en el camino final hacia la condenación de las apariciones en 1933. Aun así, algunos creyentes -con Sebastián L. de Lerena y Raymonde de Rigné a la cabeza- trataron de recurrir al Vaticano para que fuera la Santa Sede la que decidiera sobre las videncias buscando una alternativa, pero el voto fue unánime el 13 de junio de 1934 en favor de la decisión tomada por el Obispo Múgica.
Esa decisión que supuso el cierre del proceso eclesiástico supuso un alivio para el Gobierno central, que consideró las apariciones como un «grave peligro nacional» dado su sesgo «antirrepublicano».
El resultado de estas prohibiciones fueron el arresto de varios videntes, el ingreso en sanatorios mentales de otro número y el descrédito que se mantuvo durante décadas sobre la credibilidad de lo que realmente sucedió en Ezkioga.
Por tanto, ¿cómo puede ser posible que a estas alturas se pueda reabrir el caso? ¿En qué se basa la confianza de la Asociación de Amigos de la Virgen de Ezkioga? El libro publicado por el padre Antonio María Artola en 2017 arroja luz al respecto después de consultar los papeles desclasificados de la Santa Sede. «Las apariciones iniciales nunca fueron sometidas a un veredicto, ni del Ordinario de Vitoria ni del Santo Oficio», señala. Es decir, que la condena llegó por las visiones de la 'segunda generación' de los que vieron la Virgen y no por el hecho primigenio, que no es otro que el de la versión de los hermanos Bereziartua.
El argumento. La decisión del Obispado de Vitoria en 1933 y de Roma en 1934 se basó solo «en segundas visiones»
Primera experiencia. La visión de los hermanos Bereziartua en abril de 1931 no se tuvo en cuenta para condenar las apariciones
Historia. Las apariciones reunieron en apenas seis meses a más de un millón de creyentes en Ezkioga
Segunda República. El Gobierno respiró tras hacerse oficial la censura a las visiones, ya que las consideraba una amenaza
El propio William A. Christian ha puesto en evidencia en sus trabajos que hubo «dos Ezkioagas». Uno, el de los primeros videntes. Y otro, el de los posteriores, «que deformaron la naturaleza de las primeras». Esta, señala el padre Artola, es «una novedad singular en el proceso canónico de las apariciones», ya que siempre se suele dar «suma importancia a la fase inicial de los hechos, separando cuidadosamente la historia de los protagonistas fundantes de la turba de los imitadores». Así sucedió, añade, en Lourdes con las apariciones de Bernardita. Artola resume que «esto equivale a decir que la condenación solo pesa sobre los acontecimientos de Ezkioga que comenzaron con los falsos prodigios posteriores a las apariciones protagonizadas por los hermanos Bereziartua».
La asociación estima que la publicación de esos papeles del Vaticano abre la posibilidad para que la Santa Sede reabra el caso y juzgue directamente las primeras visiones de los hermanos Bereziartua. En ello también trabaja un postulador, que ya ha hecho llegar a la Santa Sede la documentación pertinente para que se revise ese capítulo cerrado en 1934 con esta nueva información. Fuentes consultadas por DV apuntan a la confianza «en el espíritu crítico del Papa Francisco para que tenga conciencia del acontecimiento religioso que sucedió en Ezkioga y que influyó en toda España».
La asociación y el Obispado de San Sebastián se encuentran en contacto por este asunto. El Obispado señala que están a la espera del pronunciamiento de Roma tras el envío de la documentación por parte de los reclamantes y que la relación es cordial con la asociación. De hecho, el propio José Ignacio Munilla se ha reunido varias veces con ellos y ha recibido los libros del padre Artola para su consulta. Sin embargo, admiten que ellos no pueden dar ningún paso hasta que llegue la decisión del Vaticano. En las últimas décadas la autoridad eclesiástica ha rehabilitado las apariciones de Amsterdam y El Escorial, previamente condenadas.
Al margen del misterio que rodea las apariciones de Ezkioga, la primera de ellas, la referida por los hermanos Bereziartua, es considerada todo un hito, sobre todo por el hecho de que fue la primera visión colectiva. En aquel año (1931) no se había documentado ninguna similar, por lo que no se había elaborado ninguna metodología teológica para calificar dichas apariciones.
Tal característica une directamente a las visiones de Ezkioga con otras grupales que sucedieron en la segunda mitad del siglo XIX, como son las de Medjugorje y Betania. El nexo más directo la une con la primera de ellas, que sucedió en la ciudad bosnia del mismo nombre. Da la casualidad que dichas visiones se produjeron justo 50 años después de las visiones de Ezkioga, el 24 de junio de 1981. De las primeras visiones en Medjugorje dieron testimonio seis videntes; cuatro mujeres y dos varones que contaban apenas entre 10 y 16 años. La Iglesia sigue estudiando dichas apariciones, que han registrado una continuación con miles de testimonios, vocaciones de conversión y de curación, relacionados con el evento. Desde aquel año, y como sucedió en Ezkioga, la pequeña ciudad de Bosnia-Herzegovina ha recibido millones de visitas de peregrinos llegados de los cinco continentes y han trasladado hasta sus lugares de origen la espiritualidad registrada.
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