Fermin Muguruza

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Fermin Muguruza
Admite estar cansado y aún así rebosa energía. Inmerso en la organización de hasta el último detalle, y a pesar de que haya sido una ... locura, Fermin Muguruza sonríe al pensar en la «fiesta» de este sábado en Anoeta. Congregará al menos a 30.000 personas –todavía quedan 2.000 entradas– en el denominado «akelarre antifascista» que durará más de siete horas. Las puertas abrirán a las 17.00 horas y el irundarra se subirá sobre las 21.00 para tocar durante más de tres horas.
– Ha sido una gira muy exigente tanto en lo físico, mental y emocional. ¿Qué cuerpo le ha dejado lo de México?
– Siendo sincero he llegado reventado, los últimos días de México fueron de no dormir. Con toda esa tensión que habíamos vivido en el Foro Alicia, que no sabíamos si podía haber habido una tragedia, al llegar al hotel eran las dos de la madrugada. Pero con la diferencia horaria aquí eran las diez de la mañana. Todo el mundo se había enterado y teníamos cientos de mensajes en los que se nos preguntaba si estábamos bien y qué había pasado. Y es de agradecer todos los medios que querían declaraciones: de Berlín, Latinoamérica, pero también de Euskal Herria, de Madrid, de Barcelona, de Francia... Tuve que delegar en Iñaki. Teníamos que gestionar lo que había pasado, teníamos llamadas de la alcaldesa del distrito de Guatemala, la jefa del gobierno federal de la ciudad, la presidenta quería lanzar un mensaje de que se iba a buscar a los responsables... Imagínate.
– No hubo descanso.
– Al día siguiente teníamos el concierto en Ciudad Neza. Fui con los italianos Banda Bassotti; Tijuana, a los que produje un disco en el 94; Sekta Core, de alguna manera mis discípulos; la gente de Cabrito Gurú y el Gran Silencio de Monterrey con los que yo he trabajado últimamente. Muy bonito, pero con mucha tensión porque no sabíamos qué iba a pasar. Todo lleno de policías, en principio para que no hubiera ningún incidente, pero había 20.000 personas y sabes que puede saltar una chispa.
– Y casi sin pisar Irun, viaje a Roma.
– En el vuelo a casa algo duermes, pero teníamos que atender todo y a la vez organizar lo de Anoeta y Roma. Llegamos el martes, el viernes a Roma y volvimos el domingo. La verdad es que estoy con mucha emoción por lo de este sábado, pero medio reventado. Te baja toda la tensión de repente.
– Y el sábado, Anoeta.
– Tenemos mucha ilusión, ha sido muy espectacular lo que hemos conseguido, es el reencuentro con el público de Euskal Herria desde los tres primeros conciertos. Tras los intentos de censura, en México pero en otras ciudades también, la gente está deseando venir. Los mensajes que nos envían es que nos están esperando, nos quieren demostrar todo ese afecto. Con mucha emoción y mucha tensión, mirando a cada rato la previsión meteorológica, que va cambiando cada día.
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– No es su primera gira por varios países, ya en el 93 visitó 10. Suele decir que más que tocar es conocer gente o recibir influencias. ¿Qué se trae?
– Coordinar a 15 personas en gira, 10 músicos, tres técnicos y los asistentes, no es fácil. En algún momento se reforzaba con 17 personas. ¡Imagínate solamente hacer la facturación en los aeropuertos con todo el material! Por eso nos hemos preocupado de tener un día de viaje, un día de encuentro con la gente del lugar y el día de trabajo, de concierto. Y cuidando el aspecto lúdico. Por ejemplo, en Chile los técnicos se encargan del aspecto técnico y yo me encargo de reunirme con los colectivos diferentes, entre ellos la gente que defiende la lengua mapuche. En Bogotá me reuní con María José Pizarro, hija del guerrillero que después de dejar las armas iba a presentarse para presidente y lo asesinaron. Había sampleado una serie de frases suyas en una canción.
– (...).
– Comenzamos en Bilbao, lo del Palau [Sant Jordi] ante 15.000 personas fue apoteósico, como lo de Madrid, que pendía de un hilo porque no sabíamos si finalmente lo iban a cancelar. Fue una especie de victoria colectiva después de tantos años de no poder tocar en Madrid. Lo que hemos hecho por ahí ha sido increíble.
– ¿Esas pequeñas 'victorias' han sido una forma de cargar pilas para lo de Anoeta, de ganar?
– 'No es ganar siempre, sino es hacer de la caída un paso de danza', como decía el poeta Pessoa. Por supuesto es una recarga, no solamente mía personal, en Madrid sentía que había una rabia positiva tremenda, una especie de euforia. En una sociedad atomizada nos hemos juntado un montón de gente porque queremos ver a este tipo, cantar con él, danzar con él. En Anoeta la mayoría será de Euskal Herria, pero sabemos que viene muchísima gente de fuera y eso es chulísimo.
– Dijo que hacía falta vender 25.000 entradas para cubrir gastos. ¿Llegar a 30.000 da más tranquilidad o motivación? En plena cultura del 'sold sout' parece fácil, pero hay que llegar, más en euskera.
– Sí, saber que vamos a tener 30.000 personas ahí con nosotros es algo enorme. Antes del concierto ya me faltaban las palabras de agradecimiento, así que ahora... Será difícil pisar tierra y no caminar sobre dos centímetros. Y saber que vamos a cubrir gastos da tranquilidad. Algunos han subido una barbaridad, otros los vamos a compartir con Bruce Springsteen, pero es una barbaridad montar una cosa así en Anoeta. Más aún teniendo en cuenta que nosotros no contamos con las ayudas que cuenta Bruce, eso hay que remarcarlo, lo tiene que saber todo el mundo. Y que nuestra entrada ha sido lo más popular que hemos podido. Quedan 2.000, es verdad que del último anillo, pero no va a haber 'sold out' ni existe esa especie de síndrome del 'fomo'.
– Siempre ha defendido la música como pedagogía. ¿Le parece más necesario que nunca?
– Muchas veces falta contexto. Se dice 'nunca hemos estado tan mal'. Perdón, nosotros venimos de una dictadura militar. Siempre que puedo recuerdo que Pablo Hasél sigue en la cárcel por sus letras, que Valtònyc estuvo en el exilio. Pero es que nosotros en los 90 estuvimos denunciados por Galindo cuando él estaba en la cárcel por secuestro, tortura y asesinato de Lasa y Zabala. Diría que es igual de necesario que siempre.
– (...).
– Cuando me dicen que con Trump es peor que nunca, respondo 'bueno a ver, ¿no os acordáis de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, cuando comenzó el neoliberalismo o las operaciones Cóndor en Latinoamérica?'. Estamos viviendo un genocidio a tiempo real en Gaza y Palestina, algo impensable después de la II Guerra Mundial. Crea impotencia, un escepticismo sobre poder cambiar nada, pero la solución no es abandonarse. Es seguir.
– ¿Le queda algo por hacer en la música? Esta gira, mirar atrás... ¿Se ha planteado retomar algún proyecto? Iñigo no está, ¿pero quizá Negu Gorriak?
– Cuando vi que llegó esa fiebre por la vuelta de los grupos, cuando distintas promotoras me hicieron ofertas muy suculentas a nivel monetario para poder reunir algunas bandas, lo vi claro. De hacer algo sería una reivindicación de mi legado. Es lo que he hecho durante toda mi vida. En vez de pensar 'estaría bien reunir', siento que cada concierto que doy es una especie de despedida, en este formato por lo menos, eso sí te lo puedo decir. Además en vez de ser agridulce resulta que es satisfactorio, siento alivio. Escucho música neo soul o incluso de raíz y a futuro me gustaría hacer algún disco con nuevas ideas. O formatos, como la gira por teatros con Albert Plá y Raúl 'Refree' con el espectáculo musical 'Guerra'. No puedo decir 'ya no voy a hacer más conciertos'. Pero después de esta gira hay un cambio de paradigma, lo tengo clarísimo. Desde que anunciamos lo de Bilbao o Biarritz llevamos dos meses de ensayos y 7 de gira. Tengo 62 años y ese cansancio está ahí. No solo los conciertos, es toda la parafernalia, la logística y producción en la que yo me implico mucho, entrevistas como esta... Que también disfruto, pero a la vez me derrumba de cansancio. Ahora son 10, si saco un disco tengo otra vez toda esa rueda de entrevistas. Ya veremos qué pasa de aquí a unos años.
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