Una escapada a Barcelona
Dos propuestas para disfrutar de una cocina viajera y de producto
En pleno agosto, con la Semana Grande terminada, hoy me escapo a Barcelona para ofreceros dos pistas gastronómicas por si tenéis programado algún viaje a ... la ciudad condal.
Restaurant GrescaLlegué el viernes a la tarde, instalarme y a cenar a Gresca, la casa de Rafa Peña y Mireia Navarro, abierto hace 19 años. Fue un homenaje en toda regla, cené en primera fila de cocina, les di libertad para que eligieran el menú y jugaran conmigo. Cada pase, cada plato, era una oda al producto, cómo trabajarlo con mimo, con cuidado, con maestría, respetando su pureza, apostando por su desnudez, para, con 2-3 cosicas más, vestidos ligeros, convertirlos en bocados de placer, en bocados mágicos, en pequeñas obras de arte culinarias. Esa aparente sencillez en el plato, que se convierte en explosión en boca y que esconde intensidad, profundidad y conocimiento. Una cocina que bebe de la temporada, del mercado, una cocina divertida y juguetona, donde el chef Rafa Peña también hace guiños a su trayectoria, a esas recetas que a lo largo de su historia como cocinero le han marcado. Un bistró, donde poder comer en la barra, en la cocina o el comedor, un espacio donde abstraerte del mundanal ruido y disfrutar de su cocina, una cocina de muchos kilates.
Gresca
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Dirección Provença 230 (Barcelona)
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Teléfono 934516193
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Carta 60€
Dos platos que reflejan lo que es Gresca. Por un lado, el bikini, que lo elaboran con pan de varios días, que cortan en finas láminas y rellenan con lomo ibérico, panceta y queso Comté, lo envuelven en film y lo guardan durante 2-3 días, para luego plancharlo con mantequilla y crear un bocado cremoso, crujiente y maravilloso, un icono de Gresca. A mí me encantó la codorniz, deshuesada y asada a la parrilla, con tranquilidad. Con los huesos elaboran una glasa con la que pintan la codorniz al final, intensificando su propio sabor. Un plato que refleja la magia de la sencillez.
Empecé con la anchoa y pan tumaca. Deliciosa la ostra a la brasa. La delicadeza del jurel marinado, con guiños japoneses, y la sorprendente ensalada de pepino, queso stracchino, almendra, un picado de hierbas y la vinagreta de Kalamanzi. El arte de los raviolis rellenos de sesos y patata con azafrán y una buena selección de quesos. Como la guinda del pastel, la torrija, la mejor que he comido, fue dar el primer bocado y quedarme anonadado, algo sublime, que combina a la perfección con el sorbete de chocolate. Una casa donde respetan la pureza y la esencia del producto, una casa de comidas camino a la felicidad.
JiribillaCoincidí con el chef Gerard Bellver en una visita a la Finca Can Martí de Cavas Torelló, esa masía familiar donde elaboran espumosos y vinos ecológico que son un auténtico lujo, les tengo un cariño especial. Gracias Ernestina, Paco y Toni por abrirnos siempre las puertas de vuestra casa.
En aquella visita supe que tras varios años en México, Gerard volvía a su Barcelona natal para poner en marcha Jiribilla el 19 de noviembre de 2023, con una mochila llena de vivencias, sabores y recetas.
Jiribilla
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Dirección Comte Borrel 85 (Barcelona)
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Teléfono 938563180
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Carta 80€
Todo ese viaje vital, ese viaje de ida y vuelta de Catalunya a México, pasando por el País Vasco, es lo que cocina a diario Gerard en sus fogones. Es una cocina que refleja el mestizaje que vive dentro de él, una cocina donde se unen las costas del Pacífico y Mediterráneo, dos culturas culinarias al servicio de una experiencia viajera. Un restaurante mexicano donde el visitante se pueda sentir en su casa a través de sabores, recetas y mezcales, pero donde el local también encontrará productos, guisos y guiños a la tradición que le hará sentirse en el corazón de Barcelona. Todo ello desde la experiencia y el conocimiento del chef, una interpretación personal de ambas filosofías, jugando y divirtiéndose en la creación de bocados que son fuegos artificiales en boca, el mercado local al servicio de la tradición mexicana.
Os destacaré su versión de nuestros chipirones en su tinta que me sirvió, era el segundo vasco en probarlos, un bocado intenso, que me cautivó y emocionó, con un buen chipirón cocinado a la brasa con pinceladas de mantequilla de chile morita, sobre una profunda salsa de tinta de sepia con mucho sabor y ligada con la misma mantequilla, y no podía faltar el arroz blanco. Como regalo fue también el resto del menú: la intensa infladita de maíz con guiso de cangrejo; el frescor del tiradito de pez limón sobre gazpacho de jalapeño; el festival de tacos, el de setas con su propio jugo muy reducido, el de jaiba, cangrejo de concha suave con salsa chimpetle, y el elegante de lomo alto; las maravillosas lentejas guisadas con caldo de carabinero y gambas a la brasa; y la tradicional Cajeta mexicana. Esa es la magia de Jiribilla, un lugar donde viajar y volver a casa. On egin!
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