Benito Lertxundi | Cantautor
«En los últimos conciertos me sentía como un muñeco»«Volvía de actuar con la sensación de no haber estado a la altura del ambiente y para eso, no merece la pena», asegura el cantautor de Orio tras el anuncio de su retirada
Veinticuatro horas después de anunciar su retirada de los escenarios, Benito Lertxundi (Orio, 1942) tuvo que lidiar durante el día de ayer con uno de ... los aspectos de la profesión que menos le agrada: la exposición mediática. Sin embargo, el lanzamiento del disco doble 'Gernika Zuzenean' –grabado en noviembre del pasado año–, le ha servido como excusa para explicar su decisión. En aquel concierto, como en los anteriores, «ya no me sentía director espiritual de aquel acto. Yo no controlaba las vibraciones del concierto. Me sentía como un muñeco y eso no me gustó nada».
– ¿Qué tal ha pasado esta noche? Igual hasta se ha quitado un peso de encima tras su anuncio...
– Sí, sí, la verdad es que sí. La pandemia fue un punto de inflexión. Cuando nos confinamos, surgieron unas formas diferentes de ver las cosas. Me llamaban para conciertos en aquel formato de aforo reducido, pero no me apetecía en absoluto hacer eso. Empecé a perder la atracción por el escenario y siempre andaba buscando pretextos porque recibía llamadas, pero daba largas. Al final, me vi en una encrucijada y decidí actuar, pero en los dos años posteriores nunca me he vuelto a sentir como antes.
– ¿Por qué?
– Aquí juegan un par de factores. Por un lado, el estímulo del ego siempre está en el escenario, pero alterna con el vértigo de estar en ese lugar. Cuando uno aprende a mirar su ego, ese estímulo va desapareciendo y lo que queda es lo segundo, que resulta poco atractivo. Y tras seis décadas, decidí dejarlo.
– ¿Cómo se siente uno en el escenario una vez que se ha perdido ya ese entusiasmo?
– Mal. El estímulo del ego es necesario para estar en el escenario y si eso desaparece, queda el vértigo de salir sin que te apetezca. Es un desafío cada vez mayor. Por otra parte, hay un poco de cansancio de estar en la carretera, yendo de un sitio para otro, con públicos distintos... ¿Qué hago aquí a estas alturas?
– Sin embargo, el público no le había dado la espalda: llenaba allí donde tocaba.
– Sí, aunque siempre volvía a casa con una sensación de que el ambiente había sido fantástico, pero sin que mi alma se sintiera cómoda ahí. Volvía a casa con la sensación de no haber estado a la altura del ambiente y para eso, no merece la pena. Regresas y no duermes. Son sensaciones que agotan mucho.
Sus frases
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La pandemia «Fue un punto de inflexión. Me llamaban para conciertos en aquel formato de aforo reducido, pero no me apetecía en absoluto hacer eso»
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Nuevas composiciones «Para continuar en un escenario debes tener una producción nueva, no puede estar tirando del repertorio antiguo, y tampoco tenía ganas»
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¿Símbolo? «Uno ya no se cree todo y pone una distancia con las cosas. No sería buena gimnasia para mí pensar en eso. Si no, al final acabas yendo al psicólogo»
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Los inicios «Gente muy cercana nos dio palos por utilizar la guitarra como instrumento básico. Les parecía demoníaco, no sé si teníamos que coger una alboka o un txistu»
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El peso de los éxitos «He querido sacrificar una canción popular para meter otras. Y a veces ha salido un concierto un poco tristón porque esperaban otra cosa»
– La última vez que subió a un escenario fue hace un año en Pamplona. ¿Era consciente ya de que no volvería a hacerlo o aún no había tomado la decisión?
– No... Bueno, a ver. Los dos últimos años ya caminaba hacia la salida, lo que pasa es que tenía cierto temor porque ves que la gente quiere que sigas y tus músicos quieren continuar. Pero en mi interior ya sentía que tenía que llegar este momento. Y llegó el año nuevo y aunque en casa no había comentado nada en concreto más allá de insinuaciones, decidí reunir a todos en un restaurante en Orio y decirles que esto se ha acabado. Además, ocurre que para continuar en un escenario debes tener una producción nueva, no puedes estar tirando del repertorio antiguo, y tampoco tenía ganas. Ya no estaba como antes a la hora de producir canciones. Intuyes dónde desembocan todas estas cosas, que es al público, pero al público ya no lo disfrutaba como antes.
– ¿No ha sentido la tentación de despedirse con un concierto final?
– No. La decisión la tomé en enero. La comuniqué a mi entorno y le pedí que no lo contaran. Una utopía porque ya sé que es imposible. No quería hablar de esto en los medios. Ahora lo hago porque tengo un disco nuevo al que se le debe esta cobertura.
– Durante la actuación que recoge el doble disco 'Gernika Zuzenean', ¿se sintió a gusto en el escenario?
– No, no. Era un ambiente increíble, una bomba de emociones el Jai-Alai y yo anímicamente no estaba a la altura. Ya no me sentía director espiritual de aquel acto. Yo no controlaba las vibraciones de aquel concierto. Me sentía como un muñeco y eso no me gustó nada. Fue el penúltimo concierto porque luego actué en Iruña, y ahí sucedió lo mismo y decidí que tenía que dejarlo, no era el momento para andar así. ¡Y aleluya, que me siento muy liberado!
– Su trayectoria está vinculada a la historia reciente de este país y contar su vida es hacerlo en paralelo con la de Euskadi.
– Bueno, eso se comenta, pero a mí me parece demasiado gordo. Son palabras muy gruesas. Muchas veces me han dicho: «Eres parte de la Historia». Naturalmente, soy uno de los iniciadores de la canción vasca cuando no había nada hace sesenta años y este hecho lleva a que te tilden de «histórico», pero eso se lo dejo a los demás.
– ¿Le pesa que se le convierta en una especie de símbolo?
– No, porque son cosas ajenas. La gente habla, la sociedad está ahí y se expresa así en público. Los conciertos son el punto de convergencia, pero no sería buena gimnasia para mí meterme en ese asunto. Aprendí a mirar a mi ego y entonces uno ya no se cree todo y pone una distancia con las cosas. Si no, al final acabas yendo al psicólogo.
– Siendo así, hoy (por ayer) tendrá un día difícil porque igual se siente abrumado de todo lo que se ha dicho y escrito sobre usted.
– A los que nos salpica el público estamos acostumbrados a convivir con eso y a relativizarlo.
– Pero la repercusión del anuncio de su retirada ha sido enorme... Más en el País Vasco que fuera de aquí.
– No acostumbro a hacer valoraciones sobre si merezco o no merezco. No hablo de mis méritos. Esas cosas se quedan para los consumidores. Yo hago una cosa y prefiero no entrar a calibrar en la repercusión que tenga eso. Queda para las fantasías de los que sienten ese tipo de historias. Tengo otra visión de mi propio trabajo. Seguramente, sigo a artistas que también se sorprenderían de lo que a mí me sugieren.
– Se ha retirado de los escenarios, pero se supone que seguirá escribiendo...
– Vivo en el presente. Corto muy fácil con el pasado. Si quiero divertirme con el pensamiento, lo hago un día sabiendo que todo es un pasado. La vida real es ahora, este instante en el que estoy hablando contigo, un instante en el que estamos viviendo y muriendo a la vez y eso me parece tan fantástico... Los seres vivos no celebran la vida, sencillamente viven, pero los humanos, culturalmente tenemos aquí unas fobias y decimos: «Celebramos la vida». Pero no: vive, vive... Y luego está la muerte, pero si no mueres no vives. Desde que nacemos estamos muriendo y viviendo, y en la medida en que comprendemos esto somos mucho más vitales y creativos, te escapas de las educaciones, de nuestra tradiciones y de las buenas costumbres.
– El futuro no existe...
– Tenemos un saco que recoge todas las experiencias y a partir de ahí diseñamos el futuro. «Ay, me gustaría que esto fuera así», pero eso es engañarse a uno mismo. Hay que mirar las cosas tal y como son, que no son malas, están bien. La naturaleza es sabia.
– Y cruel...
– Sí, el dolor es cruel, pero nos avisa de que algo anda mal. Tenemos calmantes y esas cosas, pero si evitáramos la aparición del dolor nos lo ahorraríamos, sí, pero nos llevaría a la tumba otra cosa que nos habría cogido desprevenidos. El dolor no deja vivir, pero si lo tomas como un aviso, tomas decisiones correctas para llegar a donde está el conflicto. Es benigno. ¿A qué le llamamos buen tiempo? Al sol. ¿Y mal tiempo? A la lluvia. Pero sin lluvia te mueres de sequía.
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