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Lunes, 29 de julio 2024, 19:51
Tres nombres Por Mitxel Ezquiaga
Yo confieso: he pasado tiempo haciendo bromas sobre los «puristas» que alucinan con el neoyorquino John Zorn y sus experimentos musicales. Los espectadores «de clase ... media», no melómanos especializados, preferimos valores seguros. Por eso lo pasamos bien con Rufus en el Kursaal, esta vez en formato íntimo, siempre tan estupendo. Por eso una velada nos quedamos en la Plaza de la Trinidad más allá de la medianoche con la exquisita voz de Gregory Porter y sus excelentes músicos.
Ya el domingo, en el cierre del festival, fuimos a la Trini a ver a Zorn «en plan tranquilo, a ver qué hace este tipo raro». Y de pronto encontramos una descarga de energía maravillosa, con el saxofonista al frente de un cuarteto que 'fabricaba' la música como alquimistas a la vista del público, en un experimento tan original. Fue nuestra 'caída del caballo', al estilo San Pablo: nunca más haremos bromas sobre Zorn y el aburrimiento. Va a resultar que es realmente un genio.
Gregory Porter Por Carlos R. Vidondo
Por aquí procuramos no ser muy mitómanos, pero hay que reconocer que existen personas cuya mera presencia inspira respeto. Puede ser una forma de caminar, un gesto en la sonrisa, un tono de voz, un saber estar… Un aura que atrae todas las miradas entre risillas nerviosas y provoca un leve cosquilleo más o menos a la altura del pecho. Gregory Porter apenas tuvo que recorrer seis o siete pasos sobre el escenario de la Trinidad para estimular todas esas sensaciones y despertar un tremendo rugido entre los espectadores. Así que para cuando se acercó por primera vez al micrófono y entonó aquel verso que decía «Weight your love on my shoulders…», ya todos sabíamos que aquel iba a ser uno de los 'highlights' del festival. Fíjese que nunca en las sesiones dobles de la 'Trini' se ha hablado de teloneros y cabezas de cartel, pero hasta el propio Marco Mezquida después de su descomunal espectáculo sabía que había sido un lujo «poder abrir» para el crooner del 'jazz hat'.
Zorn y Sílvia Pérez Cruz Por Juan Luis Etxeberria
Me quedo con dos experiencias casi 'religiosas'. Lo de John Zorn en el Kursaal ha sido sideral, extraterrestre. El Pogačar del Jazzaldia ha hecho y deshecho cuanto ha querido, volviendo a mutar el nombre de nuestra ciudad en 'Zornostia', su pequeño parque de juegos. Primero en plan místico, con el delicioso homenaje a Teresa de Ávila. Después con esa sobrada llamada 'Suite for piano', de lo mejor que he visto en años. Para cerrar los espumarajos de esa mente creativa nada mejor que un grupo de Avant Garde Metal con John Medeski.
Y después, ella. Sílvia Pérez Cruz. Y sus músicos, claro. Dama risueña. Tan informal, en apariencia. Tan juguetona. Tan natural. Sorprendiendo a cada filtro, cada estrofa, cada entonar dulce o ensuciado. Uniendo continentes con facilidad pasmosa, dejándose llevar por la poesía. Subyugante, indescriptible, emocionante. Que siempre nos caiga esta Cruz en el Jazzaldia. Estaremos encantados de llevarla.
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