Allá donde se crean las canciones
Entramos en un laboratorio de la música para conocer cómo ha cambiado la escucha con la dictadura del 'streaming' y por qué fichar por un «monstruo discográfico» ya no es garantía de éxito
En la música ya no existe prácticamente clase media». El 'streaming' ha cambiado nuestra forma de escuchar música, pero también ha cambiado el papel del ... productor y el de la compañía discográfica. Ha cambiado la calidad de las canciones. Y la forma en que llega hasta nuestros oídos. «Antes escuchabas a un tipo en la radio y pensabas 'ese lo ha conseguido'; ahora puedes ser conocido sin necesitar una compañía que te promocione y embolsarte 150.000 euros al mes con lo que generan tus acciones en las plataformas de 'streaming'» explica Pablo Cebrián (Tenerife, 1977), músico, compositor y productor en su sello Arcadia Music.
Cuando el 1 de abril de 2020 más de una treintena de artistas se hermanaron para entonar el 'Resistiré' y convertirlo en himno del confinamiento, Cebrián fue quien se sentaba tras la mesa de mezclas de su estudio en el municipio madrileño de Torrelodones. Una voz autorizada dentro de la industria musical que ha producido a David Bisbal, Manuel Carrasco, Sergio Dalma, Nach, Aitana, Álex Ubago, Raphael, Malú, Morat, Pedro Guerra, Juanes, Tote King, Conchita, Marwan, Ele o Pitingo... «Cuando me enfrento a la producción de una canción intento llevármelo al terreno más personal, pues la siento como propia. El productor forma parte del nacimiento de la canción».
Luego las canciones dejan de pertenecer al músico para pasar a ser de los oyentes, tras las intensas fases de distribución y promoción. «En un estudio de grabación ocurre la parte más bonita de la música, porque aún no estás pendiente de las cifras ni sientes la presión de cómo lo recibe la gente». Es la magia de abrir los cajones de la biblioteca musical mental y convertir un sencillo estribillo que suena con la guitarra en un canto al unísono de miles de voces en un estadio. Pero ¿cómo se construye una canción? «No es una ciencia, aunque han intentado durante un tiempo que la música se adscriba a una fórmula».
La 'radiofórmula'. Ese recetario que indica que el estribillo debe comenzar antes del segundo 40, que el tema no puede durar más de tres minutos y medio o que se tenga que prescindir de los solos. Todo ello para que el oyente no se aburra y cambie a la siguiente canción de su 'playlist'. «Si compusiera hoy un tema como 'Hotel California' nadie tendría la paciencia de llegar a escuchar el estribillo. Se buscan fuegos artificiales porque es la manera de conseguir que tu canción se posicione mejor en las listas de reproducción». Y esos fuegos artificiales son los 'singles'.
Ya casi no se sacan álbumes, se sacan 'singles' «y se puede vivir de ellos». Lejos queda ya aquello de grabar doce temas en un disco e ir publicando un par de 'sencillos' para crear expectación antes de su lanzamiento. No, «ahora sacas cinco 'singles' uno detrás de otro y, sólo si funcionan, entonces grabas otros cinco o seis temas más, le pones un lacito y lo lanzas como un álbum». Es decir, es el álbum el que cierra una etapa y no al revés, de tal manera que, cuando se publica, muchas de las canciones ya se conocen y han gustado. Algo similar a lo que ocurre con las series de televisión. «El capítulo piloto y los dos siguientes son explosivos pero, una vez la productora confía en su potencial y firma un contrato para dos temporadas, entonces la calidad decae. Nos está quedando una época en la música un poco insulsa».
«Ahora sacas cinco 'singles' y, sólo si funcionan, entonces grabas otros cinco o seis y lo lanzas como álbum»
Y es que nuestra relación con la música está cambiando. Hace tiempo que el disco dejó de ser un artículo de lujo que invitaba a ahorrar la paga de dos semanas. Los vehículos nuevos ya no se equipan con reproductor de CD y rara vez se oye aquello de álbum con apellido 'conceptual'. «Es frustrante para un artista que se rompa la cabeza para diseñar un álbum conceptual de doce canciones y que, con mucha suerte, solo suene una en la radio. Y es que hay música que requiere que le reservemos un tiempo, como hay películas que necesitan de un cierto clima, como el de la sala de cine».
Pero no tenemos tiempo, vivimos con prisa y la industria lo sabe, aunque a veces, ni siquiera pueda seguirnos el ritmo. «Las compañías hoy siempre van por detrás y llegan tarde». En los años 80 hacer un dueto era una cosa rarísima y, cuando se hacía, era porque se trataba de Freddy Mercury y Montserrat Caballé. Ahora los artistas se conocen en las redes sociales o en los 'camps' «donde surgen colaboraciones de forma muy orgánica y natural y acaban petándolo». Así fue como Jennifer López descubrió a Álvaro Soler durante unas vacaciones en Italia y con quien luego cantó 'El mismo sol', que ya acumula más de 94 millones de escuchas en Spotify. «Le escuchó, le gustó y dijo que quería cantar con él. Son cosas que, aunque quieras, no las puedes prever» comenta Cebrián. Aunque advierte que «la música no se debería contaminar tanto de 'featurings' porque se trata de balas muy valiosas que las discográficas se guardaban en la recámara. Cuanto más usas esas balas, menos atractivo tienen».
Fuego a discreción que apunta a un éxito que está más caro y que ya no depende tanto de poder estampar la firma en un contrato discográfico. Los artistas de música urbana son un buen ejemplo de cómo vivir a través de sellos independientes, cuyo manantial de ingresos recala directamente en su bolsillo, sin pasar por el escueto 8% de 'royalties' que la discográfica paga a seis meses vista. «He conocido casos de éxito que, al fichar por una compañía, empiezan a ganar un 5% de lo que ganaban por su cuenta». Es por ello que muchos artistas con contrato en compañía, que salen de gira y suenan en los medios «viven compartiendo un piso de 60 metros cuadrados en los alrededores de Madrid mientras llevan una vida profesional similar a cualquier otra persona».
«El estribillo debe comenzar antes del segundo 40, y el tema no puede durar más de tres minutos y medio»
Entre los directivos de las compañías y los artistas cada vez existe una menor diferencia y el concepto de 'monstruo discográfico' que controla sus marionetas parece ser historia del pasado. La industria se está adaptando a la dictadura de los 'streamings'; la música, a la impaciencia del oyente; y los artistas, a la democratización del acceso a la producción y la distribución. Algo que para Cebrián significa el anuncio de un cambio. «Vivimos en unos tiempos en los que te compras un Mac que incluye el Logic Pro Audio con el que puedes grabar un montón de música desde tu casa y eso es algo maravilloso. No podemos estar haciendo música tan sencilla y tan fácil con los medios tan potentes que tenemos a mano». Porque cuando el arte se adormece es cuando se avecina la víspera de una revolución.
«Necesitamos que llegue gente brillante que haga cosas inalcanzables, que la música evolucione hacia algo sofisticado y que suponga un reto para el productor y para el oyente, que el virtuosismo del artista lo remueva todo. Mucha de la música que se escucha ahora prácticamente la puede hacer cualquiera», concluye.
Un euro por 312 reproducciones de una canción en Spotify
Tras la paralización de la música en directo con la pandemia, algunos artistas se pusieron en pie de guerra contra de las exiguas tarifas de las plataformas digitales. «Hay quien dice que con Spotify y YouTube ha desaparecido la piratería y está muy bien, pero ¿cuánto se paga al artista?» se pregunta Pablo Cebrián. Según la agencia Digital Surfers, se necesitan 312,5 reproducciones de 'streaming' en Spotify para ganar un euro.
«Esto es lo que hay y no lo critico, pero me parece bien que artistas como Adele se hayan posicionado para eliminar el modo aleatorio de reproducción. Creo que al menos debemos tener el mínimo poder de decidir cómo queremos que se escuche el disco que hemos diseñado». La artista justificó que un álbum crea diferentes climas para generar ciertas sensaciones, y eso es algo que se rompe con el modo aleatorio. «Si se reproducen de forma aleatoria las tres baladas de mi disco seguidas la gente va a pensar que es un aburrimiento».
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