Los 3.500 rostros de la crisis atendidos en Cáritas
La reanudación económica estabiliza la demanda de ayudas a la ONG de la Iglesia, tras recibir una «avalancha» de peticiones durante el confinamiento
Familias, sobre todo mujeres solas con hijos a cargo; trabajadoras del servicio doméstico que se quedan sin ingresos de la noche a la mañana y no tienen derecho a paro; empleados en ERTE que no cobran a tiempo por parte del SEPE y que no llegan a fin de mes; personas pobres que subsistían en la economía sumergida y que pierden esa fuente de ingresos; personas sin hogar; mujeres que se dedican a la prostitución. Así hasta 1.500 hogares han llamado a las puertas de Cáritas Gipuzkoa durante el confinamiento. La ayuda prestada por la ONG de la Iglesia ha beneficiado a un total de 3.500 personas, de las cuales el 37% no habían acudido a esta red de apoyo al menos en el último año. «Una avalancha» de necesidades, en palabras de José Ramón Aramendi, director de la entidad en el territorio, que ha empezado a «estabilizarse» al reanudarse la actividad económica y «resolverse parte» de los problemas de pérdida de fuentes de ingresos laborales de una parte de los perjudicados, describió ayer José Emilio Lafuente, secretario general de la entidad que presentó los resultados de la memoria de actividad de 2019 e hizo balance del impacto de la crisis del Covid-19. Junto a él estuvieron Kontxi Elespe, administradora; y Xabier Andonegi, párroco y vicario de la Diócesis de Donostia, junto al citado Aramendi.
Los datos
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16.531 personas se beneficiaron de la ayuda de Cáritas Gipuzkoa en 2019. El incremento de demanda por la crisis del Covid, con un 37% de peticiones nuevas, elevará la cifra previsiblemente este año.
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Ayudas directas. Se repartieron 1.722.885 euros, principalmente para subsistencia (46%) y vivienda (32%).
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Cooperación internacional. 273.515 euros a programas en países como El Salvador, Kenia, Guatemala o Puerto Rico.
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Inversión total. 8.056.280 euros, que incluyen el conjunto de centros y programas, como el área de personas sin hogar, o el de mujer, familia e infancia.
Cáritas Gipuzkoa es uno de los termómetros fiables para medir la situación de los colectivos más vulnerables de la sociedad, «personas a las que cualquier crisis agrava sus circunstancias». La pandemia, como es sabido, ha resultado despiadada, especialmente con quienes peor ya lo estaban pasando, pero también en hogares sin redes de apoyo familiar que se han quedado sin ingresos. Parte del sector dedicado al servicio doméstico ha recuperado su trabajo, y también se ha desatascado el tapón en las oficinas del servicio público de empleo estatal, y las personas afectadas por ERTE con retraso en los pagos han recibido en su mayoría las prestaciones debidas. «Estamos en una situación de valle, la demanda no va a más», reflejó Lafuente, prudente a la hora de hacer vaticinios sobre lo que puede venir todavía. Sí plasmó su «preocupación» por cómo evolucione la situación de los miles de trabajadores en ERTE, «en qué condiciones va a quedar el empleo, si se va a perder», porque ese terremoto tendrá su réplica en las parroquias y los centros de Cáritas en Gipuzkoa, como ha ocurrido en anteriores crisis económicas.
Todavía colean por ejemplo los efectos de la recesión económica, que llevaron a la entidad a tener que atender una demanda récord en Gipuzkoa. El año pasado, y ya tras años de descenso, la evolución se ha estabilizado. 8.461 hogares, un total de 16.531 personas, necesitaron el apoyo de la organización social de la Iglesia. En Euskadi, la cifra total de familias atendidas fue de 27.806. La mayoría de personas atendidas son mujeres y las personas migrantes representan el perfil mayoritario de quienes necesitan la ayuda, por estar en situación irregular administrativa, no cumplir requisitos de acceso a las prestaciones públicas o trabajar en empleos precarios.
Cáritas Gipuzkoa repartió 1,7 millones de euros en ayudas económicas, de los cuales casi la mitad se destinaron a subsistencia, un 32% a pagos de vivienda (alquiler o hipotecas). En total, su actividad supuso una inversión de 8 millones de euros (aquí se cuantifican también los programas, el trabajo en centros, el área de cooperación internacional...).
Pero la crisis del Covid-19 ha trastocado todas las previsiones. Ya de entrada, la entidad ha tenido que responder a la demanda de ayudas con las dificultades que el confinamiento ha obligado, por ejemplo, en que los voluntarios no pudieran acudir a sus puestos, o que se tuvieran que suspender la atención presencial, porque la telefónica ha estado abierta con un aluvión de llamadas. Los centros, como Ho-tzaldi, Aterpe y otros programas para perfiles vulnerables, han seguido funcionando. «Desde aquí queremos trasladarles nuestro agradecimiento -expresó Lafuente-. Son personas que tienen dificultades o carencias añadidas que han sabido sobrellevar el confinamiento con responsabilidad y prudencia».
Nuevos voluntarios y socios
Como notas «positivas», el aluvión de demanda se ha traducido también en un aluvión de voluntarios dispuestos a echar una mano. En estos últimos tres meses, un centenar de nuevos voluntario se han apuntado a colaborar, muchos de ellos personas en situación de ERTE o estudiantes con las clases presenciales suspendidas, una savia que rejuvenece el perfil de voluntariado de Cáritas, apuntó Andonegi. Además, se han logrado 220 nuevos socios que se han comprometido con aportaciones económicas.
De cara a futuro, Cáritas ve necesario reforzar el sistema de protección público para acceder a bienes básicos como la salud, la educación, la vivienda o unos ingresos mínimos. Con el ingreso mínimo vital ya aprobado, la organización insistió a preguntas de los periodistas en la necesidad de reforzar la RGI vasca para que llegue a las personas en situación de pobreza que no acceden por no cumplir los requisitos y quedan «al albur de sistemas de protección alternativos» como la red de Cáritas.
La petición no es óbice para destacar «el esfuerzo y la implicación de la Administración Pública» en responder a las demandas generadas por la pandemia. «Se ha hecho un gran esfuerzo social, desde las entidades y la ciudadanía. La sociedad guipuzcoana ha sacado lo mejor de sí misma. Y también hay que destacar el trabajo de colaboración de las administraciones públicas. Se ha escuchado las necesidades y se ha tratado de poner medios», reflejaron desde Cáritas.
Para la entidad, los retos pasan también por «reforzar las redes comunitarias y también los valores humanos, como dicen los obispos en la última carta pastoral ante la pandemia», recordaron. «Nos necesitamos más que nunca para salir de esta crisis. Ayúdanos a ayudar», resumió Aramendi.
Elisabeth | Barcelona, 58 años
«El 19 de marzo me quedé en el paro»
Elisabeth reside desde hace cuatro años en Donostia. Su vida está plagada de obstáculos, incluido un cáncer. En Donostia, montó una tienda de alimentación que fracasó. Buscó ayuda en Cáritas y logró trabajo. «Debido al coronavirus la empresa cerró el 19 de marzo. Me mandaron el finiquito. Cobro la prestación por desempleo, pero el próximo mes no sé qué sucederá».
Linda | Nigeria, 47 años
«Iba a hacer prácticas en un hotel»
Linda llegó a Gipuzkoa hace dos años. No puede acceder a la RGI (se exigen 3 años de padrón). Ha hecho cursos de camarera de pisos. «Iba a hacer prácticas en un hotel pero lo cerraron» con el estado de alarma. Ha trabajado en una conservera en Deba. «Me levantaba a las 4.30 horas. Iba en bús a Donostia, luego en tren a Deba, y otro bus a la fábrica».
Mamadou | Costa de Marfil, 30 años
«Iba a trabajar en una empresa»
La pandemia también ha frenado la vida de Mamadou, que llegó de Costa de Marfil «para buscar una vida mejor para mis dos niños y mi mujer que me esperan allí». Reside en el centro de acogida Sorabilla Harrera Etxea, en Andoain. Ha hecho un curso de soldadura. «El coronavirus ha impedido que una empresa me pudiera contratar».