La 'Trini' salda una deuda con Abdullah
El pianista sudafricano recibe en la plaza el gran premio del festival. «Era el momento de reparar ese olvido», dice el director
Símbolo de libertad para varias generaciones de músicos. Historia viva del jazz sudafricano y compositor del himno no oficial del movimiento anti-apartheid 'Mannenberg'. Más ... de 70 años de trayectoria musical y hasta cinco visitas al Jazzaldia. Sin embargo, el festival donostiarra aún no le había reconocido con su máximo galardón. Ese que ya había sido entregado a otras grandes leyendas del género como Chick Corea (1998), Kenny Barron (2000), Keith Jarrett (2005), Herbie Hancock (2006), Wayne Shorter (2007) o Ellis Marsalis (2016), entre tantos otros. Pero ayer saldó su deuda. Fue hace justo un mes que el director Miguel Martín anunció que el pianista Abdullah Ibrahim (Ciudad del Cabo, 1934) recibiría el premio Donostiako Jazzaldia en esta 58 edición. «Es el momento de reparar ese olvido», dijo.
Dicho y hecho. A sus 88 años Ibrahim ofreció al público de la plaza de la Trinidad un galardón reservado a aquellos pocos que tienen un lugar en el Olimpo del jazz. Regresaba por sexta vez al Jazzaldia –la última fue en 2017, junto a Terence Blanchard en el mismo escenario donde actuó anoche–. «Estábamos hablando antes con Abdullah de cuántas veces ha estado aquí», reconocía Martín al salir al escenario. «Da igual, siempre ha sido un éxito. Para nosotros es un enorme placer dar el premio a uno de los músicos que más queremos. Un hombre extraordinario por su nivel de creatividad. De los más grandes del continente africano. Apoyadme cuando aplauda con todas mis fuerzas a Abdullah Ibrahim».
Salió entonces Dollar Brand, flaco y espigado, custodiado por sus dos músicos y marchando lento pero directo a la banqueta de su piano, casi olvidando por completo el plateado galardón del que iban a hacerle entrega. Un largo minuto de ovación en pie del patio de la Trinidad antes de dar comienzo a un preludio de preciosa melodía que la flauta travesera y el violoncello interpretarían, como en un contrapunto barroco. Melodía que aprovecharían para volver a entonar en la despedida de la velada, esta vez con Cleave Guyton en el clarinete.
Ibrahim apenas ofrecería una leve cortina de notas antes de que el contrabajo de Noah Jackson comenzara a marcar el beat para un primer solo de saxo alto. El pianista acarició dos notas del teclado, como retirando alguna mota de polvo y planchó dos acordes que sirvieron como clausura a esta primera pieza. Ya entonces, el pianista había dejado entrever cierto desasosiego con el sonido de su monitor: su rictus sereno tan solo se torció para llevarse el índice al oído en señal de que algo no acababa de encajar.
Sin darle mayor importancia, sus músicos se retiraron para permitirle interpretar un 'Trieste My Love' a piano solo, en cuya improvisación se mostró ágil sobre el teclado, lanzando algunas frases cortas pero veloces. Sin embargo, fue en los colchones de voces donde disfrutaba más de su discurso. Pareció sonreír cuando la melodía viajó a ese puente en tono mayor que abandonaba la melancolía del motivo inicial. 'Maraba Blue' y 'Blue Bolero' repitieron sus cantos que, como había ocurrido en la noche anterior, acompañaron las gaviotas sobrevolando Santa María. «I hope I see my home again», cantó a capella para despedirse de la Trinidad en un recital en escala de grises.
Contraste de colores
Porque el color y la potencia los iban a poner sobre la mesa Nubya Garcia y su cuarteto. Ese sonido del sur de Londres, con aires de reggae, plagado de reverb y con el contrabajo amplificado removieron las tripas de la 'Trini'. El contraste de color de la saxofonista y su interminable trenza rubia encandilaron, mientras chillaba con el barítono sobre el pesado groove de sus músicos.
Aumentaron los decibelios, no solo sobre el escenario sino también los de toda una plaza deseosa de sangre. Nubya bailaba al ritmo que le marcaba los juegos de pregunta y respuesta del piano y la batería poco después de interpretar el fabuloso 'Lost Kingdoms' con el que la londinense debutó en 2018. Una mano en el instrumento y otra en la caja de ritmos, esa parecía ser la instantánea que mejor reflejaría el show de la banda. Acústico y eléctrico, Tradición y modernidad. Leyenda y talentos emergentes. De eso iba a ir la noche.
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