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Momentos convulsos, la tecnología mueve el mundo. Estamos en un momento donde la geopolítica, las tensiones comerciales y la lucha de las grandes superpotencias llevan al mundo a una tensión que cualquier mínimo cambio o innovación hace que el mundo se tambalee, que la economía de uno u otro lado se resienta y que los habitantes de este planeta nos levantemos día sí y día también con una sorpresa en los titulares.
La tecnología siempre ha tenido un peso importante tanto desde el punto de vista comercial, de innovación pero sobre todo de prestigio entre superpotencias. Si en la guerra fría se vivía una lucha frenética por ser los primeros en llegar a la luna, con lo que conllevaba de «ganar al enemigo», y una gran mejora en tecnología por la cantidad ingente de dinero que se gastaba por el camino. En la tensión actual entre oriente y occidente la inteligencia artificial se postula como el nuevo paradigma que permitirá llevarse el prestigio como el negocio y por ende, la hegemonía de la economía mundial. Además de un golpe moral al «enemigo» viendo que te superan en donde, si de EE UU hablamos, has sido potencia y envidia del mundo. Todo el mundo quería un «Silicon Valley» en su territorio. Esta tensión la hemos visto en el sector de las redes sociales, ante los Facebook, Instagram, X-Twitter o Youtube de EEUU, China lanzó al mercado TikTok arrasando y llevándose la hegemonía en las redes sociales, sobre todo en los más jóvenes.
Ahora hemos pasado de las redes sociales a sistemas que van a revolucionar más si cabe el mundo: la inteligencia artificial.
Durante el año 2024 hemos estado maravillados con los modelos de IA desarrollados prácticamente en los EEUU ya sea por OpenAI, con su Chatgpt, o Gemini de Google. En los USA se vanagloriaban de estar a la cabeza en el desarrollo de IA, y el propio Trump, en una de sus primeras medidas al llegar al cargo, prometió una lluvia de millones de dólares para su desarrollo e implantación. Todo era bonito y los grandes magnates tecnológicos no han esperado para ir corriendo a la sombra del árbol de Trump.
Hace unos días, se presentó al mundo una IA desarrollada por una empresa China, llamada DeepSeek, que ha hecho tambalear como hacía tiempo que no se veía a la bolsa de EE UU. Nvidia, la gran empresa que se ha visto beneficiada por el impulso de la IA, por la necesidad de computación y sus tarjetas, ha sido una de las mayores afectadas con unas pérdidas milmillonarias en Bolsa en apenas unas horas.
No creo que haya sido casual que China haya elegido este momento: Trump iniciando su segundo mandato, noticias de aranceles y guerras económicas y China lanza un torpedo en toda la línea de flotación de su idea de Inteligencia Artificial.
Pero, ¿por qué semejante revuelo? Seguramente muchos expertos tecnológicos lo explicarán mejor que yo, pero de lo que hemos podido leer en su propio lanzamiento y en la documentación que le acompaña, parece demostrar que es posible desarrollar modelos de IA avanzados de manera más eficiente y con menores recursos que lo que han hecho hasta ahora las empresas americanas. La IA china demuestra que no es necesaria tanta computación, o más bien optimiza mejor que sus competidores los recursos. Esta es una de las grandes razones por las que una empresa como Nvidia se ha visto afectada, quizá ya no sean necesarios tantas tarjetas tan potentes, chips y demás hardware.
Sin embargo, por la parte que a mí me corresponde, lo que más me ha llamado la atención y que, personalmente creo, es realmente el torpedo en la línea de flotación en el negocio por ejemplo de OpenAI es que la China DeepSeek ha adoptado un enfoque de código abierto, poniendo a disposición del público sus algoritmos y modelos de inteligencia artificial, lo que fomenta la transparencia y la colaboración en la comunidad tecnológica. Cualquier persona, tal y como establece la licencia MIT que acompaña al software que se ha publicado en Github, puede de forma gratuita utilizar el software sin restricciones, incluyendo, sin limitación, los derechos de uso, copia, modificación, fusión, publicación, distribución, sublicencia y/o venta de copias del software, así como para permitir a las personas a quienes se proporcione el software hacer lo mismo.
Si entendemos bien la licencia, ésta permite que cualquier empresa, colectivo, persona puede (claro está con ciertos conocimientos) instalarse DeepSeek en sus servidores y tener una IA a su gusto, entrenarla, desarrollarla, protegerla, etc. sin depender de un tercero, de no tener claro si estamos dando a este tercero el acceso a lo más hondo, profundo y confidencial de nuestros negocios, o si estamos al albur de sus decisiones en precios, servicios o intereses en el mercado. A OpenAI le ha surgido un competidor que puede poner en juicio su modelo de negocio o por lo menos, hacerle repensar la estrategia que quiere seguir.
Para terminar, resulta paradójico que OpenAI se queje de que su competidor chino ha sido entrenado con ChatGPT. OpenAI, que previsiblemente ha vulnerado la propiedad intelectual de miles de creadores para el entrenamiento de sus algoritmos, se queje ahora de que otro haya utilizado su sistema para el entrenamiento, simplemente parece justicia poética, y un síntoma de que se han tomado muy mal la aparición en el mercado de un muy duro competidor.
¿Quién ganará la carrera por la Inteligencia Artificial? La historia lo dirá, o quizá una IA que nos gobierna nos lo dirá.
Una cosa quizá tengamos clara, a Europa no se le ve por ahora en esta carrera, si bien hemos sido pioneros en su regulación.
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