Las bibliotecas pierden visitas pero no lectores
Digitalización. La pandemia no solo ha obligado a estos 'servicios esenciales' a adaptarse, sino que ha acelerado algunos cambios
El Día de la Biblioteca, que surgió en 1997 en Madrid y desde 2004 se celebra el 24 de octubre en todo el Estado, ... tiene este año un lema que recuerda que 2020 no es un año ordinario. Con 'Bibliotecas, siempre a tu lado', 'Liburutegiak, zure ondoan beti', quieren recordar que hasta en los momentos más complicados han estado al lado de quienes buscan en los libros distracción, consuelo o una vía para tratar de entender mejor lo que sucede.
Hoy mismo, en el marco de una jornada organizada por Koldo Mitxelena Kulturunea, Donostia Kultura y Tabakalera, varias bibliotecas compartirán sus experiencias en la mesa redonda 'Las bibliotecas de Gipuzkoa, trabajando a pesar de la pandemia'. Algunas serán similares a las de las bibliotecas municipales de Arrasate, Donostia y Tolosa, integradas en la Red de Lectura Pública de Euskadi - 286 bibliotecas en total-, y de la del Koldo Mitxelena, equipamiento foral que no está en la red, pero es también, además de otras muchas cosas, «una biblioteca pública generalista».
De hecho, Patxi Presa, director del KM; Arantza Urkia, directora de la Red de Bibliotecas Municipales de San Sebastián; Mertxe Pérez de Ciriza, responsable de la Biblioteca Municipal de Arrasate; y Susana Larre, responsable de la Biblioteca Municipal de Tolosa, coinciden en lo básico. Por diferentes que sean sus bibliotecas y pese a encontrarse en distintas fases del regreso a lo que llamamos 'normalidad', todas están viviendo la situación de manera muy parecida.
La primera constatación es que el confinamiento marcó mucho. Lo expresa así Mertxe Pérez de Ciriza: «El cierre de la biblioteca fue un momento difícil, ya que el hecho de pasar más tiempo en casa para muchas personas está relacionado con los momentos de lectura y el consiguiente coger libros, vídeos, o música de la biblioteca y devolverlos para llevar otros. Hubo muchas personas que nos llamaban continuamente preguntada cuándo íbamos a abrir... Fue un momento duro para muchos lectores». Pero, pese al cierre, las bibliotecas no solo no dejaron de trabajar, sino que se emplearon a fondo para facilitar a sus usuarios acceso a las posibilidades que ofrecía el mundo digital.
Arantxa Urkia recuerda que «nos ayudó a darnos cuenta de todo lo que nos quedaba por hacer 'online'. Nosotros empezamos enseguida a ofrecer actividades todos los días, como la hora del cuento, o tertulias literarias... También hicimos un esfuerzo considerable para dirigir a eLiburutegia a los usuarios que todavía no lo utilizaban, contestando a sus dudas, explicándoles como hacerlo...».
«Formar y ayudar a la gente a utilizar eLiburutegia, capacitar a los usuarios para ese tipo de tareas, algo que ahora queremos reforzar» fue también una de las funciones que asumieron desde casa Susana Larre y los restantes trabajadores de la biblioteca municipal de Tolosa. Prueba del esfuerzo de bibliotecarias y bibliotecarios fue el éxito extraordinario de eLiburutegia, la biblioteca -y también videoteca- digital de la red de lectura pública, que prácticamente en un trimestre superó los préstamos de 2019.
Ese y otros recursos públicos y privados contribuyeron a que se extendiera el hábito de la lectura, y también supusieron, como indica Patxi Presa, «la aceleración del tránsito digital, que ya estaba en marcha». En ese sentido, el KM, que cuenta con importantes fondos digitales propios, también advirtió un notable incremento de los accesos a los mismos.
Sin miedo a los libros
El hecho de que, como dice Presa, «más usuarios hayan aprendido a interactuar en línea con la biblioteca» se sigue notando desde que las bibliotecas reabrieron sus puertas. Las donostiarras -KM, Tabakalera y municipales- acordaron hacerlo en 1 de junio, la misma fecha en la que lo hizo Arrasate; Tolosa esperó un poco más.
Tras la apertura, han ido reintroduciendo paulatinamente sus servicios. Entre las consultadas, Arrasate es la única que los ha recuperado en su totalidad; obviamente, con mascarillas, geles hidroalcohólicos, distancias, medidas de higiene -extremar la limpieza es una constante en todos los casos- y limitaciones de aforo, que por el momento sigue en el 60% establecido en julio por el Gobierno Vasco. «A nivel general -apunta Pérez de Ciriza-, este protocolo se ha ido interiorizando y cada vez cuesta menos cumplirlo».
También se va interiorizando, en línea con lo que apuntaba Patxi Presa, que no es necesario acercarse a la biblioteca o permanecer largo rato en ella para disfrutar de sus servicios. Él mismo indica que «la mayor afección de junio aquí es que la presencia física ha bajado, porque los usuarios, sobre todo los de más edad, son reacios a venir. Sin embargo, el índice de préstamos ha subido, así como las reservas y las peticiones que se hacen online. No se han perdido lectores, la gente no les tiene miedo a los libros».
No hay por qué tenerlo, porque son objeto de cuarentenas de duración variable, pero siempre suficiente para que el siguiente lector pueda utilizarlo sin ningún reparo. Las bibliotecas han tenido que hacer algún ajuste para introducir esta nueva fase en su rutina, pero no les está causando mayores inconvenientes.
Arantza Urkia ratifica esa impresión, afirmando que «aunque al reabrir se notaban muchas ganas de volver a la biblioteca, se han perdido visitantes, pero no lectores, porque el servicio de préstamo está funcionando muy bien» y Mertxe Pérez de Ciriza concluye que «en el uso de la biblioteca está sucediendo lo mismo que en el uso de cualquier otro servicio. Hay personas que, dentro del cumplimiento del protocolo instaurado, intentan hacer una vida más o menos normal, y otras se retraen».
«La situación que estamos atravesando ha supuesto la aceleración del tránsito digital, que ya estaba en marcha»
Patxi Presa, Koldo Mitxelena Kulturunea
«El cierre fue un momento difícil, porque para mucha gente pasar más tiempo en casa está relacionado con la lectura»
Mertxe Pérez de Ciriza, Biblioteca Mpal. de Arrasate
«Todos deberíamos ser conscientes de que las bibliotecas son servicios esenciales, y no solo desde el punto de vista cultural»
Arantza Urkia, Bibliotecas Mpales. Donostia
«Nos hemos esforzado en la capacitación y la formación digital de los usuarios, y lo vamos a seguir haciendo»
Susana Larre, Biblioteca Mpal. de Tolosa
También influyen mucho las condiciones y la dotación de las bibliotecas, así como la situación de cada localidad. En Tolosa, por ejemplo, con un equipo limitado y dos edificios cercanos pero independientes, han optado por soluciones imaginativas y acordes con «nuestra capacidad de controlar y gestionar bien las cosas». Así, «aunque nos da mucha pena, por lo menos hasta Navidades la biblioteca infantil seguirá cerrada, y para evitar al máximo los desplazamientos en la de adultos no hay acceso a los libros. Hemos habilitado un mostrador conjunto, y una pequeña sala con libros para la gente que prefiere verlos de elegir, en lugar de y reservar por teléfono o por correo electrónico. Estamos siendo muy prudentes, no queremos arriesgarnos a tener que volver a cerrar».
La última frontera de la prudencia en las bibliotecas municipales de San Sebastián y en el Koldo Mitxelena es la hemeroteca, porque no terminan de tener claro que los periódicos que pasan de mano en mano, sin cuarentena posible, sean suficientemente seguros. Esa medida, así como los fundados temores de las personas mayores, ha hecho desaparecer a muchos «señores mayores del barrio que venían a leer la prensa». No así a los jóvenes que necesitan salas de estudio. Con limitaciones de aforo, todas las bibliotecas consultadas ofrecen ese servicio -sin problemas de espacio, aseguran- en las salas de lectura y consulta. Otro tanto ocurre con las tertulias literarias y grupos de lectura.
Pero, y es una opinión compartida, no solo se trata de responder a la coyuntura y superar la prueba, sino de profundizar en transformaciones que ya se venían apuntando. «Nos ha pillado en pleno debate sobre el futuro de las bibliotecas», afirma Presa que, como Urkia, hace hincapié en la diversidad de funciones de un «servicio esencial, tanto para la cultura como para cohesión social».
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