
Arantxa González Laya
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Arantxa González Laya
Alejada del ruido diario de la política española, la exministra de Asuntos Exteriores del Gobierno socialista, Arantxa González Laya (San Sebastián, 1974), desgrana desde París, ... donde ejerce como decana de la Escuela de Asuntos Internacionales (PSIA), el nuevo tablero económico global, modificado a imagen y semejanza de la doctrina proteccionista trumpista. La tolosarra, que atiende a este periódico desde la ciudad del Sena, no echa mano de los típicos eufemismos conservadores que tanto gustan a los políticos cuando tratan asuntos de índole internacional. Para ella, el presidente norteamericano «sólo se rodea de palmeros, cuando en la primera legislatura tenía, en cambio, personas que moderaban sus impulsos. Eso lo hace tremendamente peligroso», aventura. «Como la profunda europeísta que soy, creo que ya no podemos confiar en los Estados Unidos. Al menos, no bajo esta administración. Por ello –emplaza–, Europa debe comenzar a preocuparse por sí misma».
– Trump vuelve a la carga con aranceles agresivos. ¿Estamos al borde de una guerra comercial total?
– El primer Donald Trump era transaccionalista. 'Tú me compras más trigo y más aviones, y yo te bajo los aranceles'. Pero 'Trump dos' es predatorio. Es decir, durante la primera administración se rodeó de personas que, de alguna manera, moderaban sus intereses. Ahora, en cambio, sólo tiene palmeros. Sus impuestos castigan indiscriminadamente a socios estratégicos, como la UE, dañan las cadenas de suministro y amenazan con una escalada de represalias. Rompe una confianza que luego es muy difícil reconstruir.
– ¿Cómo debe reaccionar Europa? ¿Con mano dura o con diplomacia?
– No se trata de reaccionar con miedo, sino con firmeza. Europa tiene herramientas para responder y debe utilizarlas, desde represalias arancelarias hasta el refuerzo de alianzas con otros socios globales, como Mercosur o la India. Si no defendemos nuestra economía, nadie lo hará por nosotros. Pero esto no se trata solo de medidas punitivas, sino también de consolidar un modelo propio de comercio y tecnología. No podemos depender de EE UU o China para nuestras cadenas de valor estratégicas.
– ¿Está en peligro la relación transatlántica o esto es solo un pulso comercial?
– Esto es mucho más que un pulso. Trump está socavando los pilares de la relación, que ya estaba debilitada. Si Washington persiste en este ataque comercial, Bruselas tendrá que replantearse su dependencia de EE UU, tanto en lo económico como en lo estratégico. Lo preocupante es que esto no sólo afecta al comercio, sino también a la cooperación en defensa y en el ámbito tecnológico. La UE debe prepararse para un escenario donde EE UU no sea un socio confiable.
– EE UU es el cuarto cliente de las empresas vascas y el tercero de las guipuzcoanas. ¿Cómo les afectará este golpe?
– Euskadi ha sabido construir una industria resiliente, pero esto es un recordatorio de que necesitamos diversificar destinos comerciales para no estar tan expuestos a decisiones unilaterales como la de Trump. La industria vasca, especialmente la máquina-herramienta y la automoción, sufrirá el encarecimiento de exportaciones. Sin embargo, su capacidad de innovación y diversificación de mercados puede ayudar a mitigar el impacto si se toman medidas a tiempo.
– ¿Cómo puede Euskadi defender su industria?
– La clave es la innovación y la apuesta por sectores estratégicos. Euskadi tiene una fuerte base industrial y tecnológica que debe reforzarse con más inversión en I+D y con acuerdos comerciales alternativos. Además, es esencial que las instituciones vascas y españolas defiendan los intereses del sector ante Bruselas para que la UE implemente medidas de apoyo a las regiones más afectadas.
– Trump también ha puesto en duda el compromiso de EE UU con la OTAN. ¿Europa debe empezar a valerse por sí misma en Defensa?
– No hay otra opción. Europa no puede seguir dependiendo de un aliado impredecible. Necesitamos invertir más en nuestra seguridad, coordinar capacidades militares y desarrollar una industria de defensa propia. Sin autonomía estratégica, seremos vulnerables. Esto significa reforzar proyectos como el Fondo Europeo de Defensa y garantizar que nuestras industrias tecnológicas clave no dependan de terceros países.
– Sin embargo, la realidad es que los ciudadanos españoles son de los menos preocupados por la seguridad en Europa.
– Es una cuestión cultural, pero también de falta de debate. España ha disfrutado de paz y estabilidad, lo que ha hecho que la seguridad no sea una prioridad en la opinión pública. Sin embargo, en el contexto actual, con amenazas globales, ciberataques y la incertidumbre geopolítica, es un debate que debemos afrontar. La seguridad no es un tema de derechas o de izquierdas, sino de responsabilidad de Estado.
– ¿Debe España gastar más en Defensa?
– Sí. Pero no se trata solo de gastar más, sino de gastar mejor. España debe participar en la industria de defensa europea, apostar por proyectos estratégicos y reforzar su capacidad de respuesta ante crisis. También es fundamental modernizar nuestras infraestructuras y garantizar que nuestro país no dependa exclusivamente de material extranjero. La ciberseguridad también debe ser una prioridad. No es ciencia ficción. Parece que países como Rusia están lejos, pero vemos ciberataques todos los días.
– ¿Debe la izquierda española replantearse su postura sobre la inversión en defensa?
– La izquierda en España ha sido tradicionalmente reticente a hablar de defensa, pero el mundo ha cambiado. La autonomía estratégica de Europa es clave, y eso pasa por una inversión sólida en seguridad y capacidades militares. Es posible defender una política progresista y, al mismo tiempo, garantizar que España esté preparada ante cualquier amenaza externa.
– La ultraderecha europea parecía alineada con Trump, pero ahora algunos líderes han tomado distancia. ¿Está perdiendo fuerza su influencia?
– La ultraderecha europea es pragmática y cambia de discurso según el contexto. Trump ha radicalizado su agenda y algunos líderes europeos prefieren una estrategia más moderada para no asustar a sus votantes. Pero su influencia sigue ahí, y la mejor manera de contrarrestarla es con políticas que den respuestas reales a las preocupaciones de la ciudadanía.
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