Reivindicación de Lee Krasner en el Guggenheim
El museo pone de relieve la obra de la expresionista abstracta, oscurecida por la fama de Pollock, su pareja
iñaki esteban
Viernes, 18 de septiembre 2020, 06:15
Lee Krasner pertenece al grupo de mujeres artistas a las que su emparejamiento con otro creador plástico ensombreció su carrera, caso de Sonia Delauney, Frida Kahlo o la cubana Ana Mendieta. En 1942, la obra de Krasner se incluyó en una importante exposición de expresionistas abstractos en la que estaba Willem de Kooning y Stuart Davies. También Jackson Pollock, protegido de Peggy Guggenheim, artista que dio con la técnica del goteo masivo de pintura sobre el lienzo y que sería en una primera etapa la estrella del movimiento.
Se casó con él en 1945. Dominante, alcoholizado y de genio imprevisible, la artista prácticamente desapareció del mapa ante el espacio que ocupaba el artista al que constantemente adulaban los críticos y galeristas. El revisionismo histórico de aliento feminista ha servido para hacer justicia a las mujeres artistas, empezando por las clásicas en el Prado, y en este contexto se encuadra la exposición sobre Krasner que se presentó ayer en el Guggenheim, la primera después del estado de alerta en marzo.
Comisariada por Eleanor Nairne, de la Barbican Art Gallery de Londres, y Lucía Agirre del museo bilbaíno, 'Lee Krasner. Color vivo' propone un recorrido cronológico por la obra de esta artista nacida en Brooklyn en 1908, en el seno de una familia judía ortodoxa.
La muestra -patrocinada por Seguros Bilbao- arranca con el autorretrato de 1928 con el que entró en la prestigiosa Nacional Academy of Design. El golpe de la crisis financiera del año siguiente le obligó a seguir sus estudios en el City College de Nueva York, de carácter gratuito.
Frenéticos años veinte
Según relató Agirre, les costaba horas llegar desde casa a esos centros. Criticaba las radicales separaciones de hombres y mujeres a las que obligaba su religión y posó desnuda para varios fotógrafos. Corrían los frenéticos años veinte y ella se subió a la ola.
Su encuentro con Hans Hofman, un modernista alemán que había conocido a Picasso y Matisse en París, le llevó como a otros artistas de su generación del cubismo hacia la abstracción.
La exposición arranca con el autorretrato en el que, en un acto de afirmación, se pinta como mirada desafiante y los pinceles en la mano. En ella se recogen también por medio de fotos los 19 collages que realizó como parte del programa del presidente Roosvelt para dar trabajo a los artistas durante la Gran Depresión. Y pasa luego a unos cuadros con una gran variedad de colores, organizados en pequeños círculos, cuadrados y triángulos: una de las delicias de una exposición muy gratificante para la vista.
Vivía con Pollock en una granja que habían comprado con el apoyo de Peggy Guggenheim y que le proporcionó un contacto directo con la naturaleza. De esa época es la 'Mesa de mosaico' (1947) que la artista realiza partiendo de la rueda de un carromato abandonado al que incorpora teselas desechadas, fragmentos de bisutería, llaves, monedas y trozos de cristal.
Su primera muestra individual en 1951 fue un fracaso ya que no consiguió vender ni una sola obra. Para salir del atolladero, realizó unos dibujos en blanco y negro, que rompió porque no podía soportarlos. Con los trozos de papel que quedaron después del estropicio, a los que añadió fragmentos de arpillera, hojas de periódico, papel fotográfico y pintura, comenzó una nueva etapa.
De sus broncas con Pollock nació en 1956 una serie de obras, como 'Profecía', en la que por primera vez se atisba la figuración y que recuerdan por su composición vertical y sus formas al Picasso de 'Las señoritas de Avignon'.
«Iconografía de la firma»
La muerte de su pareja ese mismo año liberó su estudio, situado en el granero, donde pudo realizar sus cuadros en gran formato a incorporar los verdes de Matisse que tanto le gustaban. Pese a su rechazo a la «iconografía de la firma», lo que podría traducirse como la tendencia de algunos artistas a repetirse, y a su constante reinvención y exploración, en la obra de Krasner según se expone en el Guggenheim se reconoce un hilo conductor.
A partir de los setenta, y de la exposición en el museo Whitney de Nueva York, su obra empezó a ocupar el lugar que se merecía. No obstante, la sombra de Pollock y su mito del genio atormentado -murió en un accidente mientras conducía borracho- no cesó. Por eso exposiciones como la del Guggenheim son necesarias.
Como recordó su director general, Juan Ignacio Vidarte, el museo acoge ahora la obra de dos artistas de la misma época, Lygia Clark y la propia Krasner, a las que se unen Olafur Eliasson y William Kentridge. Un programa de altura aun en estos tiempos inciertos.
La exposición
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'Lee Krasner. Color vivo'. En el Guggenheim, hasta el 10 de enero, sobre una de las creadoras fundamentales del expresionismo abstracto.
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Comisarias. Eleanor Nairne, de la Barbican Art Gallery, y Lucía Agirre, del Guggenheim.
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Patrocinador. Seguros Bilbao.