Otras cinco cosas que aprendí sobre la vida viendo a Springsteen en Anoeta
¿Hartos del rockero? No se vayan, que aún hay más: nos deja su invitación a la vitalidad y la solidaridad, pero también las carencias de Donostia para grandes eventos. Y añado: además de los eventos, cuidemos también la cultura del día a día
¿Sienten sobredosis de Springsteen? No se vayan, porque aún queda más. En realidad quiero escribir sobre la vida, más que sobre Bruce Springsteen. Sin ... caer en exageraciones bien podríamos decir que nos deja, parafraseando los viejos principios de la revolución francesa, un mensaje de solidaridad, vitalidad y felicidad. Como un libro de autoayuda.
Esta semana el rockero de New Jersey ha 'mandado' en mi actividad laboral y Personal. El sábado gocé del primero de sus conciertos en plan familiar; el martes, como cronista. Hay gente que le ha visto decenas de veces y no se cansa; yo ya llevo siete, una insignificancia al lado de sus fieles, pero ya estoy esperando el próximo.
En abril escribí «cinco cosas que aprendí de la vida viendo a la Real en el Bernabéu»: aquella semifinal histórica que los blanquiazules perdieron ante el Madrid nos enseñó que «no ganar es a veces ganar»: de 'triunfadores' están el cementerio y las consultas de Psiquiatría llenos. Hoy repito título con Springsteen de protagonista, el poeta de 'los perdedores' que nos hace ganar a todos.
1. Que cada vez parezca la primera... o la última:
En este tiempo en que todos nos cansamos de todo, que la gente parece estar ya de vuelta sin haber cumplido los 20 años, Springsteen es un ejemplo de actitud: lleva sesenta años sobre los escenarios y ha llenado estadios de todo el mundo en giras larguísimas, pero con 75 años sigue saliendo a cantar como si cada concierto fuera el primero o el último que va a dar. Sonríe, conecta con el público, se entrega hasta terminar tan felizmente derrengado como su público. Empezó su carrera como un músico 'underground' y hoy atesora una fortuna, pero continúa contagiando complicidad. Lanza sus duros mensajes contra Trump en un activismo que también ha sido una constante. Y aunque le llamen el Jefe se sigue rodeando de los mismos músicos de la E Street Band con los que empezó hace décadas.
2. Cómo contagiar buen rollo.
¿Por qué sus fieles le siguen como líder de una secta? ¿Qué razón explica que quien ve uno de sus conciertos por primera vez quiera repetir? Las actuaciones de Springsteen no tienen efectos especiales, se nutren solo de grandes canciones, excelentes músicos y amplias pantallas, y sin embargo son probablemente el mejor espectáculo musical en vivo que pueda disfrutarse en gran formato. Se desata un virus feliz que genera una especie de fraternidad. Cuando terminó el concierto unos veteranos galeses se abrazaban con mi hijo Simón, asturianos envueltos en la bandera del Oviedo se fundían con norteamericanos con su bandera. Iñigo Urkullu se mezclaba en las gradas con apacibles australianos venidos a la gira, veías a Hilario o Eusebio Arbelaitz cerca del exfutbolista Gary Neville, la tenista Garbiñe Muguruza o el músico Zach Bryan, en pista te juntabas con cineastas como León de Aranoa o Nani Moretti... Es la 'pax' springsteeniana.
3. Venirse arriba ante las dificultades: un día para la historia.
Lo canta él en una de sus canciones legendarias: 'No Surrender'. Nunca te rindas. Donostia le ha puesto a prueba: uno de sus 'brazos derechos', el guitarrista Steven Van Zandt terminó en la Policlínica con una grave apendicitis y la gran tormenta del martes obligó al hecho inédito de tener que suspender el concierto durante media hora. Otro se habría largado sin reanudar. El Jefe no solo volvió, sino que se vino arriba y ofreció la actuación más larga y con más canciones de toda la gira. En las redes sociales son sus seguidores llegados de otros lugares los que más están subrayando el carácter «histórico» de ese concierto, y lo corroboran algunos de los músicos que lo vivieron desde dentro. «Lo sigo desde hace 30 años y nunca le he visto con tantas ganas», escribía un seguidor. «Parecía que tenía 30 años menos. Debería publicarse como manual de 'qué es el rock en directo'. A la altura de los conciertos míticos de Nueva York en el 2000, Barcelona en 2002 y Londres en 2009». Pues eso. Quizás fue una noche histórica, por mucho que esté gastado el calificativo, y está bien que sean autorizados observadores de fuera las que lo corroboren para que no nos acusen de aldeanos.
4. Viva la épica, pero sigamos con lo cotidiano.
Tampoco valoramos lo suficiente la fortuna que supone para una ciudad de apenas 200.000 habitantes haber visto ya cinco veces un espectáculo así, a solo un rato de casa. Ojalá haya más. Yo he detectado esos días cierto clima de alegría: nos invadió mucha gente feliz y de todos los niveles adquisitivos, porque lo mismo iban a los tres estrellas que venían en autobuses en largas horas de carretera. Pero consumado lo macro, la liturgia del gran evento, disfrutemos también de la cultura cotidiana, del día a día, de la lírica de casa. Debería ser compatible gozar la cultura macro como la micro. Ahí llega el Jazzaldia, tan grande y nuestro a la vez.
5. ¿Ciudad no preparada?
Springsteen estaba preparado y el público también. ¿Y la ciudad? Es difícil administrar un evento con 40.000 personas, muchas venidas de fuera, pero da la sensación de que aún hay que engrasar mejor los aparcamientos alternativos, los refuerzos del transporte y sobre todo la información. Algo tan especial merece una respuesta en servicios también especial. Los prolegómenos fueron mejor, pero al final la gente buscaba transporte. Cuando hay fútbol en Anoeta los espectadores son habituales y saben cómo entrar y salir; aquí muchos eran forasteros. Por no hablar de la ausencia de bares donde comer un bocata o brindar con otra cerveza.
mezquiaga@diariovasco.com
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