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MIKEL ENCINAS
Miércoles, 22 de abril 2020
La tía de la bisabuela de Iñigo lo tuvo claro nada más establecerse en donostia. Desafiando las normas no escritas de la sociedad de la época, Josefa Martina Malcorra tiró de visión emprendedora y fundó, junto a su marido Raimundo Otaegui, casa Otaegui, en la calle miracruz.
Han pasado 134 años desde que empezó a despachar sus deliciosos pasteles, conservas e incluso velas, imprescindibles a finales del Siglo XIX. Probablemente, Martina no imaginó que más de una centuria después un bisnieto de su hermana, Iñigo Otaegui, estaría al frente del negocio junto a su prima María. La pastelería luce ahora en Narrika 15, a unos metros del lugar al que la trasladó hace más de 100 años Pedro Otaegui -bisabuelo de Iñigo-, que cogió el testigo de su cuñada Josefa y su hermano, Raimundo. Hoy su negocio se mantiene como uno de los últimos bastiones de los locales históricos de la Parte Vieja donostiarra.
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La llama se mantiene viva gracias a una pasión por la repostería que ha ido descendiendo por el árbol genealógico de los Otaegui, que siempre han encontrado la manera de mantener en marcha su negocio por encima de todas las vicisitudes por las que ha pasado la sociedad donostiarra en más de un siglo: ni los incuestionables cambios que ha sufrido el modo de vida en la capital guipuzcoana, ni la gripe española, ni el crack del 29, ni la Guerra Civil, ni las recientes crisis económicas han podido con una pastelería que se ha convertido en un pedazo de la historia de la ciudad.
El Covid-19 es la última amenaza. Jamás en sus 134 años de historia esta pastelería había estado cerrada durante tantos días consecutivos. Como siempre y, pese a la incertidumbre, Otaegui volverá a abrir las puertas de sus tiendas de la calle Narrika, San Martín, Secundino Esnaola y Matía.
Más allá del complejo reto ante el que el Coronavirus está enfrentando a todas las capas de la sociedad, Iñigo Otaegui explica que el negocio familiar lleva años enfrentándose a tres enemigos: «Hoy en día el azúcar está visto como el veneno de esta sociedad» y eso ha cambiado las costumbres de la gente a la hora de alimentarse. Otra de las amenazas es que «ya no es tan habitual que las familias de tres o cuatro hijos se junten en casa de los abuelos los domingos para comer y acudan con una tarta bajo el brazo». A todo esto hay que añadir la «competencia de una bollería industrial a precios muy bajos».
Ante esta nueva realidad, Otaegui se ha reinventado: «Tenemos dos negocios muy distintos. Por un lado, las pastelerías- cafeterías con productos de calidad y elaboración artesana en los principales barrios de Donostia. Y luego la tienda de la Parte Vieja, que se ha convertido en un reclamo para el turismo». Tan es así que, tras los donostiarras y los franceses, «los japoneses son el tercer mejor cliente» de la pastelería. El nuevo turismo basado en las recomendaciones de Lonely Planet, los 'likes' y Tripadvisor ha provocado que los visitantes pasen por Otaegui a por su ración de Panchineta. «Los turistas vienen con sus guías y dicen: 'Aquí se creó la Panchineta'. Es un orgullo».
Una historia 'Real'
Alcanzar este punto de prestigio y de identificación con la ciudad es fruto del trabajo de muchos años, de cuatro generaciones que han convertido este singular establecimiento en lo que es ahora. Por el camino, esta pastelería tan característica y con ese inconfundible sello donostiarra también ha recibido la decisiva aportación de elementos externos que, según explica Iñigo, han contribuido al desarrollo y la conformación de su carácter. A fi nales del Siglo XIX, Otaegui no tardó en hacerse un renombre entre los donostiarras y los visitantes, con lo que se puede decir que no es nueva esta pasión que desata ahora entre los turistas que llegan a la capital guipuzcoana. Ya duran durante los años de la Belle Époque estaba en boca de todos y terminó convirtiéndose en proveedor de la Casa Real. Según cuentan, la Reina María Cristina no era capaz de resistirse a los encantos de sus dulces. Al parecer, debía sentir verdadera devoción por el bizcocho de almendras que se preparaba en la tienda de la calle Narrika.
En aquellos tiempos se dio un factor clave en la evolución de Otaegui y que marca la impronta de sus creaciones. «Muchos aristócratas franceses y centroeuropeos se instalaron en Donostia durante los primeros años del Siglo XX. Al estallar la Primera Guerra Mundial se marcharon a sus países de origen, pero muchos de sus cocineros y pasteleros quedaron atrapados, sin poder salir de España. Un acierto de mis bisabuelos fue incorporar a esas personas al obrador», relata Iñigo. Esos maestros le dieron ese toque europeo al repertorio. Desde entonces la cocina y la restauración han sufrido una gran revolución y, aunque algo más tarde, también la repostería. En el contexto actual, Otaegui ha hecho una clara apuesta por la tradición. «Hemos apostado por mantener las recetas originales, elaborar nuestros productos de forma diaria, mediante métodos artesanales, aun siendo más costosos. Nuestros proveedores ya lo eran en tiempos de mi aitona y de sus hermanos y siempre hemos apostado por materias primas de primera calidad. Creo que es lo que los donostiarras buscan en nosotros y esperamos seguir
134 años de presencia ininterrumpida
Otaegui abrió su primer establecimiento en la calle Miracruz (imágenes de arriba). Ahora tiene cuatro tiendas: en las calles Matía, Secundino Esnaola, San Martín y Narrika, a la que pertenece la imagen de abajo a la derecha. A su izquierda, aparecen Pedro Otaegui Aizpuru y su esposa, Emiliana Malcorra Zabaleta, junto a sus hijos y una empleada.
Arriba, Iñigo y María Otaegui, gestores del negocio en la actualidad.
Narrika, 15
20003 Donostia - San Sebastián
Tel.: 943 425 606
Instagram: @pasteleriaotaegui
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