«Está difícil, pero intentaré dar un susto a Amaia Aldai»

– ¿Le sorprendió la llamada por la lesión de Laia Salsamendi?

– Por supuesto. Disputamos la semifinal cinco días antes de la lesión y le pregunté por la rodilla operada. Me dijo que estaba bien, aunque todavía iba con alguna duda a por la pelota, que le faltaba confianza y que la estaba recuperando. Y resulta que se ha lesionado de la otra rodilla, la derecha.

– ¿Mantiene relación con ella?

– Sí. El abuelo paterno de Laia es de Aginaga, como yo, y bromeamos sobre ello cuando nos encontramos.

– Ha jugado dos partidos en este torneo. Ganó el primero y perdió el segundo.

– No me he presionado porque mi objetivo para este año era el Mundial. Fui con dudas a la eliminatoria de cuartos frente a Nora Mendizabal porque acababa de disputar la cita mundialista. Sin embargo, empecé bien y cogí ventaja. Después, acertó Nora y bajé yo. Terminé bien, aunque con susto. Contra Laia no tuve oportunidad de hacer nada. Me puse por detrás 0-9. Me hizo daño con el saque.

– Han abundado los tantos de saque en todo el partido.

– Por lo que se refiere a mí, me cuesta aunque soy zaguera porque el saque del individual es distinto. Siempre le doy importancia al saque. Queremos darle velocidad. Cuando la rival lo ha conseguido, he hecho plof al resto.

– ¿Con quiénes se entrena?

– Hemos hecho ficha este año por el club Behar Zana de Villabona. Somos cinco mujeres: las hermanas Eizmendi, palistas de Aia. Miren Larrarte, Itxaso Erasun y yo.

– ¿Sigue jugando a pala?

– No la he dejado. Si bien la practico menos que la mano, también ensayo con la pala. Las titulares de pala son las hermanas Eizmendi, pero si algún día falla una de ellas, estamos nosotras tres para sustituirlas.

– ¿Quién se encarga de su preparación física?

– Hasta ahora tenía a Justo Lillo de preparador en Tolosa. Sin embargo, me he quedado sin tiempo para ir a sus entrenamientos porque estudio Eduación Primaria, Magisterio, y he empezado a entrenar a los niños en el Behar Zana. Gracias a lo que he aprendido con Justo, planifico los entrenamientos por mi cuenta.

– ¿Y cuando estaba con la selección para el Mundial?

– Nos han metido mucha caña. Durante la preparación previa dedicaba a los entrenamientos seis días a la semana: cuatro para correr y dos para técnica. Nos hacían muchas pruebas físicas. Mientras, seguía con Justo. Me ha venido bien ese trabajo.

– En el Mundial participó en la modalidad de frontball. Logró la medalla de plata en Bidart.

– Es distinta. Sin pared izquierda, jugamos con pelotas de goma, el golpeo con la mano es distinto, la chapa está a medio metro del suelo... Ahora se me van abajo las dejadas. Me he habituado a ese juego y tengo que volver a lo anterior.

– Su rival en la final del sábado en Zarautz es Amaia Aldai, tres veces finalista y una vez campeona de este torneo.

– El año pasado disputamos la final del Master Cup y hace unos días nos enfrentamos en una semifinal en Matiena, donde comprobé que va a ser complicado. Mete otra marcha al juego. Si no evito su juego de aire y no cojo el centro de la cancha, resultará complicado. Hace daño con el saque, por lo que necesito restar bien y tomar la iniciativa cuando tenga ocasión. La final está difícil, pero intentaré dar un susto a Aldai.

– ¿Cuántos partidos lleva este año?

– No sé decir el número exacto, pero menos que otras veces por el tema de la selección. Me centré en el Mundial de frontball. Como sufro bastante de las manos, estaba obligada a elegir entre una y otra.

– ¿Sufre tanto de las manos?

– La pelota mixta es más bonita, pero castiga las manos. Durante una época, jugaba un partido y paraba tres meses. Ahora, en cambio, llevo una buena temporada. He modificado la colocación de los tacos y creo que he acertado.

– Durante su niñez llegó a formar pareja con Aitor Aranguren, zaguero profesional de Baiko. ¿Le sigue?

– Ahora voy menos al frontón, pero veo sus partidos por la tele. Hasta los doce años íbamos juntos a la ikastola de Aginaga. Éramos tres y normalmente jugábamos dos contra Aitor. La mayoría de las veces me colocaba atrás en la pareja. Nos las ingeniábamos para intentar ganarle.