El futuro de los trastornos mentales severos pasa por la inserción laboral de los enfermos
La mayoría de los pacientes cuenta con asistencia ambulatoria, pero hay 165 plazas hospitalarias disponibles
Ana Vozmediano
Jueves, 29 de septiembre 2016, 06:22
Más de 160 profesionales de la atención a personas con enfermedad mental severa se reunieron ayer en el salón de actos del Aquarium para dar ... un repaso a la situación actual y para encarar el futuro con la inserción laboral y la autonomía como objetivos de su trabajo. Se habló también de la necesidad de eliminar la estigmatización de quienes están afectados por trastornos como la esquizofrenia y o psicosis. Organizada por Aita Menni y sin plazas libres desde hace semanas, la jornada volvió a incidir en la necesidad de que los servicios sanitarios y sociales trabajen en coordinación porque, en palabras del director de Salud Mental de Gipuzkoa, Álvaro Iruin «cada uno por su lado no puede atender a este colectivo».
Hay 3.500 guipuzcoanos que acuden a tratamiento ambulatorio. Algunos de ellos están recién diagnosticados. Unos pasan por residencias o por hospitales, otros viven en pisos tutelados o en sus propios hogares y acuden a centros de día.
Estas enfermedades, lo cuenta Iruin y lo reafirma el coordinador de Aita Menni, Vicente Hueso, no se detectan antes de los 15 años, por lo que entre los 3.500 pacientes no hay niños. «No hay síntomas, los padres no deben estar preocupados de forma permanente. Los críos lo que deben hacer es jugar y divertirse. La esquizofrenia se detecta normalmente entre los 18 y los 20 años».
Durante la jornada celebrada ayer se conocieron experiencias de Cataluña y de Madrid, y se analizó la situación guipuzcoana, «porque queremos saber hacia dónde vamos».
La brújula orienta, de momento, a no residencializar los tres hospitales que existen para estos enfermos mentales severos, San Juan de Dios en Donostia con 65 plazas, Usurbil con la misma cantidad y Aita Menni, en Arrasate, con 32, un total de 162, todas ellas de las calificadas de media estancia.
En Gipuzkoa, lo habitual es el tratamiento ambulatorio. En el Servicio de Psiquiatría del Hospital Donostia se atienden necesidades de estancias cortas, una media de 17 días. Aita Menni, Usurbil y San Juan de Dios pueden acoger a pacientes durante tres o cuatro meses, pero aunque no es la situación óptima, lo cierto es que en algunos casos y aunque son hospitales, se han convertido en residencia.
En Aita Menni, lo cuenta Vicente Hueso, hay una persona de más de ochenta años que llegó al hospital «muy jovencito». No tiene a nadie fuera. «Esto puede parecer malo», aporta Álvaro Iruin, «pero el caso es que el hospital es ya su casa, su familia... Otra cosa es que nunca se debería llegar a estos casos y que ahora no se producirían, pero entonces no se hacía nada porque la persona saliera y pudiera vivir una existencia lo más autónoma posible».
Una experiencia laboral
En la sesión de ayer se reflexionó sobre la convivencia de la atención domiciliaria, de residencias habilitadas dentro de otros centros convivenciales como los de la tercera edad, del trabajo protegido y de la inserción.
«Un enfermo mental necesita lo que precisamos todos los demás: una red social, un empleo, una formación y un sustento económico. Su dolencia se detecta, además, en una fase de la vida muy especial, esa en la que las personas tenemos nuestras primeras novias o novios, buscamos trabajo, formación... La enfermedad les aparta de todo eso, por lo que queda sin elaborar una parte importante de su personalidad».
Por eso, uno de los objetivos de la actual asistencia a quienes padecen enfermedades mentales graves es buscar su inserción laboral. Se recordó durante la jornada las 1.009 que trabajan en Gureak, un porcentaje de ellas con estas dolencias. Y se habló de Katea, con doscientas que tienen un trastorno mental grave. «Hay también personas que tienen un empleo en empresas convencionales y demuestran que son personas que pueden ser autónomas», dijo Iruin.
La experiencia de una empresa muy especial, La Fageda, fue explicada por su presidente, Cristóbal Colón. Su sociedad factura 16 millones de euros anuales y está integrado por 300 personas que tienen enfermedades mentales graves. Producen yogures y lácteos de buena calidad y más caros que algunos de marca famosa.
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