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1
El feminismo es una causa transversal. Esta afirmación ha hecho fortuna de forma pasmosa. Quizás haya que aceptar que Iglesia Católica y sociedad civil, ... CEOE y sindicatos, alardes mixtos y alardes tradicionales -por citar unos ejemplos- no albergan la misma concepción del papel de la mujer. La igualdad efectiva es una reivindicación que implica cambios mientras que el conservadurismo -por no hablar de la reacción- aboga por mantener el estado de las cosas en una situación que desde el punto de vista histórico se ha construido sobre la desigualdad. Eso, en el mejor de los casos: ahí la invocación a la ley del aborto del '85, recreada ahora bajo un inexistente consenso, por parte del partido más votado en las últimas elecciones generales. O la inhibición en el terreno de la igualdad salarial, un asunto privado, en palabras de Rajoy. Desigualdad hay en todas partes, pero sólo algunas se inclinan por dejar que se resuelva sola. El feminismo, en efecto, divide a la ciudadanía, al igual que todas las reivindicaciones sociales. A la resolución de este desencuentro en las urnas se le llama democracia. Quizás el destino a corto plazo del feminismo sea el de los siameses de 'Acción mutante': cargar con el lastre que supone el cadáver del hermano muerto, que tiende a mantenerse inerte y si avanza, lo hace de forma involuntaria.
2
Lo que sí es transversal es el machismo. Esta afirmación tampoco necesita mucha explicación porque a la vista de todos está. Qué pintan partidos progresistas liderados por machistas o feministas en el seno de formaciones reaccionarias es algo que deberán gestionar cada uno de ellos, en el plano individual, con sus conciencias, y en el colectivo, con los órganos directivos de sus respectivas siglas.
3
El feminismo es de todos. Me temo que tampoco. Cuando la derecha cree detectar con astucia un programa político de izquierdas detrás del manifiesto del 8-M atina por completo. Lo denuncia porque atribuye al término 'electoral' connotaciones negativas y por su atávica desconfianza hacia lo político -tan contaminado frente a la pureza del patriotismo-.Sin acritud: en este ámbito es mucho menos lo que nos une que lo que nos separa.
4
El feminismo no debe ser motivo de pugna electoral. Todo lo contrario. No sólo debe serlo, sino que no hay forma de evitar que lo sea. Pocos temas afectan tanto -que es mucho-y a tantos -que somos todos-. La igualdad de derechos y obligaciones debe ser materia de confrontación política y por extensión, electoral. La exposición pública de las propuestas de cada partido en materia de abolición de las desigualdades es ineludible. Lo contrario sería una estafa.
5
La cuestión del 'aliado'. Es una figura asentada en el imaginario colectivo que incluso empieza a alumbrar novelas. En la realidad, no existe. La de la igualdad es una causa no jerarquizada en la que estás o no estás y estás, no lo estás para pasear a Miss Daisy, sino con todas las consecuencias. De igual forma, Isabel Díaz Ayuso (PP) o Rocío Monasterio (VOX), por citar un par de ejemplos, en absoluto son unas meras 'aliadas' del machismo, sino activas agentes del mismo.
6
La penúltima utopía. Cuando el debate político pivota en torno al miedo - al cambio climático, a la pirámide demográfica, al auge del populismo, al desmantelamiento de los derechos laborales o a la inmigración-, el feminismo constituye la excepción a esta regla con su defensa de la igualdad sin excepciones en materia de derechos y obligaciones, el camino por el que han transitado todos los progresos sociales que en el mundo han sido. Estamos ante el penúltimo proyecto en positivo, cuando todos los demás se han resignado a ser un programa de resistencia y de control de daños.
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