Quique González: «El reto ha sido no enterrar bajo mi música los versos de Luis»
El músico madrileño presenta el jueves en el Victoria Eugenia el disco 'Palabras vividas', cuyas letras han sido escritas ex profeso por el poeta Luis García Montero
La relación entre Quique González (Madrid , 1973) y Luis García Montero (Granada, 1958) se remonta a varios años atrás. El músico se inspiró ... en el poemario 'Habitaciones separadas' (1994) para escribir 'Aunque tú no lo sepas', la canción que regaló a su admirado Enrique Urquijo. Desde entonces, el rockero y el poeta mantienen una estupenda relación que al fin ha fructificado en 'Palabras vividas' (2019), un disco firmado por ambos: por primera vez en una carrera que supera los 20 años, González ha delegado la responsabilidad de escribir las letras en otra persona. El jueves presentará el álbum en compañía de una gran banda: a sus dos 'detectives' Alejandro Climent 'Boli' (contrabajo) y Edu Olmedo (batería) se suman Toni Brunet (guitarra), Diego Galaz (violín ,mandolina, zanfona...) y César Pop (guitarra).
-Al margen de la amistad que les une, ¿por qué eligió a García Montero y no a otro poeta?
-Bueno, es mi influencia poética más importante y puedo decir que su forma de escribir me ha dado herramientas para crear mis canciones. Probablemente, aunque no le hubiera conocido, habría tenido el deseo de hacer este disco con él.
-¿Qué es lo que más admira en él?
-Básicamente, que me lo creo. Destila verdad en sus versos, en sus ensayos, en sus columnas, en su forma de vivir... Envidio mucho la claridad y la precisión que tiene para encontrar las palabras porque es un auténtico maestro. En eso me gustaría emparentarme con él más que en un estilo.
-¿Y cómo definiría las composiciones de 'Palabras vividas'? ¿Son poemas cantados o canciones poéticas?
-Son canciones. La canción es un género en sí mismo y Luis escribió siempre pensando en ello, en unir el mundo de mis propias canciones con las cosas de las que él suele hablar de un modo tan descriptivo.
-¿Cómo fue su forma de trabajar? ¿Usted le pedía poemas sobre temas concretos o él escribía a su antojo?
-Al principio propuse a Luis elegir unos cuantos poemas suyos y musicarlos, pero él me dijo que le parecía más interesante escribir canciones pensando en mi propio mundo. Yo también lo vi más oportuno y a partir de entonces no hubo más reuniones ni quedamos para hablar de nada más. Él me iba enviando las canciones por e-mail y yo iba jugando con ellas. Como mucho, llegué a decirle que igual necesitábamos algún tema más corto, pero nada más.
-¿Entonces no intervino usted en la escritura en ningún momento?
-No, en absoluto, no me habría atrevido a cambiarle una coma a Luis. Bueno, en realidad, he intervenido involuntariamente porque cuando grabamos el disco, canté los temas de memoria y se me colaron un par de cambios sin querer. No son cambios sustanciales -un par de palabras- pero me preocupaba cantarlas tal cual. Cuando le dije a Luis que estaba jodido por mi error, él me tranquilizó: «No te preocupes, la memoria mejora la poesía». Eso me ayudó.
-¿El mayor reto era que parecieran canciones de Quique González, que sonaran naturales?
-A mí me parecía fundamental que el disco no fuera un 'frankenstein' y que la música no distrajera la atención de las palabras. Yo quería que los temas sonaran a canciones, no a poemas musicados. Por eso, cuando conseguía que parecieran temas míos, yo tenía la sensación de que íbamos por el buen camino, porque es un disco de dos personas y, pese a la cantidad de cosas que tenemos en común, también venimos de sitios distintos. Lo más difícil, quizá, ha sido encontrar el camino, empezar a jugar con la guitarra y los versos hasta encontrar algo. Luis me mandó más canciones de las que aparecen en el disco pero a algunas no pude buscarles una salida.
-El sonido general del disco es menos eléctrico y más acústico, más calmado... No hay tanto rock. ¿Lo pedían las letras?
-Sí, por un lado, me apetecía hacer algo distinto a los últimos discos y trabajar con el material de Luis me animaba más aún. Por otro, yo esperaba hacer algo que no fuera muy estridente, que la música estuviera acompañando pero que no destacara para no enterrar los versos de Luis. Ese ha sido otro reto: tener muy en cuenta los silencios, dar espacio a los versos, que todo sonara muy crudo... Es entonces cuando mejor se entiende lo que cuenta Luis.
-De ahí la sonoridad de temas como, por ejemplo, 'Canción con orquesta'.
-Hay alguna guitarra eléctrica, pero son muy poquitas. He buscado otros sonidos y otros colores: hay más guitarra española que en ninguno de mis discos, también están la zanfona, el violín, la mandolina italiana... Jugar con esos paisajes sonoros me ha permitido sintonizar mejor con lo que cuentan los poemas.
-Pero sigue habiendo ritmos de raíz americana...
-Bueno, yo he intentado que no suene tanto a eso, pero claro, la cabra tira al monte y es la música que yo escucho, pero diría que 'Palabras vividas' es el menos americano de mis discos. De hecho, yo quería algo más mediterráneo.
-Hábleme de 'Bienvenida': es la primera canción que le canta a su hija y la ha escrito otro autor...
-(Risas) Sí, ahora tiene un año y tres meses. Luis la escribió en cuanto le dije que iba a ser padre por primera vez y debo decir que me salvó porque cuando los cantautores escribimos canciones a nuestras hijas, tenemos tendencia a ponernos muy intensos. (Risas)
-En general, 'Palabras vividas' es un disco luminoso con textos preciosos que celebran la vida y el amor como 'La nave de los locos', 'Mi todavía'... ¿Quizá eso es más difícil que escribir sobre dolores y tormentos?
-Siempre ha habido muchas más canciones de desamor, es un valor histórico, pero creo que se puede hacer algo bonito, sensible y con carácter hablando de cosas como la celebración de la vida, el amor o la actualización de las relaciones de larga duración. De eso va, precisamente, 'Mi todavía'. El disco no derrotista en absoluto. Como tú decías, celebra muchas cosas buenas, pasa de lo individual a lo colectivo, de lo social a lo sentimental, y lo hace con naturalidad. Eso Luis lo hace de maravilla.
-'Todo se acaba', que es de las más oscuras, contrasta con esa luminosidad.
-Habla del final del verano y de los amores perdidos, es una de mis favoritas y también una de las canciones más duras que he cantado. En ella me da la impresión de que Luis escribe un poco a la manera de Leonard Cohen.
-Termina con 'Seis cuerdas', una pieza brevísima en la que canta: «El corazón de siempre en un acuerde nuevo / Aunque no lo esperabas, esto ha sido la música». Después de tantos años, ¿aún sigue sorprendiéndose durante el proceso de creación?
-Sí, me sigue encantando, soy un fan absoluto de los grandes cancionistas y de las canciones: trato de salir a cazarlas en cuento puedo. Continúa ilusionándome, me sigue removiendo la idea de hacer el siguiente disco y componer las mejores canciones posibles.
-¿Este disco junto a García Montero dejará algún poso en sus futuros textos?
-Es algo difícil de cuantificar, pero es posible que me dé herramientas para crear mis propias canciones. Dispondré de otra visión y supongo que me refrescará. Ha sido un reto para mí y confío en que algunas cosas cambien o salgan de forma diferente a partir de ahora.
-¿Qué puede contar acerca de la grabación en los estudios Garate de Andoain?
-Había estado allí para colaborar en discos de otros artistas y tenía muchas ganas de grabar algo mío. Kaki Arkarazo ejerció de técnico y fueron diez días fantásticos. El entorno natural es maravilloso y el estudio, también. Se come de maravilla... Me gusta hacer los discos dentro de la convivencia, dormir en el mismo sitio, acostarnos y levantarnos pensando en la música que estamos haciendo.
-¿Y cree que las buenas sensaciones del lugar pueden filtrarse a las canciones?
-Claro, el entorno influye positivamente en el disco, muchísimo. No entras a grabar en un sitio tan bucólico como Garate o en un estudio que está en mitad de un polígono en el que sales a fumar un pitillo y sólo ves naves industriales. Inspira un poco menos.
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