Víkingur Ólafsson, toda una experiencia
No resultó forzado escuchar ayer en el piano del islandés a Galuppi, Cimarosa, Haydn o Bach junto a Mozart y encontrar a todo un sentido
Hoy en día abundan los virtuosos y con la gran competencia que existe no es sencillo destacar. Hay quien apuesta por hacer versiones poco ortodoxas, ... defender una determinada imagen o dedicar más tiempo a trabajar las redes sociales que las teclas. La crisis de público y la extendida necesidad de captar a nuevos oyentes han llevado a 'inventar' nuevas formas de darse a conocer. La apuesta de Víkingur Ólafsson es a priori muy respetuosa: ofrecer programas que permitan descubrir conexiones probables pero que no se suelen experimentar en un concierto en directo. Y eso fue lo que hizo en su presentación en Donostia.
Pero la experiencia de escuchar a Ólafsson fue mucho más allá de la originalidad de su propuesta programática. Pocas veces se escucha el silencio del público como ayer y eso fue posible gracias su impecable pianismo y, especialmente, a la magia que creó en su personal invitación a viajar por distintos compositores con Mozart como eje. Fue fácil dejarse llevar por su manera de volcarse en el instrumento -también físicamente, agachándose sobre las teclas- y su manera de enlazar las obras sin descanso, creando dos enormes composiciones de casi una hora en las dos partes del recital.
No resultó forzado escuchar a Galuppi, Cimarosa, Haydn o Bach junto a Mozart y encontrar a todo un sentido. Ólafsson intercaló a estos autores, en algunos casos con arreglos suyos, en un continuum sonoro de gran belleza conseguido gracias a su pulida técnica, su precisión en el ataque y un siempre adecuado uso del pedal, con el que consiguió una increíble unidad sonora. Rico en dinámicas, conmovedor en las partes más reposadas y muy libre en los tempi rápidos, huyó de estereotipos e incluso a veces del estilo esperado para regalar su música y su personalidad única.
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