Nada más ganar su decimocuarto Roland Garros, Rafael Nadal fue preguntado en Eurosport por el número de inyecciones que había recibido durante el torneo para ... mitigar los dolores en el pie izquierdo, a lo que respondió: «Es mejor que no lo sepas».
El recurso a las infiltraciones por parte del tenista balear ha encendido una profunda polémica en el ciclismo internacional, con epicentro en Francia, el país de origen de todos los grandes debates políticos, sociales y deportivos de la modernidad ilustrada. Dos de sus figuras, Thibaut Pinot y Guillaume Martin, han expresado sus quejas. «Si hubiera tenido un problema como el de Nadal, yo me tendría que haber retirado, y los demás ciclistas también», declaró Martin en L'Équipe. Pinot tuiteó un irónico «Los héroes de hoy...».
En el ciclismo, los tratamientos con inyecciones están prohibidos desde 2011. Todos. Ningún ciclista puede recurrir a infiltraciones, ni aunque sufra una dura caída. Nadal, que en el pasado se ha pronunciado de forma contundente más de una vez contra las obligaciones que acarrea el reglamento antidopaje del tenis, se ha beneficiado de una normativa más laxa que la del ciclismo para poder infiltrarse, algo común en el fútbol, el baloncesto o el atletismo, por ejemplo, donde deportistas lesionados pueden pedir autorizaciones médicas para utilizar analgésicos y seguir compitiendo. El ciclismo también es víctima de sus excesos, de sus años de plomo, que arruinaron su credibilidad y le mantienen de forma permanente en el punto de mira.
Pero el reproche galo es más profundo que ese agravio comparativo. Plantea la cuestión de qué mensaje envía Nadal jugando en esas condiciones, si ese ganar a cualquier coste, incluyendo anestesiar al cuerpo para no sentir dolor sin mirar a las consecuencias más allá de la victoria, encarna los valores que el deporte debe transmitir. Los grandes debates siguen viniendo de Francia.
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