La única cosa que no se puede comprar
Qué sería de nosotros sin Copa de Oro un 15 de agosto.
El mundillo hípico no se caracteriza precisamente por su optimismo. Casi siempre en crisis, el lamento es un latiguillo que acompaña casi cualquier análisis sobre ... la situación que atraviesa el turf aquí y allá. El apocalipsis siempre parece inminente. Miramos con envidia al otro lado de los Pirineos, pero su realidad, en otra dimensión, también parece peor que la de cualquier tiempo pasado.
También la Copa de Oro ha recibido lo suyo. Aquí no se libra nadie. Que la dotación es menor que la de hace 25 años, que el nivel ha bajado, que ya no corren los tres años… Todo debatible, pero también innegable. Y sin embargo, hipódromo lleno. Los propietarios soñando con su dorado trofeo. Y tertulias. Reuniones de amigos. Poule. Nervios. Ilusión. Sueños. Resulta que, por encima de cualquier circunstancia, esta carrera te acerca a lo que crees inverosímil, al apartado donde guardas los anhelos imposibles. Y tenemos la fortuna de que es nuestra.
Decía el malogrado Pepe Mujika que la única cosa que no se puede comprar es la vida. Y que ser libre es gastar la mayor cantidad de nuestro tiempo en aquello que nos gusta hacer. Hoy seremos libres una vez más en ese viejo hipódromo, el nuestro, al que volvemos en busca de lo que no se puede comprar. Mañana amanecerá igual para todos, pero qué sería de nosotros sin Copa de Oro un 15 de agosto. La cita con aquello que más nos gusta hacer.
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