«A mis ex les digo: 'muchas gracias por las letras de las canciones'. Y luego paso página»
La estrella vocal británica clausurará este martes por la noche el escenario de la Trinidad, precedida por Bamba Wassoulou Groove. Con ellos se despedirá la 58 edición del Jazzaldia
Aparece al otro lado de la pantalla sentada sonriente en el sofá, con un moño rápido y con su bebé Chad queriendo colarse en el ... plano. «Le estaba dando queso filadelfia hasta que has llamado y ahora está como loco por comer más, ¡no para!». Joss Stone (Dover, 1987) hace tiempo que dejó de ser la gran promesa vocal británica para consolidarse como una auténtica estrella del soul con un Grammy y más de 15 millones de copias vendidas en todo el mundo. Con tan solo 16 primaveras ya había grabado su primer disco y este martes celebra sobre el escenario de la Trinidad (20 horas) dos décadas de carrera.
– Viene a presentar 'Never Forget My Love', un disco con mucho arreglo orquestal pero sin dejar la esencia del rhythm & blues.
– Por supuesto, el rhythm & blues nunca desaparece pues es parte de lo que hacemos, sin importar qué otros estilos busquemos. Básicamente, el soul es todo lo que hay. Es una energía, un espíritu y, aunque el show sea una instantánea de estos últimos 20 años, siempre están el soul, el funk y las 'vibras' del hip hop. Pero también hay una sección más reggae y alguna canción que compuse en Botswana.
– Su voz recuerda inevitablemente a otra leyenda del soul británico: Amy Winehouse. ¿Llegaron a tener relación?
– Supongo que sí, aunque no llegué a conocerla profundamente. Coincidimos en diferentes conciertos y siempre charlábamos, era una persona muy dulce. Pero ojalá la hubiera conocido mejor, porque siento que le podría haber ayudado de alguna forma. Cuando alguien está atravesando algo así, lo que necesita es buenos amigos y una buena familia, cosas que ella nunca tuvo. Era una gran música y compositora pero aparte de todo ello, de algún modo, era muy inocente. A veces en la vida te toca jugar con cartas muy complicadas... Es muy triste porque las dos somos mujeres, las dos cantantes y las dos inglesas.
– Usted saltó a la fama siendo muy joven y con apenas 22 años ya cantaba con Mick Jagger. ¿Qué fue lo peor de aquellos momentos?
– ¿Lo peor? Vaya... (piensa). Supongo que el no poder estar en casa. Eso quizá sea lo peor de cualquier trabajo que no puedas hacer desde casa. (Algo le distrae) Oh, Chad vuelve aquí... espera. Es que creo que está intentando escalar el mueble del aparador y le veo tambaleándose (ríe). En fin, a lo que iba es que cuando viajas tanto, siempre estás echando a alguien de menos. Es una arma de doble filo.
«Era una persona dulce. Ojalá la hubiera conocido mejor, porque siento que le podría haber ayudado con una amistad que no tuvo»
– Reconoce que en sus comienzos sentía cierto síndrome del impostor con su voz.
– Sí y lo sigo teniendo. Cuando en los ensayos hay un error y tenemos que parar, siempre pienso que ha sido por mi culpa, por alguna nota mal afinada o porque he entrado antes de tiempo. Estoy convencida de que es por mí, incluso sin saber qué ha sido lo que he hecho mal, porque el resto de los que están sobre el escenario son profesionales.
– Pero usted también lo es.
– Claro, pero ni siquiera se me pasa eso por la cabeza. Para mí el resto de músicos son profesionales y yo solo canto: eso es síndrome del impostor. ¿Es raro verdad?
– ¿Y de nada sirven sus nueve álbumes, su premio Grammy, los British Awards...?
– ¡Es tan estúpido! Intelectualmente no tiene ningún sentido, pero emocionalmente siempre hay un lugar que todo lo justifica con la suerte. ¿El Grammy? La suerte de estar en el momento y lugar correctos. Es curioso cómo puede funcionar nuestro cerebro y qué ridículos podemos llegar a ser. Pero por un lado, esa actitud ha conseguido que sea buena en lo que hago, porque puedes llegar lejos siendo tu peor crítico; y, por otro lado, puedes criticarte para motivarte a ser mejor. ¿Cometí un error? Pues cometí un error, no me engaño. Ahora hay que arreglarlo.
– No creo que sea solo cuestión de suerte el haber actuado junto a James Brown, Herbie Hancock, Stevie Wonder, Sting, Van Morrison, Ricky Martin, Santana, Jeff Beck...
– Es gracioso, cuando colaboré con Jeff me di cuenta de lo parecidos que somos, porque él se ponía muy nervioso antes de subir al escenario. Y yo le decía: «Tío, eres el mejor guitarrista del planeta. Eres bueno». Pero él es bueno por una razón y no por aceptar la mediocridad. Por otro lado, es divertido cantar con Mick Jagger pero a la vez es aterrador porque él es tan maravilloso y su listón está tan alto... Es muy estresante y, con tanta presión, a veces te olvidas de la música porque piensas que, por estar cantando con una leyenda, todos van a estar juzgando cada nota que das.
«Para mí el resto de músicos son profesionales y yo solo canto: eso es síndrome del impostor. ¿Raro verdad?»
– Acaba de cumplir 36 años y ya está celebrando 20 años de carrera profesional. ¿Cómo es su relación con sus primeras canciones?
– Hay algunas canciones que están escritas para que encajen en tu vida, incluso partiendo de diferente base. Son como una sesión de terapia, porque en terapia hablas de tu pasado, vuelves a aquello que te ha modelado. Hay una canción que se titula 'Free Me' y que dice: «No me digas que no lo haré, puedo. No me digas que no soy, soy. No me digas que mi plan maestro no llegará». La escribí justo cuando salí de la discográfica EMI y recuerdo que casi la gritaba: «Callad, dejad de decirme qué tengo que ser, ¿quiénes demonios os creéis?». Y ahora no la siento así, porque ya no lucho más con nadie. Ahora simplemente ya no hago las cosas que no quiero hacer porque estoy en paz y me siento con el control total de mi vida.
– ¿Antes no era así?
– Cuando eres joven piensas que otras personas tienen tu mando de control y no sé por qué lo creemos así. ¿Pero qué co....? ¡Cómo puede ser tan estúpido ese pensamiento! Eres un ser libre, no necesitas que nadie te libere y por eso 'Free Me' la siento casi como si fuera una súplica.
– Hablaba de amor y terapia, este álbum gira en torno a una ruptura sentimental. ¿Es un tópico o resultan tan inspiradoras?
– Oh, sí (ríe). A mis ex les digo: 'muchas gracias por las letras de las canciones', y a continuación paso página. Al fin y al cabo, cuando te hacen daño también te dan algo que no te quitan. E incluso cuando te dejan una cicatriz, esa cicatriz estará para recordarte que ahora eres menos vulnerable.
– Imagino que en la plaza de la Trinidad también cantará descalza, ¿no es así?
– (Ríe) No, no... no uso zapatos. Es algo que hace mi vida mucho más fácil, imagina la cantidad de pares que me ahorro llevar en la maleta.
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