«Hay sentimientos encontrados al decir adiós al escenario»
Itziar Mendizabal se retira de las tablas hoy en la Royal Opera House de Londres, tras casi tres décadas de trayectoria profesional
Un beso al cielo para quienes no están y otro al escenario, pidiendo que el espectáculo vaya bien y como respeto hacia las tablas. Ese ... es el particular ritual que cumplirá por última vez hoy Itziar Mendizabal (Hondarribia, 1981), primera solista del Royal Ballet, quien se retira encarnando a la Reina de Corazones en la Royal Opera House de Londres, tras casi tres décadas de trayectoria profesional. Formada en el estudio de Elvira Ubierna de su localidad natal y en la escuela de Víctor Ullate de Madrid, debutó con la compañía del maestro zaragozano en el Gran Teatro Falla de Cádiz en 1997 y después recaló en los Ballets de Zúrich y Leipzig, antes de entrar en el prestigioso Royal Ballet de Londres en 2010. Un año antes, estuvo nominada al Benois de la Danse –'Oscar del ballet'–, por su interpretación de 'El Pájaro de Fuego'. En casa, fue reconocida con el Premio Revelación de Gipuzkoa de 2009 y con la Insignia de Oro de Hondarribia en 2012. A partir de ahora, se dedicará a la docencia en la escuela superior del Royal Ballet.
– Ha llegado el día de su adiós a los escenarios, ¿con qué sentimientos afronta su última función?
– Hay sentimientos encontrados. Al final vas a decirle adiós a tu público, a estar en el escenario y actuar, pero el sentimiento más profundo que tengo ahora es el de felicidad. Durante esta semana han ido viniendo muchos amigos y hoy vienen mi familia y más amigos, y eso te crea un poco más de nervios y ansiedad, pero con mucha ilusión y ganas de despedirme del escenario, de quitarme las puntas y además con un rol tan divertido.
«Me gustaría que me recordaran como una bailarina que interpreta y vive los roles»
– ¿Cómo ha sido el proceso de decidir su despedida?
– Llevo un tiempo pensándolo y decidiendo cuál sería el mejor momento. He mantenido bastantes conversaciones con mi director para ver si era mejor retirarme este año o el siguiente. En realidad, pensaba retirarme el año que viene con el ballet 'Mayerling', pero se ha adelantado mi adiós debido a que he obtenido la plaza de profesora en la escuela superior del Royal Ballet School.
– Y se retira interpretando a la Reina de Corazones de 'Alicia en el país de las maravillas'.
– El papel de Reina de Corazones es tan divertido, te da mucha libertad artística y creo que es el rol perfecto para despedirse. Además, un último espectáculo no es fácil, es un espectáculo donde pesa más el rol y el personaje que la perfección técnica, así que es genial que la Reina de Corazones juegue con la imperfección, por lo que si algo no sale perfecto puedes jugar con ello a tu favor, lo que te quita presión. Mi Reina de Corazones es un poquito neurótica y bipolar, (ríe). Sin duda, es uno de los mejores ballets para poder despedirse.
– ¿Quiénes le van a acompañar en su último espectáculo?
– Me emociono, porque siempre imaginé que estaría mi ama para ver mi último espectáculo y así va a ser. Ella tiene ELA y ha venido desde Hondarribia con mi hermana, Lierni, y mis sobrinas, Alaitz e Inge. Además, las van a sentar en el palco real. También estarán mi hijo, Julen, y mi pareja, Greg, amigas de la escuela de Víctor Ullate y amigas de la cuadrilla de Hondarribia. Pero este último espectáculo está dedicado a mi ama.
«El Royal Ballet es mi casa y donde he dado mis mejores años como artista»
– En sus 28 años sobre los escenarios, ¿ha alcanzado todas las metas que se propuso?
– Todas y muchas más. Después de haber interpretado el papel de Tatiana en 'Onegin' aquí en Covent Garden, en uno de los teatros más icónicos, y con el Royal Ballet, una de las mejores compañías del mundo, me dije: «De aquí en adelante, ya está y todo lo demás es extra». Es la cúspide de mi carrera, aparte de muchísimos momentos y ballets que bailé en Leipzig o aquí en Londres. Me siento una privilegiada de haber podido bailar ballets de Kenneth MacMillan, Christopher Wheeldon o Marco Goecke y también de todos los clásicos que he tenido oportunidad de bailar. Siempre quise bailar, pero nunca fue mi meta ser primera bailarina, sino ir bailando cada vez un poco más y asumir retos a corto plazo. No queda nada que haya querido bailar y no haya podido.
– ¿Hay algo que no añorará de estar sobre las tablas?
– Desde luego que no voy a echar de menos los nervios antes del espectáculo, ese estrés en el momento de subirse al escenario. Voy a echar de menos muchas cosas, como hacer la clase, ensayar con mis compañeros o la música en clase, pero adiós a los nervios.
– Y ahora se va a dedicar a la docencia, como buena hija de profesores.
– Me incorporo al claustro de profesores de la escuela superior del Royal Ballet School. En concreto, voy a dar clases a estudiantes de 17 años, así que va a ser una transición bastante fluida. Siempre he querido dar clases y además es el grupo de edad al que me gusta enseñar. Hace diez años cuando estaba haciendo la formación para ser profesora de la escuela del Royal, me ofrecieron un contrato y lo rechacé, porque no estaba preparada aún, porque la danza todavía se basaba en mí y para ser buen docente, tienes que llegar al punto en el que estés preparado para no ser tú el centro y que el foco pase a tus alumnos. Ahora disfruto muchísimo de ver crecer a los estudiantes y de poder ayudarles a cumplir sus sueños, ofreciéndoles todo lo que he aprendido durante mi carrera.
«Mi etapa en la ciudad alemana de Leipzig me ayudó a ser la bailarina que luego he sido»
– Yendo al inicio, ¿cómo apareció la danza en su vida?
– Siempre digo que la danza me encontró a mí, antes incluso de empezar las clases de ballet a la edad de cuatro años. Tuve la grandísima suerte de ir a clase con Elvira Ubierna y ella nos inculcó la disciplina, la dedicación y el respeto por la danza clásica. Elvira me dio una buena base clásica, que son unos buenos cimientos, y luego Víctor Ullate, me aportó una técnica impresionante y el hecho de subirme a un escenario con 16 años. Víctor me empujó a estar encima de las tablas a una edad temprana y a intentar mejorar diariamente. Les estoy muy agradecida a ambos.
– ¿Con 14 años era consciente de la importancia de su primera maleta hacia Madrid?
– Recuerdo que llegamos a la puerta de la casa en la que me iba a quedar y me acuerdo del momento de decir agur a mis padres y hermana. Ese momento fue difícil, porque ahí fui consciente de que ellos se iban y yo me quedaba sola. Pero tampoco duró mucho el trauma, porque al día siguiente iba a bailar. En esta vida, todas las despedidas tienen su momento de emoción, pero hay que poner en una balanza los pros y los contras de la decisión tomada.
– ¿Recuerda cómo fue ese debut sobre los escenarios siendo tan joven?
– Me acuerdo de que el escenario del Gran Teatro Falla de Cádiz tenía pendiente y que estaba tan nerviosa que me sentí como una Bambi blandita. Al final, eres jovencita y la escena de las dríadas de 'Don Quijote' es una parte técnica complicada. Y sí recuerdo esa sensación de logro y de estar orgullosa de mí misma por haber hecho el trabajo que tenía que hacer. Es increíble cómo te marcan algunos momentos de tu vida: cierro los ojos y me veo con el traje en cajas, y podría bailar la coreografía entera hoy día.
«Elvira Ubierna me enseñó que se podían transmitir sentimientos con la danza»
– ¿Por qué decide abandonar la compañía de Ullate e irse al extranjero?
– Para mí fue muy importante salir, sobre todo, para darme cuenta de cómo funcionan las compañías en otros países, porque lo único que yo conocía en ese momento era el Ballet de Víctor Ullate. Tenía ganas de experimentar y fue un paso muy grande estar en otro país, en una compañía con su propio teatro, como el Ballet de Zúrich, para expandir mis metas artísticas.
– ¿Cuál ha sido el mayor acierto de su carrera?
– La mejor decisión que he tomado en mi carrera fue irme al Ballet de Leipzig. Tenía una oferta de Múnich y decidí ir a Leipzig porque sentí que el entonces director, Paul Chalmer, tenía una gran ilusión de que yo entrara en la compañía. Vi en su mirada que veía algo especial en mí y que quería hacer de mí 'su bailarina'. Y no me equivoqué. También sirvió para encontrarme con Jean-Sébastien Colau, que era un bailarín con muchísima experiencia, y se convirtió en mi pareja de baile, ayudándome a crecer como artista. Mi etapa en Leipzig me ayudó muchísimo a convertirme en la bailarina que soy y sin Leipzig, probablemente nunca hubiera llegado el Royal Ballet.
– ¿Qué ha significado para usted formar parte del Royal Ballet?
– He bailado en cuatro compañías, pero el Royal Ballet es mi casa, es donde he bailado más años y donde he dado mis mejores años como artista. He bailado el impresionante repertorio del Royal ante un público increíble. Se ha convertido en parte de mi identidad ser una bailarina del Royal Ballet y tengo un sentimiento de orgullo por la herencia que tenemos. Siendo primera solista del Royal Ballet durante quince años, siento orgullo, pero, sobre todo, gratitud de haber tenido la suerte increíble de bailar roles principales muy interesantes, de que se hayan creado papeles para mí y de haber bailado junto a los mejores bailarines de nuestra época en un teatro donde han bailado los mejores bailarines de la historia.
«Fue un cambio, te da otro aplomo a la hora de enfrentarse a la vida»
– Desde 'El baile del pajarito' con Elvira Ubierna al 'Pájaro de Fuego', por el que estuvo nominada al Benois, ¿qué roles le han marcado?
– Pues ese 'Baile del pajarito' de Elvira nos enseñó que se podían transmitir muchos sentimientos con la danza, lo que ha sido clave en mi carrera. 'El Pájaro de Fuego' ha marcado muchos momentos especiales en mi carrera, como la nominación a los Benois en mi etapa en Leipzig. Luego tuve la suerte de volver a bailarlo con el Royal Ballet en el centenario de Margot Fonteyn y además lo ensayé con Monica Mason, otro de los 'pájaros de fuego' más reconocidos. Los papeles con los que más he disfrutado son los que requieren una interpretación artística en ballets como 'Manon', 'Mayerling' o la Reina de las Willis en 'Giselle'. Me gustaría que me recordaran como una artista, una bailarina que interpreta y vive los roles, y espero que el público haya vivido emociones, que le haya hecho sentir y vibrar.
«Podría bailar la coreografía entera hoy en día»
– Pero si hay un papel importante en su vida es ser amatxo de Julen.
– Me emociono hablando de él, pero obviamente te cambia la vida, las prioridades y la importancia que le das a las cosas. Siempre quieres hacerlo lo mejor posible, pero ahora tienes ese colchoncito que es lo que más felicidad te aporta y ya no es el escenario, sino esa pequeña personita. La maternidad te da otro aplomo en la vida.
– Por último, ¿qué es la danza para usted?
– Es una pregunta difícil. La danza es un medio de transmitir emociones, que ha sido una parte importante de mi vida como bailarina y que ahora voy a tener la suerte de poder enseñárselo a los alumnos. Va a ser muy bonito verlos florecer. Con la danza recibes tanto, te descubres a ti misma, encuentras partes de ti que no habías descubierto, te da un espacio en el que puedes sentirte con libertad. En resumen, es una pasión que, además, te aporta beneficios.
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