Muchos seguidores de Gabriel García Márquez vaticinaron que la trayectoria del Acunsa GBC en la ACB esta temporada iba a ser la crónica de ... un descenso anunciado. Hasta los más osados gurús del deporte de la canasta se preguntaban por qué el equipo debía compartir competición con los todopoderosos si iba a tener poquísimos recursos y además debía hacer el equipo en ocho días. A ellos, tristemente, el equipo le ha dado la razón. Descenso con dos semanas por jugar, algo que lamentablemente conocemos ya por aquí.
A los agoreros se les hizo un nudo en la garganta después de que en la cuarta jornada el Zaragoza mordiera el polvo en Illunbe. Lo mismo con sus dos triunfos seguidos ante el Tenerife y el Joventut, o el día en el que se pasó por encima del Valencia. El último amago del equipo fue en Burgos. Ya ven qué equipos: todos con pedigree europeo y con jugadores inalcanzables para el GBC. Y no hablo de los titulares.
No es de recibo ir marcando previamente los partidos donde se va a ganar y dónde no. Sin embargo, y así hay que decirlo, esto ha terminado de condenar al equipo guipuzcoano. No ha sacado ningún averaje con los equipos que están en los últimos puestos y eso le ha condenado. Si cambiamos –asumiendo que es un juego imposible– tres victorias que tiene el GBC contra equipo europeos por Bilbao, Fuenlabrada y Estudiantes, por ejemplo, sería ahora mismo otra situación.
El descenso es doblemente amargo porque se ha visto que el equipo juega bien y que puede competir. Le ha faltado regularidad, creérselo un poco más y tener algo de margen en la caja de caudales. Se marchó Francis, se han lesionado Echenique y Oroz –el mejor en ataque y el mejor en defensa– y solo se ha inscrito a Carlson. Decimos inscrito porque el de Wisconsin ya estaba en dinámica de grupo con el colombiano y el capitán sanos. Sabíamos que era muy difícil y el equipo ha llegado hasta aquí. Con mucho mérito además. Toca construir para no estar Cien años de Soledad.
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