La aventura de Errabundia en Gros rompe la racha de cierre de librerías en Gipuzkoa
«Puede parecer osado abrir ahora, pero un refugio para los libros sigue teniendo sentido», dice Paula Mannino, impulsora del nuevo espacio de Gros
Errabundia suena a tierra fantástica. También a apellido vasco. Sin embargo, «es una palabra que no existe. La inventé a partir de una que me ... gusta mucho, que ya está en desuso, que es errabundo. Significa vagabundo, persona que va de un punto a otro sin rumbo fijo». Así se llama la nueva librería de Donostia, que abrió sus puertas el pasado sábado. Un antiguo salón de tatuajes, ahora reconvertido en espacio para la lectura, donde las agujas han sido sustituidas por libros y las tintas por marcapáginas.
En el número 21 de la calle Secundino Esnaola, en pleno corazón de Gros, Paula Mannino y Nahuel Peillat emprenden un nuevo comercio de libros que es «mucho más. Es también un espacio de acogida, no solo una tienda. Un lugar de encuentro, con sofá, para que la gente pueda quedarse leyendo u hojeando. Hay flores, plantas, suena música todo el rato, huele rico... La idea es que sirva para desconectar de las pantallas, de lo digital, de la luz azul», explica Mannino.
«Siempre soñé con tener una librería y cuando vine por primera vez supe que Donostia sería el lugar», dice Paula Mannino
La pareja, de origen argentino, ha vivido en varias ciudades antes. Se definen como «itinerantes por naturaleza». Buscábamos un sitio donde quedarnos, donde conectáramos con la cultura local y fue llegar aquí y enamorarnos de Donostia. Nos encanta la cultura vasca y queremos ayudar a preservarla y difundirla». Aún no han tenido tiempo de aprender euskera, pero en Errabundia no faltan autores locales ni títulos en euskera. «Vamos aprendiendo cada vez más y ahora nos dejamos recomendar y guiar», dice Paula sobre la actividad literaria en la ciudad.
Actividad cultural
«Estamos muy agradecidos porque, desde el primer día, la gente se acerca a saludarnos, a compartir sus recomendaciones e inquietudes. Nos gusta conocer a nuestros lectores, saber qué buscan, qué les emociona... No creo que mi trabajo consista solo en vender, también en acompañar», explica Mannino, que ha «leído, investigado y seleccionado cada uno de los libros pensando en los diferentes públicos». En sus estanterías hay todo tipo de lecturas: novelas, ensayos, libros de consulta, literatura infantil y juvenil... «La idea es que cada lector encuentre aquí su refugio».
Librero, una vocación que no entiende de algoritmos
Errabundia se estrena en un momento delicado para el ecosistema literario. La ciudad digiere el cierre de librerías históricas como Lagun y se prepara para el adiós de Hontza, que anunció que está el local en venta aunque sigue abierta. En este contexto, inaugurar un nuevo espacio dedicado al libro podría parecer una apuesta temeraria. «Puede parecer osado», reconoce Mannino. «Nos lo decían los vecinos, también los profesionales del sector: muchas librerías cierran, pero no por falta de lectores, sino porque no hay relevo». Es un oficio duro que requiere vocación. «Más que nunca una librería tiene sentido».
Paula ama los libros desde antes de saber leer. Así lo cuenta esta filóloga de formación, editora de oficio y viajera por vocación. Ha pasado por muchas de las grandes ciudades de Europa, pero ha hecho realidad su sueño de montar una librería aquí: «Tenía que ser Donostia», confiesa con firmeza. De hecho, uno de los objetivos de Errabundia es «hacer todo lo posible para que la actividad cultural florezca en el barrio. Ya estamos organizando clubes de lectura, talleres, presentaciones... De cara a agosto y septiembre habrá cuentacuentos tanto en euskera como en castellano», adelantan sobre la agenda de la librería.
Trato cercano
Frente al auge de las grandes superficies la argentina propone «tiempo, escucha, cercanía. ¿Qué quiere leer una madre primeriza? ¿O un adolescente en plena búsqueda de identidad? ¿Algún interesado sobre la inteligencia artificial?¿O analizar la historia desde la mirada de los que perdieron? Buscaré alguna recomendación», cuenta con orgullo. Porque la respuesta no es un algoritmo, sino un trato humano.
Lleva tiempo vaticinándose la muerte del libro, pero «cada vez hay más lectores, y de todas las edades. Sobre todo gente joven que no leen por obligación, sino por placer». Frente a un mundo acelerado, Paula propone parar. Y encontrar una lectura que acompañe.
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